Su extraño valentín, muñeca pelirroja episodio 4

—Jacob, tienes que regresar al precinto. Si Nick anda contigo que venga también. Tuve una entrevista con el actual jefe del sospechoso y lo mejor será que hablemos de eso en persona. —la voz del jefe era estridente, sonaba todo aquello que dijo más a una orden.

Una verdadera lástima, ya que aquel par siempre tenían algo interesante entre manos. Pero considerando que en cualquier momento el sospechoso o alguno de los que salían con él en la foto estaban por hacer de las suyas, era comprensible la premura.

—Como les dije anteriormente, pude sacarle una que otra cosa al jefe de Al ¡es un bastardo con suerte! A pesar del hecho que siempre empuja el asunto de montar un sindicato en esa empresa, el dueño lo reconoce como un buen empleado; le han insistido en que corte la relación laboral, pero el señor en cuestión le da miedo hacerlo. Y ¿Qué me dicen ustedes?

—Yo entrevisté a la exesposa—respondí, para luego tomar uno de esos vasos plásticos pequeñitos que estaban llenos de café—, no lo quiere ver ni en pintura. Al, es el propio caballo desbocado.

—Sousa no cree que vaya a hacer algo contra Estudio Capital. Dudo mucho que el gordo Dany tenga algo que valga la pena, recuerde el historial que se gasta el mal llamado crítico de cine. —agregó Jacob.

—Eso nos reduce el listado. Al hermano que aún lo soporta y quien sabe si algún compañero de su banda. —indicó el jefe. Sabía lo que estaba haciendo, no quería meter a Roxana en ese asunto, aunque yo pensaba diferente.

Me ofrecí a hablar con el mencionado hermano y quizás darle otra visita a Dany si es que había tiempo para tal asunto, por su parte Jacob haría lo propio con algún compañero de banda del sospechoso.

El hermano de Al vivía en el barrio de Harlem, un lugar no muy agradable para alguien que debía lidiar con él y con quien sabe que otra penuria. El invierno se sentía más crudo en esa parte de New York, incluso en el metro.

El señor en cuestión vivía en uno de los muchos edificios cuya construcción podía remontarse al siglo pasado, me sorprendió algo más. El hecho que no viviese en una planta muy alta. Me recordó los mentados “super bloques” de los que me habló una vecina que tiene un familiar en Caracas; un tipo de edificación que parecía ser nativa de aquella parte del mundo y que, en palabras de la vecina en cuestión, eran de lo más modernas y no tenían nada que ver con lo que se veía en la Gran Manzana.

—¡Momento! ¡Ya voy! Buenos días, señor ¿en qué puedo ayudarle? —ante mi apareció un señor con un bastón y la relación con Al se me hizo bastante evidente.

Parte 2

—Bienvenido señor Foster ¿en qué puedo ayudarle? —me preguntó con tono calmado. —, creo que está de sobra que le diga que pueda pasar. Me disculpa el desorden.

—Necesito de su ayuda y lamento meterme en un tema delicado.

—Ha venido a hablar sobre Al ¿cierto? Seguramente usted trabaja para la Ley ¡Yo sabía que este día iba a llegar de un momento a otro! ¿sabe? Y pensar que llegué a la conclusión que todo ese asunto de la música le ayudaría a enmendarse.

Aquella persona llevaba por nombre Alberto, era un veterano de la segunda guerra civil española y parecía ser una persona coherente y como que era quien se había tragado con todos los desmadres en los que se había metido su hermano menor.

—Mire, no es la primera vez que se mete en problemas serios. Pero quiero saber algo y por favor no se corte con los detalles ¿Qué tan grave es?

Mientras le contaba los episodios a los que tenía permiso en contar una duda me asaltó ¿habrá sido buena idea contarle todo aquello y haberle mostrado aquella foto? Su lenguaje corporal lo decía todo, a cada segundo las preocupaciones se le estaban aglomerando y todo eso me estaba golpeando en los riñones.

