—Jacob, tienes que regresar al precinto. Si Nick anda contigo que venga también. Tuve una entrevista con el actual jefe del sospechoso y lo mejor será que hablemos de eso en persona. —la voz del jefe era estridente, sonaba todo aquello que dijo más a una orden.
Una verdadera lástima, ya que aquel par siempre tenían algo interesante entre manos. Pero considerando que en cualquier momento el sospechoso o alguno de los que salían con él en la foto estaban por hacer de las suyas, era comprensible la premura.
—Como les dije anteriormente, pude sacarle una que otra cosa al jefe de Al ¡es un bastardo con suerte! A pesar del hecho que siempre empuja el asunto de montar un sindicato en esa empresa, el dueño lo reconoce como un buen empleado; le han insistido en que corte la relación laboral, pero el señor en cuestión le da miedo hacerlo. Y ¿Qué me dicen ustedes?
—Yo entrevisté a la exesposa—respondí, para luego tomar uno de esos vasos plásticos pequeñitos que estaban llenos de café—, no lo quiere ver ni en pintura. Al, es el propio caballo desbocado.
—Sousa no cree que vaya a hacer algo contra Estudio Capital. Dudo mucho que el gordo Dany tenga algo que valga la pena, recuerde el historial que se gasta el mal llamado crítico de cine. —agregó Jacob.
—Eso nos reduce el listado. Al hermano que aún lo soporta y quien sabe si algún compañero de su banda. —indicó el jefe. Sabía lo que estaba haciendo, no quería meter a Roxana en ese asunto, aunque yo pensaba diferente.
Me ofrecí a hablar con el mencionado hermano y quizás darle otra visita a Dany si es que había tiempo para tal asunto, por su parte Jacob haría lo propio con algún compañero de banda del sospechoso.
El hermano de Al vivía en el barrio de Harlem, un lugar no muy agradable para alguien que debía lidiar con él y con quien sabe que otra penuria. El invierno se sentía más crudo en esa parte de New York, incluso en el metro.
El señor en cuestión vivía en uno de los muchos edificios cuya construcción podía remontarse al siglo pasado, me sorprendió algo más. El hecho que no viviese en una planta muy alta. Me recordó los mentados “super bloques” de los que me habló una vecina que tiene un familiar en Caracas; un tipo de edificación que parecía ser nativa de aquella parte del mundo y que, en palabras de la vecina en cuestión, eran de lo más modernas y no tenían nada que ver con lo que se veía en la Gran Manzana.
—¡Momento! ¡Ya voy! Buenos días, señor ¿en qué puedo ayudarle? —ante mi apareció un señor con un bastón y la relación con Al se me hizo bastante evidente.
Parte 2
—Bienvenido señor Foster ¿en qué puedo ayudarle? —me preguntó con tono calmado. —, creo que está de sobra que le diga que pueda pasar. Me disculpa el desorden.
—Necesito de su ayuda y lamento meterme en un tema delicado.
—Ha venido a hablar sobre Al ¿cierto? Seguramente usted trabaja para la Ley ¡Yo sabía que este día iba a llegar de un momento a otro! ¿sabe? Y pensar que llegué a la conclusión que todo ese asunto de la música le ayudaría a enmendarse.
Aquella persona llevaba por nombre Alberto, era un veterano de la segunda guerra civil española y parecía ser una persona coherente y como que era quien se había tragado con todos los desmadres en los que se había metido su hermano menor.
—Mire, no es la primera vez que se mete en problemas serios. Pero quiero saber algo y por favor no se corte con los detalles ¿Qué tan grave es?
Mientras le contaba los episodios a los que tenía permiso en contar una duda me asaltó ¿habrá sido buena idea contarle todo aquello y haberle mostrado aquella foto? Su lenguaje corporal lo decía todo, a cada segundo las preocupaciones se le estaban aglomerando y todo eso me estaba golpeando en los riñones.
—Es bastante grave todo el problema en que su hermano se metió. Considerando las juntas que tiene actualmente y que se puede apreciar en la foto, es mi deber comentarle que un juez podría considerar eso como traición a la patria y ya saben cómo terminan los que le atribuyen ese crimen.
—¡Yo le insistí en que esos asuntos del orgullo obrero y la guerra justificada era un sin sentido! Aunque aquella era como hablar con un muro. Una coa fue todo eso que hizo durante su primer matrimonio, tan turbulento con esas ganas de estar en el ojo público, anhelando la fama…pero esto no tiene nombre.
—¿Siempre viene por aquí? —le pregunté. La empatía estaba de sobra, pero era necesaria y más con aquel hombre. Un tullido por algo más que un mal que afecta a los soldados.
—Solo cuando el dinero se le acaba o cuando le descubren alguna foto y le compromete todo el idilio en se metió para ese momento. Si, ese asunto de tener una opinión política parece que es lo nuevo en su arsenal; ojalá en algún momento pueda ver la luz y pensar en algo más que en las tonterías que tiene entre las orejas.
