Su extraño Valentín, muñeca pelirroja 5


El favor que debía cumplir era sencillo, alejar el tema del restaurante de Barry del mundo de los críticos, claro no iba a ser sencillo, pero podía contar con mi silencio y comprendía muy bien ese tema. Y llegó el momento que me debía decir una que otra cosa.

—Mire señor Foster, esos desgraciados son bastante molestos; puedo comprender el hecho que se aprovecharon de los primeros años de la política aislacionista y tener un grupete al cual meterles miedo a los políticos. Pero ¡esos discursos son inaceptables!

—Y que lo diga, me soporté uno. Emitido por un jazzista que cree que, si los pardos llegan a ganar, lo van a reconocer. Cuando lo de ellos es la polka.

—Todo lo que puedo decir es que siempre han pensado en dos flancos a los que atacar. El cultural y el industrial, seguramente ese jazzista forma parte de ese asunto; recuerde que esa gente quiere meterse con la economía y quien sabe si el próximo desfile por Times Square no va a ser para para repartir panfletos, sino balas.

Aquellas palabras me hicieron pensar en muchas variables relacionadas con el caso. Ciertamente, eran unos roedores que estaban carcomiendo a gente que no estaban plenamente bien y tenían mucho que pensar sobre su relación con el mundo y con La Ley; no precisamente con las leyes a las que recurrían los políticos cuando el agua les llegaba al cuello y podían reescribir a su gusto y capricho.

—Tiene un punto a su favor, aunque parece que estos muchachos deben estar maquinando algo muy serio ¿no lo cree? Para demostrar que no están aquí por mera suerte y más considerando el hecho que las hostilidades han estado acumulando palabras y reseñas.

—Le han quitado uno que otro campo de entrenamiento y algunos de los cabecillas. Pero lamento decir que hasta aquí puedo comentar, señor Foster. Esos a los que anda buscando conocen bien esto de esconderse y si acepta recomendaciones, vaya buscando una manera de quitarle el óxido a esa insistencia que lo convirtió en una molesta piedra en el zapato de más de uno. Quisiera agregar un comentario, lo noto más delgado, puede venir a comer por aquí cuando guste, pero tendrá que pagar la cuenta.

Nuestra conversación llegó a su final, le ordenó a uno de sus mesoneros que me acompañase hasta la parada del metro más cercana. Había algo que me decía que el peligro aun podía estar rondando por aquel lugar y seguramente estaban apuntando a mi cabeza, me llegué a imaginar una alianza pagana entre algunos de los tantos a los que llevé a la cárcel en el pasado con alguno de los pardos en cuestión. Mira que pensar que mi última cena iba a ser ese plato de pasta no me pareció tan mal asunto, un tanto simple.

Parte 2

Al llegar a mi hogar fui recibido por malas noticias, de las del tipo que te caen como un balde de agua fría y que solo las notas de Coltrane puede darte algo de consuelo.

La muerte de la gata siamés era tan dolorosa como las que temía mi abuela en recibir si nos llegaba a pasar algo a mi hermano o a mí. Conocida como “Mancha”, aquella gata era un pequeño remanente de lo poco bueno que quedaba y no importaba mucho lo que decían sobre la compra de los bonos de guerra, la mejora de la economía y los comentarios de algunos inquilinos del edificio sobre la gata en cuestión.

La defunción de la gata dejaba sacudida no solo a un grupo de dolientes, su más reciente camada tenía un futuro incierto y no me quedó de otra que unirme a la triste escena.

Ya no iba a ver más a esos ojos azules, ni a escuchar esos maullidos que exigían un poco de atención y otro de comida. El vecino del cuatro H fue quien encontró el cadáver, mi abuela le preguntó por las crías y Roxana se mantenía en un estado de agitación, ya que era quien estaba muy cercana a la gata y su más reciente embarazo.

Sin querer, Roxana dejó ver algo o al menos eso creí; ya que, en sus temas laborable, nunca hubo señales de un trabajo manual y eso me indicó que aquel hematoma que ocultaba decía demasiado y ni hablar de la ubicación de este. Las capas de maquillaje no podían ocultar una mala elección sentimental, pero no era momento de sacar ese tema.

Por su parte, Angélica y su marido estaban por ponerse manos a la obra en buscar a las crías por tercera vez, considerando el hecho que ese par eran los más dedicados en cuidar a “Mancha”.

Los cuentos siguieron fluyendo a pesar de la situación y casi entre susurros. Deportaron de regreso al hijo de la señora del treinta C; aquello distaba mucho de las reuniones de condominio y quien sabe si aquel nefasto hecho era el primer paso para algo peor.

Pero no era el momento para comentar algo sobre el romance entre Roxana y Al, ya que no era lo único que se había podrido a velocidad de vértigo, la conocía bien y estaba evitando a toda costa hablar conmigo, así como posiblemente estaba evitando a su padrastro. Yo en el fondo sabía que no iba a hablar conmigo.

“Mancha” se había ido, una amarga verdad que todos los presentes no estaba costando asimilar. Mi abuela insistió con el tema de encontrar a las crías, era evidente que se angustiaba por ellos y no todos los días podía contar con el apoyo de la madre de Roxana. Algo que me sorprendió, cuando no hace algunos meses atrás aquellas dos se habían peleado.