—Es bastante grave todo el problema en que su hermano se metió. Considerando las juntas que tiene actualmente y que se puede apreciar en la foto, es mi deber comentarle que un juez podría considerar eso como traición a la patria y ya saben cómo terminan los que le atribuyen ese crimen.

—¡Yo le insistí en que esos asuntos del orgullo obrero y la guerra justificada era un sin sentido! Aunque aquella era como hablar con un muro. Una coa fue todo eso que hizo durante su primer matrimonio, tan turbulento con esas ganas de estar en el ojo público, anhelando la fama…pero esto no tiene nombre.

—¿Siempre viene por aquí? —le pregunté. La empatía estaba de sobra, pero era necesaria y más con aquel hombre. Un tullido por algo más que un mal que afecta a los soldados.

—Solo cuando el dinero se le acaba o cuando le descubren alguna foto y le compromete todo el idilio en se metió para ese momento. Si, ese asunto de tener una opinión política parece que es lo nuevo en su arsenal; ojalá en algún momento pueda ver la luz y pensar en algo más que en las tonterías que tiene entre las orejas.

Una entrevista que salió corta y con pocos frutos, no había mucho más que preguntarle a aquel veterano.

Episodio 3

Al resultó ser otro artista seducido por la política, quizás el asunto podía derivar del hecho de algunos no compraron su arte y es que el gusto musical es uno de esos temas muy ligados a lo subjetivo; no importa si es jazz o el rock pesado, si a la lista de negativos agregas vinculación a los saboteadores ¿Qué puedo decir? Personalmente, se me hace difícil separar el artista de su arte.

En muchas ocasiones, esos activistas que se postraban ante unos tiranos eventualmente terminaban negando esos vínculos. Hasta la eventual llegada de otro tirano o un vendedor de humo al cual afiliares, es que no todo el mundo estaba dispuesto a soportar a alguien hablando sobre sus dotes artísticas sin dar una buena muestra del mismos, como un disco de oro o similar.

Dejé el hermano de Alfonso, aunque yo llevaba otra carga conmigo. Metí mi mano en mi abrigo y mi fiel pistola “Teresa” seguía cerca de mí; Harlem tenía un efecto muy particular en mí y era que las ganas que tenia de salir de aquel barrio se multiplicaban a cada segundo. Me subí el cierre de mi abrigo y me ajusté mi fiel sombrero, aunque lamentaba el hecho que ese Fedora no tuviera algo con lo que aferrarlo a mi cabeza.

Aquella particular sensación estaba conmigo desde mi llegada, para mi desgracia mutó en algo peor al momento en que dejé el edificio.

—Tienes agallas en pasar por aquí, Nick. —y mis temores fueron confirmados y esas palabras emitidas por un rostro al que conocía bastante bien.

—El asunto en donde estoy metido no te involucra, Harold ¿Se te hace complicado entender eso o la larga lista de apodos que tú mismo te colocaste no te lo permite ver claramente? —fue mi respuesta. Si, Harold Marconi fue uno de los tantos que arresté durante esos años previos a mi retiro.

Como era de esperar, tenía un pequeño séquito para cerrar el asunto de intimidar. El bobo principal se atrevió en atacar con un jab de izquierda, fácilmente esquivado y comió un cruzado de derecha que cayó cual bomba en sus costillas.

Le había agregado algo más a aquel contrataque, se había hecho evidente cuando Harold cayó al suelo con los ojos abiertos de par en par y con las piernas convertidas en gelatina.

El séquito, conformado por dos matones, estaban confundidos y no era para menos. No sabían si atacarme o ayudar a su jefe. Su duda les duró poco con el gruñido. —¡Ataquen, bobos! —comenzaron a rodearme, se les notaba el miedo.

Parte 4

La pelea fue detenida en seco. Parecía que otra figura se había subido al conflicto, al menos eso creí y más considerando el hecho que era ni más ni menos que Bartolomeo “Barry” Salvatore, otro de los tantos que no estaban muy contentos al verme y cuyo historial en el mundo del sindicalismo y contrabando le había llevado a chocar conmigo.

