Exactamente ¿De qué ando escribiendo?


Con las presentes líneas no pienso escribir sobre las recientes desdichas acontecidas en la ciudad de Maracay y las querellas legales relacionadas con el Waterloo friki. No, sencillamente no. Tampoco pienso escribir, sobre el mentado cronograma de convenciones criollo y que, por extraño que se lea, la ciudad jardín presenta ni más ni menos que diez saraos, unos más conocidos que otros y sobre los aspectos positivos, contados, que se han estado logrando y que debo felicitar, mucho menos.
Ambos asuntos, ya son comidilla de las redes sociales, ya están comenzando a fluir los ríos de palabras al respecto; que cada quien haga y de divulgue sus posturas pero yo mantendré la mía.
Con esta sección, con esta tribuna quiero tratar de hacer entender a los integrantes de la colmena, a los contados aficionados que los argumentos rancios de que están en un asunto de poca divulgación en el país, es algo falso. De hecho hay dos documentales hechos por canales regionales sobre esta afición así que ya está bueno de ese argumento; estamos en la época con más divulgación, no por nada cierta página web con nombre de mafiosos asiáticos es la más leída en la versión 2.0 de la cuna de libertadores.
En los últimos años, muchos se han encandilado por el lado bonito que florece en la afición, algo que parece irrepetible desde que comenzó todo esto, pero son pocos los que aún tienen las ganas de comentar lo irregular ya que si bien la inquisición se ha ido, no se quiere hablar mal de todo. Hay demasiado optimismo, pero no se quiere hablar mucho de la saturación, no se quiere hablar de que la mal llamada afición nacional es una colmena, no se quiere hablar esa verdad incómoda que es admitir que en esta nación no hay una afición como tal, pocos quieren admitir que el asunto de hacer una convención no es un chiste y que acarrea una responsabilidad enorme. No, pocos quieren hablar del tema mientras los otros celebran una mediocre alta para luego quejarse en las redes sociales.

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