Una entrevista que salió corta y con pocos frutos, no había mucho más que preguntarle a aquel veterano.
Episodio 3
Al resultó ser otro artista seducido por la política, quizás el asunto podía derivar del hecho de algunos no compraron su arte y es que el gusto musical es uno de esos temas muy ligados a lo subjetivo; no importa si es jazz o el rock pesado, si a la lista de negativos agregas vinculación a los saboteadores ¿Qué puedo decir? Personalmente, se me hace difícil separar el artista de su arte.
En muchas ocasiones, esos activistas que se postraban ante unos tiranos eventualmente terminaban negando esos vínculos. Hasta la eventual llegada de otro tirano o un vendedor de humo al cual afiliares, es que no todo el mundo estaba dispuesto a soportar a alguien hablando sobre sus dotes artísticas sin dar una buena muestra del mismos, como un disco de oro o similar.
Dejé el hermano de Alfonso, aunque yo llevaba otra carga conmigo. Metí mi mano en mi abrigo y mi fiel pistola “Teresa” seguía cerca de mí; Harlem tenía un efecto muy particular en mí y era que las ganas que tenia de salir de aquel barrio se multiplicaban a cada segundo. Me subí el cierre de mi abrigo y me ajusté mi fiel sombrero, aunque lamentaba el hecho que ese Fedora no tuviera algo con lo que aferrarlo a mi cabeza.
Aquella particular sensación estaba conmigo desde mi llegada, para mi desgracia mutó en algo peor al momento en que dejé el edificio.
—Tienes agallas en pasar por aquí, Nick. —y mis temores fueron confirmados y esas palabras emitidas por un rostro al que conocía bastante bien.
—El asunto en donde estoy metido no te involucra, Harold ¿Se te hace complicado entender eso o la larga lista de apodos que tú mismo te colocaste no te lo permite ver claramente? —fue mi respuesta. Si, Harold Marconi fue uno de los tantos que arresté durante esos años previos a mi retiro.
Como era de esperar, tenía un pequeño séquito para cerrar el asunto de intimidar. El bobo principal se atrevió en atacar con un jab de izquierda, fácilmente esquivado y comió un cruzado de derecha que cayó cual bomba en sus costillas.
Le había agregado algo más a aquel contrataque, se había hecho evidente cuando Harold cayó al suelo con los ojos abiertos de par en par y con las piernas convertidas en gelatina.
El séquito, conformado por dos matones, estaban confundidos y no era para menos. No sabían si atacarme o ayudar a su jefe. Su duda les duró poco con el gruñido. —¡Ataquen, bobos! —comenzaron a rodearme, se les notaba el miedo.
Parte 4
La pelea fue detenida en seco. Parecía que otra figura se había subido al conflicto, al menos eso creí y más considerando el hecho que era ni más ni menos que Bartolomeo “Barry” Salvatore, otro de los tantos que no estaban muy contentos al verme y cuyo historial en el mundo del sindicalismo y contrabando le había llevado a chocar conmigo.
—¡Ya basta! —gritó Barry—; señor Foster no estoy contento en verle, pero seguimos en un país libre y lo mejor es que me aclare qué demonios es lo que sucede aquí.
—Su protegido fue quien comenzó esta pelea. Para mi desgracia, el caso en el que estoy trabajando me arrastró hasta acá. No vine aquí a remover el pasado y si me permite el comentario, corrió con suerte ya que solo usé mis puños.
Barry analizó cada palabra que había dicho, quizás con la intención de darle tiempo a aquel trio para un nuevo ataque.
—Comprendo, usted puede dudar de mi palabra. Pero lo invito a que venga conmigo a mi local; vamos a hablar y solucionar este problema ¿le parece? Comprendo plenamente que tenga sus reservas ¿al menos puede considerar la invitación que le estoy haciendo?
Acepté de mala gana y eso me llevó a un local pequeño, donde la comida italiana fluía de una mesa a otra.
—Lamento el comportamiento de Harold, es un dolor de muelas y no se tome en serio lo que dije en relación en verlo nuevamente; usted me hizo considerar un cambio a mejor en mi vida y creo que un humilde plato de espagueti en salsa boloñesa no es lo suficiente para compensar todos los malos ratos que le hice pasar.
—Entonces ¿dejó de lado el crimen? Si la pasta me convence, le tomaré la palabra. Tiene suerte, me convenció y con solo un primer bocado.
—Si, señor Foster. El crimen da frutos amargos y me costó aprender esa lección.
—Una verdadera lástima, hay unos saboteadores afiliados a cierto enemigo y me pidieron ponerle el guante a uno en concreto. Pensé que en el mundo de los muelles sabían una que otra cosa.
—Soy un hombre redimido, señor Foster. Creo que es evidente que corté todo vínculo con ese mundo, aunque si hablamos de ciertos personajes del acontecer actual, sé alguna que otra cosa que podría interesarle. Pero voy a necesitar un favor suyo a cambio.
—Habrá que negociar el orden de los factores. Al menos eso creo.