—¡Ya basta! —gritó Barry—; señor Foster no estoy contento en verle, pero seguimos en un país libre y lo mejor es que me aclare qué demonios es lo que sucede aquí.

—Su protegido fue quien comenzó esta pelea. Para mi desgracia, el caso en el que estoy trabajando me arrastró hasta acá. No vine aquí a remover el pasado y si me permite el comentario, corrió con suerte ya que solo usé mis puños.

Barry analizó cada palabra que había dicho, quizás con la intención de darle tiempo a aquel trio para un nuevo ataque.

—Comprendo, usted puede dudar de mi palabra. Pero lo invito a que venga conmigo a mi local; vamos a hablar y solucionar este problema ¿le parece? Comprendo plenamente que tenga sus reservas ¿al menos puede considerar la invitación que le estoy haciendo?

Acepté de mala gana y eso me llevó a un local pequeño, donde la comida italiana fluía de una mesa a otra.

—Lamento el comportamiento de Harold, es un dolor de muelas y no se tome en serio lo que dije en relación en verlo nuevamente; usted me hizo considerar un cambio a mejor en mi vida y creo que un humilde plato de espagueti en salsa boloñesa no es lo suficiente para compensar todos los malos ratos que le hice pasar.

—Entonces ¿dejó de lado el crimen? Si la pasta me convence, le tomaré la palabra. Tiene suerte, me convenció y con solo un primer bocado.

—Si, señor Foster. El crimen da frutos amargos y me costó aprender esa lección.

—Una verdadera lástima, hay unos saboteadores afiliados a cierto enemigo y me pidieron ponerle el guante a uno en concreto. Pensé que en el mundo de los muelles sabían una que otra cosa.

—Soy un hombre redimido, señor Foster. Creo que es evidente que corté todo vínculo con ese mundo, aunque si hablamos de ciertos personajes del acontecer actual, sé alguna que otra cosa que podría interesarle. Pero voy a necesitar un favor suyo a cambio.

—Habrá que negociar el orden de los factores. Al menos eso creo.

Su extraño valentín, muñeca pelirroja episodio 3

Ese domingo me dirigí a la comisaria, estaban de guardia Jacob y el jefe. Volver a caminar por aquel recinto me tenía tenso; se me notaba lo oxidado, para mi desgracia no los encontré en la oficina del forense, aunque solo me bastó con seguir el olor a cigarrillo que había captado. Yo tenía entendido que el jefe estaba haciendo lo que podía para dejar aquel vicio, aunque hay ciertas cosas que simplemente les cuesta morir.

—¡Que alegría verte muchacho! Y ¿Qué te trae por estos rumbos? —me preguntó el jefe.

—Necesito hablar con la que era la esposa del sospechoso. —respondí.

—Me debe el desayuno de mañana, jefe. Le dije que esa persona realmente iba a ser la primera en la lista. —replicó Jacob. —, dame un momento Nick. Ya te voy a dar esa información.

—A pesar del hecho de que perdí esa apuesta, debo reconocer el hecho que tienes el estómago de hierro. Soportar a ese ser tantas horas no debió ser fácil, voy a decirle a algún patrullero que te lleve hasta la casa de esa desdichada.

—Lo mejor será que vaya al pequeño local que lleva, jefe. Dudo mucho que la vaya a encontrar en su hogar, aquí tienes la información, Nick; si quieres tener una buena racha, lo mejor será que me esperes, voy a darle una vuelta a Parque Central y sus alrededores.

Jacob y yo dejamos el pequeño jardín, yo le escuché gritar algo en Yiddish y al cabo de unos minutos ya estaba lista una patrulla para partir.

—Nick, te presento a mi primo Abraham, va a estar de apoyo. Es un hombre de pocas palabras. —me indicó Jacob, me había tocado el puesto trasero para mi desdicha. No era precisamente un sitio cómodo para un viaje, por muy corto que fuese.