Parte 3

Aquella noticia me golpeó, sacando de su jaula uno de mis demonios. A pesar del hecho que había perdido una cantidad considerable de peso, mi problema estaba en que siempre estaba con hambre recurrente; ese engendro siempre hacía de las suyas cuando algo me sacudía. Se había manifestado primero con el tema de mi peso y luego con el asunto de “Mancha” se notaba que estaba a sus anchas.

Decidí recurrir por la salida confiable, me engañé a mí mismo con tres vasos de agua fría y dos paquetes de galletas de soda. Y eso había causado el efecto que estaba esperando. Mi mente regresó a la calma, aunque el pesar que me causó lo de “Mancha” seguía fresco, pero ¿Qué estaba sucediendo con el tema de Al? Justo cuando estaba por meterme en esos derroteros, la voz del señor Joaquín irrumpió en la sala. —Jacob, yo sabía que lo podíamos encontrar en su madriguera. Y ¿Qué me dices de pasar unas cuantas horas jugando póker? —me preguntó con un extraño tono calmado.

—Ya ni recuerdo cuando fue la última vez que nos reunimos y estaba ese juego de cartas mencionado.

—Ponte algo decente y sube a la casa del jefe, —Dijo Jacob riendo.

Minutos después, fui recibido en casa del jefe del precinto por su esposa y por la trompeta de Miles Davis; como era de esperar, Roxana no estaba presente en aquella reunión. El primero en repartir las cartas fue el dueño de la casa, me tomó por sorpresa lo que sucedió segundos después. Yo sabía que iba a iniciar una conversación pero que Junior tuviera esa iniciativa, era algo más raro, aunque yo me estaba haciendo una idea del tema.

—En algunos círculos del mundo del jazz, apenas si saben del sospechoso; lo interesante se encuentra en lo que dicen de él en otros lugares, incluso en ciertos locales llegan a tener opiniones encontradas. En algunos sitios del centro lo ven como el responsable de una pandemia de baja asistencia, así como la pérdida de prestigio; para otros lugares, en concreto esos donde ciertos gerentes de la competencia de cierto estudio de filmación lo ven como un tipazo.

—Y ¿Qué me dices de tu investigación, muchacho?

—Todo parece indicar que los amigos del sospechoso están planeando algo muy serio. Supongo que estarán buscando meter sus cabezas en los sindicatos, así como podrían tener en mente hacer lo mismo con la economía nacional y me atrevo a decir que la cultura podrían estar entre sus objetivos; quizás por lo eso lo quieren entre ellos.

—Unos amigos míos han desarticulado unos campos de entrenamiento, todos vinculados con esa gente. —dijo el jefe. —, en caso de que tengan uno, lo deben tener bien escondido.

Parte 4

—Su hermana tiene canas, no precisamente porque el sospechoso es un tipazo. Eso sí, unas ese lugar como escondite cuando todo le marcha mal. Al menos, con eso puedo comenzar mi intervención —comenté, tratando de ver que mano me convenía, si tres de un mismo tipo o esperar algo mejor.

—No me gusta mucho, pero sale ser paciente. Seguramente de un momento a otro su propia bocaza lo va a meter en algún problema serio. —comentó el jefe, sin ocultar que estaba molesto. —; son sus amigos los que se me han ganado mi atención, esas ratas deben estar en algo y la zozobra es lo que me tiene de mal humor.

Aquello último, personalmente, no me convenció del todo, había algo personal entre aquellos dos y claramente mi posición estaba en el medio, como Roxana. Pero, lentamente, yo me estaba dando una idea de a quien terminar apoyando y no era precisamente al dueño de la casa. Quizás era alguien un poco, digamos, abstracta y que tenía que lidiar con el jefe de vez en cuando.

—Sale meterse nuevamente en el fango sindical, aunque yo creo que eso es mala idea—dijo Junior—. Thomas Sousa me dijo algo interesante, aparte de pedirme otra reunión contigo Nick. Ha estado un tanto nervioso en estos días, uno de los viejos ahijados del gordo Dany ha estado rondando por Estudio Capital; parece que viene un cambio en la cábala.

—¿Qué rayos es eso? —preguntó el jefe. Y la respuesta no se hizo esperar, aunque ya había llegado el momento de mostrar lo que se tenía.

—¡No puedo creer que no sepa que es la cábala! Así le dicen a la alta gerencia de Estudio Capital. Generalmente cuando hay esos cambios, uno de los guionistas u otra persona de mediano renombre pierde la protección, así se sacan las cuentas de quien estaba protegiendo a quien; dicen que ponen como parámetro el desempeño de las películas que sacaron, en especial el asunto de las ganancias que generaron. Yo voy primero, creo que a esto le dicen la flor real. —indicó Junior muy animado.

—Deberías hablar con el tal Sousa, muchacho. Quizás también con el ahijado del gordo; no pensé que pudieras jugar tan bien, Junior. Algo me dice que has estado practicando, pero yo tengo cuatro reinas y dudo mucho que vaya a perder en mi propia casa.

—Y ¿para cuándo querrá la reunión Sousa?  Yo creo que lo mejor será cambiar de juego, no soy precisamente bueno con estas cartas y dudo mucho en poderles ganar a los dos. Ya sabemos que, sea cual sea el juego elegido, el jefe aquí presente va a estar con la señorita suerte de su lado.

Junior me acercó un papel, estaba escrito el sitio y la hora de la mentada reunión.

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