—¡Menos mal! De lo contrario, diría que, si no le gusta la Ley, debería meterse al mundo de la lucha libre.

—Campeón nacional por dos años seguidos en lucha grecorromana en Varsovia. —fue la respuesta que obtuve, casi a modo de telegrama.

—¡El mismo comentario hizo el jefe el día que lo conoció! Pues, te adelanto una idea que manejamos. De un momento a otro, estos saboteadores van a tener que manifestarse; le hemos soltado prenda a los sospechosos habituales que recorren los muelles y no quieren soltar mucho al respecto.

—¿Han dicho algo así sea de manera sutil?

—Personalmente, tiene que ver con el esfuerzo bélico, aunque parecen que están buscando un blanco.

Parte 2

—¿Qué le vio Roxana a ese ser? —me preguntó Jacob. No sé si fue a propósito o coincidencia, pero la trompeta de Miles Davis y su versión de “mi gracioso Valentín” estaba sonando.

—No tengo idea, Junior. Hay que agradecer que no ha dejado descendencia, pobres de las criaturas con semejante progenitor; este barrio solía ser tan activo, ahora es una sombra de lo que una vez fue. —comenté nostálgico por alguna razón.

Les pedí que me dejasen a pocas cuadras del local, se me había metido en la cabeza que aquella visita se debía sentir lo más natural posible. Al abrir la puerta del local me llevé una sorpresa, aun había gente muy interesada en pelucas y artículos para las fiestas. De repente, escuché las siguientes palabras y con un acento que la delataba como nativa de algún rincón del caribe. —¡No pienso pagar al seguro esa cuota! Lo dejé muy claro ese día cuando me reuní con su gerente.

—No trabajo para una empresa de seguros, mi visita tampoco está relacionada con ese tema y ni mucho menos con los artículos tan particulares que tiene para vender. —le respondí y pareció que mis palabras no causaron en ella el efecto que quería. Así que difícilmente podía asociar calma con esa persona.

—Déjeme decirle que ese sombrero tipo Fedora es muy usado por cobradores de seguro, pero ¿Qué lo trae por aquí?

—Soy Nick Foster, detective privado. Supongo que usted es Viviana Lanz ¿me equivoco?

—Si, mucho gusto. Y ¿en qué puedo ayudarle? Piense sobre lo que le dije del sombrero.

—He venido a hablar sobre su exmarido; hay mucho que decir sobre él y creo que se va a meter en un problema muy serio. —“parece que no es la primera vez que esta mujer escucha esa frase” pensé y la cara arrugada de Viviana era evidente.

—Como puede ver, estoy en un momento no muy oportuno para hablar de ese tema. Tengo un pedido que cumplir, lo cierto es que no voy a hacer muy amable ¿queda claro?

En ciertos círculos, Viviana era vista como una especie de ladrón de guante blanco y muy metida en el asunto de vender baratijas exóticas. Otra de las tantas personas que fueron muy vocales con una licitación que hizo Estudio Capital y que derivó en una larga serie de polémicas. —Llegó un momento en que simplemente no lo soportaba. A pesar del hecho de que él era el músculo de la relación.

Parte 3

—Y ¿en algún momento mostró algún interés por la política?

—Durante el tiempo que estuvimos juntos, no. Era el típico bohemio que ese tema le pudo parecer un asunto pueril; la música era lo suyo, luego estaba el tema de querer parecer superior intelectualmente ante la gente.

—¡Caramba! Me da a entender que usted era algo más que el cerebro de la relación ¿Cuándo fue la última vez que lo vio?

—Hace unos tres años, fue en la corte; aproveché en cerrar ese tema. Aunque la orden de alejamiento me pareció mejor, era eso o verlo cada cierto tiempo. Fue una de las mejores cosas que he hecho; claro, todo el tema de limpiar mi nombre se me hizo muy cuesta arriba desde aquel día.

—Entonces, esto es más por curiosidad personal ¿eso que me relató tiene que ver con Estudio Capital? Más de uno parece que no tiene una opinión muy favorable de esa gente.

—¡Efectivamente! Mire detective, por aquí no ha pasado. Sabe muy bien que no será recibido con los brazos abiertos. Quiero creer que desde el momento en que le coloqué esa orden, pues debió aprender a manejar el dinero ya que, desde su querida guitarra, pasando por los zapatos y su único traje, se los compré yo. —La entrevista no valía la pena darle largas, si eso era lo que opinaba la mujer que una vez lo amó. Seguramente, algo se había quebrado o liberado cuando esa relación llegó a su tan particular final y pudo darle riendas sueltas a ese comportamiento suyo. O quizás estuvo buscando algo con lo cual llenar ese vacío interno.

Dejé la tienda, pero me acompañaba la pregunta ¿Quién podía darme más detalles? Pasó por mi cabeza la idea de preguntarle a alguien mucho más cercano a Al, pero ¿quién? ¿Roxana? El asunto de limpiar la honra personal ya estaba un tanto usado para aquel entonces, para justificar alguna que otra ruptura de la ley, sabía bastante sobre el tema.

Estuve muy metido en aquella meditación, cuando Jacob se acercó a mí y me regresó a la realidad con las siguientes palabras. —¿Qué tal te fue Nick? Lamento asustarte.

—Pues, tengo una idea sobre lo que le pudo pasar por la cabeza al sospechoso, pero me gustaría hablar con otra persona.

—¿Algún nombre en particular? Seguramente la lista es mucho más larga, más si metemos el tema con Estudio Capital.

—Ya hablé con el gordo de Dany al respecto.

—Entonces, este es nuestro día de suerte ¿sabes? Conozco a alguien que nos puede ayudar.

Parte 4

Jacob le dijo algo a su primo en Yiddish, luego hizo una llamada y con eso la patrulla se puso en marcha. Yo tenía la costumbre de no hacer muchas preguntas cuando me tocaba viajar con los uniformados de azul; mucho menos me agrada indicarles que bajasen el volumen a la radio y que no hicieran tantas paradas para comer. Al menos Jacob, tenía un buen gusto musical y siempre me invitaba a lo que le hincaban el diente.

Llegamos a Queens, concretamente a un pequeño local y allí fuimos se encontraba ni más ni menos que Thomas Sousa, uno de los muchos guionistas del famoso estudio de filmación y cuya voz chillona era la otra razón de su fama.

—¿Alfonso Hart? Si lo recuerdo, había sido contratado para hacerle la banda sonora de una película; una que le costó a la cábala unos integrantes, patrocinadores e incluso unos cuantos espectadores.

—Pero ¿cree que eso lo haya empujado a comulgar con cierto tipo de personas? Me parece que eso es un salto de tiburón. —le comenté—, además, tengo entendido que usted tampoco se encuentra en buenos términos con la cábala. Tenemos un potencial criminal suelto, Sousa, considere eso por un momento.

—No lo veo atentando directamente contra la cábala. De eso, ya hay encargados a nivel interno del estudio; pero con respecto a esa gente que se la tiene jurada a mis empleadores, no son precisamente del tipo que hagan un sabotaje. Con que le vaya mal a una película es suficiente.

—Lamento diferir, Sousa. —intervino Jacob. —, ve estas fotos y seguro vas a considerar.

Y las fotos causaron el efecto que mi singular compañero estaba buscando. Por otro lado, mis entrañas confirmaron mis temores, ya que esa entrevista iba a extenderse y después el entrevistado le hizo una seña al camarero y comentó lo siguiente.

—¿Van a querer algo más? Que pague el departamento de administrativo de Estudio Capital. Pues, tengo que comentarles que no le voy a quitar el talento a Alfonso, pero creo que es un tipo que debería reconsiderar muchas cosas sobre sí mismo.

—No vamos a tomar nada, pero gracias por la invitación. —respondió Jacob.

—Lo mismo digo yo, aunque me parece que me faltó comentar algo. Ha sido un gusto conocerle ¿puedo pedirle un autógrafo? —le pregunté.

—Me pareció que se había demorado, detective. Aquí tiene, aunque si puedo averiguar algo más no duden en que estaré en contacto.

Su extraño Valentín, muñeca pelirroja episodio 2

Parte 1

Los hábitos no los había perdido, seguían allí, así que lentamente estuve tratando de armar el perfil de Alfonso. No debía fiarme de lo que me dieron los uniformados, así como que, en más de una ocasión, la información de Dany que guardaba con celo estaba llena de elementos propios de él; a pesar de todo, no dejaba de ser uno de los muchos ciudadanos decepcionados del gobierno y que la vida del crimen le parecía mejor y más si alguien podía llenarle la cabeza de pájaros, mucho mejor.

Me aterró la idea de pensar que, en una situación similar, yo sería el que tuviera esos pájaros. Debía confirmar con mis propios ojos si el nuevo querer de Roxana no era otro que la dejaría encerrada en su cuarto, escuchando baladas del siglo veintiuno sobre los corazones rotos y escribiendo en su blog textos sobre la lluvia.

—¿Qué tal el primer día de trabajo, campeón? —me preguntó mi abuela al verme llegar.

—Nada mal, a pesar de que me dio un golpe en las finanzas. —fue mi respuesta.

—Yo temía que este día iba a llegar, Nick. Solo Dios sabe cuántas veces lo hablamos tu abuelo y yo; más ahora que las cosas están tan revueltas y no sabemos si a tu hermano menor lo puedan mandar de un momento a otra al frente.

Yo me salvé de la recluta, gracias a mi línea de trabajo, mi hermano menor no mucho hizo en ese tema. Desde que el almirante Kimura se le ocurrió la idea de probar sus fuegos artificiales en una de nuestras bases ubicadas en un atolón tropicalmente acondicionado para el cultivo de caña y la reparación de las naves militares, aquello fue tomado como un duro despertar; sumado al hecho que las cuentas de las reparaciones debían tener muchos ceros y no precisamente a la izquierda.

—¿Qué hay para la cena?

—No sabía que ibas a llegar tan temprano, así que corres con suerte. Tu abuelo hará la cena, pero no ha soltado prenda sobre lo que cocinará; en otros asuntos, la gata, esa que estas cuidando está embarazada ¡de nuevo! Deberías averiguar cuál de los gatos callejeros le hizo la gracia.

—Pensé que la vecina del piso treinta la mandó a esterilizar, al menos eso había creído.

—Si de mi dependiera, ya tuviera un hogar. Este lado de Brooklyn no es seguro para una madre soltera como ella. Quizás Roxana puede solucionar ese asunto.

—Tampoco es para tanto, abuela. Es una gata.

Parte 2

Finalizada la cena, me quedé hablando con mi abuelo. Mientras que mi abuela iba a alimentar a los gatos.

—¿No saldrás a hacer trabajo de campo? —me preguntó mi abuelo.

—No, debo ir lentamente con esto de retomar mi viejo empleo. Además, tengo que lo más decente posible a la cena en casa del señor Joaquín.

—Tu hermano me confirmó una noticia. Al tal José Frontera le cayó la recluta. Me huele a que es un asunto publicitario, con razón no habían escrito más de él; esto debo decirlo, tenías que regresar a tu negocio, naciste con ese don.

—¿Tú crees eso? Me refiero a lo de Frontera, no sé si sea material para ese mundo. Lo del regreso, pues me sale reunir dinero para una bicicleta; si es que quiero ahorrar en esto de movilizarme de un lado a otro.

—Vamos a ver si hay algo de Benny Goodman en algún rincón de la señal satelital. En otros asuntos ¿te conté aquella vez que le hice sangrar la nariz al famoso Rey de la fumigación? —negué con la cabeza. —, eso fue en el dieciocho, el palurdo me había contratado para un asunto con su departamento de ventas.

La lista de anécdotas de mi abuelo parecía no tener fin y aquella era una que contaba con un cierto deje de amargura y al mismo tiempo de heroísmo; ya que, para ese entonces Efraín ya tenía tiempo con un cinturón marrón en karate do, así como un temperamento fuerte. Una de esas mezclas que tiene su equivalente a tener un fósforo encendido cerca de un contenedor de gasolina. Todo eso, debajo de su tranquila sonrisa.

—El tipo ese me dijo una serie de incoherencias relacionadas con mi desempeño y le pedí que me viera en la calle. A los segundos, yo ya estaba con la postura llamada “la postura de la espada y escudo”; el bobo me lanzó un intento de golpe y mi respuesta llegó con dos. El segundo fue un zuki de derecha que aterrizó en su cara.

—Y ¿no tuviste problemas con ese asunto? Digo, ya que creo que, en ese entonces, las leyes laborales eran diferentes a las que tenemos ahora; además hay algo de fondo en todo aquello.

—Pues, yo estaba rodeado de mujeres y sabes bien que no soy del tipo que se propasa, pero allí conocí a alguien que me puso en contacto con tu abuela. Además, sabes bien que no soporto que estén diciendo cosas que no son y mucho menos sobre mí. Se salvó de un tercer y un cuarto ataque, gracias a eso pude montar la ferretería.

—Así como probar tu particular estilo de karate ¿no?

—También.  

Parte 3.

El día había llegado, era un primer acercamiento al sospechoso, se hacía en un terreno en donde no parecía ser muy querido; noté la tensión desde el momento en que Roxana entró con él a la sala. —Al, te presento a Nick. Creo que hay mucho que celebrar hoy.

—Y ¿puedo saber cuáles son los motivos para la celebración? — pregunté, aquello fue convertido en una disputa entre dos leones para saber de los dos rugía más duro.

—Pues, para dentro de quince días mi banda de jazz estará más cerca de codearse con las mejores. —respondió Al, en tono desafiante y buscando la aprobación de Roxana.

Desde su esquina, el señor Joaquín ni corto ni perezoso respondió. —Yo pensé que íbamos a celebrar la victoria de la corona inglesa en el Mar de la Tranquilidad.

—Lo mejor será que no metamos el acontecer actual; además ¿acaso se necesita un motivo para hacer una cena con las personas importantes que tenemos? — con ese comentario Roxana trató de cortar en seco la confrontación, yo me encontraba en el medio y me debía comportar como un gato de larga cola en un cuarto lleno de mecedoras.

—Dime Nick ¿a qué te dedicas? —me preguntó Al, tratando de ignorar lo que había hecho.

—Soy vendedor en un pequeño local familiar, una ferretería. Y ¿te gusta el jazz?

—Al punto que me considero el que será su próximo monarca. Antes estaba muy metido en el rock pesado y me di cuenta de que era un caballo de carreras muerto, había dejado de ser autentico desde hacía tiempo. Y ¿Cómo te va con eso?

—¿Las ventas? Hasta hoy, pues regulares. Trae comida a la mesa y es lo importante y aparte del mundo musical ¿a qué te dedicas estos días?

—Soy profesor de música, aunque tengo otras fuentes de ingresos; deberías venir un día al bar donde mi banda y yo acostumbramos a tocar, el local se llama Hipocampo.

—Pensé que había cerrado durante los días de la prohibición. —respondí, esperaba pacientemente cual iba a ser su reacción.

—No, quizás no plenamente; te voy a dar una tarjeta para que no se pongan payasos los de seguridad si decides pasar antes. Es bueno saber que aún hay gente trabajadora en este país y que el orgullo obrero y del pequeño comerciante no se han marchado, lástima que nadie comprende esos conceptos. —terminada la cena, Al me invitó a un local a jugar billar.

Parte 4

—En esa casa no se puede hablar de temas serios ¿no lo crees, Nick? Lamento decir que volviste a perder. No pasa nada, yo creo que no todos deben ser buenos en algo y yo ya encontré tu punto flaco; al menos no apostamos nada de valor.

—Pues sí, pero te aseguro que, si nos medimos en un honorable juego damas chinas, el resultado será otro. Y con temas serios ¿a qué te refieres?

—Los sucesos actuales. Tengo la opinión que cuando un líder le devuelve algo a la sociedad, hay un sector de esta que lo tildará de miles de cosas; incluso, va a escalar la disputa a niveles descontrolados. —sonaba convencido de sus propias palabras. Yo me mantuve callado, trataba de sacarle unas cuantas palabras más.

“¿Tendré las agallas para hacer la pregunta?” Esa duda creció cada minuto y me repetía el mantra que lo estaba conociendo y todo el asunto de soltar las bombas me iba a poner al descubierto. Pero considerando la velocidad con la que hablaba, solo era cuestión de tiempo para que él mismo sacase el tema a flote.

—No es la primera cena tensa que me ha tocado sobrevivir. Claro, no te voy a negar el hecho que me encanta esas breves peleas con el padre de Roxana, aunque tengo la doctrina personal de no rebajarme al nivel de esas personas que no pueden ocultar su falta de cultura ¿sabes?

—¿Te ha funcionado? —no le iba a soltar que su nivel intelectual era el que estaba en tela de juicio y más cuando se le buscaba pelea a un policía y no a uno cualquiera que estaba en el extremo opuesto de los comentarios venenosos; había sido muy afortunado de no haber terminado como colador.

—Voy a fumar, Nick ¿Qué te puedo decir? No por nada estoy por hacer historia y ¿Qué le quedará a él? Una pensión de retiro con pocos ceros a su favor y creo que estoy siendo demasiado amable con lo que le pasará.

—¿Qué hay de Roxana?

—Veo que te gustan las preguntas con trampa, pillo ¡eso me agrada! Pues, se habrá sacado algo parecido a un premio mayor en la lotería. Siempre y cuando comprenda una que otra cosa sobre mí; aunque eso es tema para otro momento y lugar.

Y siguió hablando, con alguna que otra interrupción de mi parte. Solo me faltaba por saber si era capaz de cumplir con todo aquello que estaba saliendo de su boca. Eso sí, se había aprendido muy bien el discurso que sus amigos pardos le enseñaron; le salía natural y mezclado con alguna cosa de su propia cosecha.  

Pero ¿en qué momento se había mezclado con esa gente?

Su extraño Valentín, muñeca pelirroja. Episodio 1

Cuando se acercó blandiendo su navaja como demente, supe que no tenía otra opción y lo vi caer al frío suelo, como un perro y segundos después de haber disparado. Pero no solo era eso, los temblores habían regresado y recordé que me faltaba la sangre fría, ese vital elemento tan necesario para poder mantenerse en el negocio del detective privado.

—No te angusties, muchacho. Muerto el perro se acaba la rabia. Y la verdad es que tampoco era material de presidio. —fueron las palabras del jefe del precinto, el señor Joaquín mientras las patrullas anunciaban su llegada.

Aquel frío veintitrés de noviembre de dos mil novecientos cuarenta se había limpiado un poco los muelles de la ciudad, cuando un grupo de saboteadores fue desarticulado y con una baja entre los arrestados. Así que, para mí, aquella noche ya la guerra ya era un asunto al cuál tomarlo de manera personal.

—Tenían que ser bastante molestos, para que los sospechosos habituales que corren por aquí hayan querido echarnos una mano. —indicó Jacob Cohen Jr., Junior para los amigos y el segundo al mando del señor Joaquín.

—¿Quién lo diría? Patriotismo en lo peor de nuestra sociedad. Junior ¿todos los integrantes del aquelarre están listos para la cárcel? — preguntó el jefe.

—Están listos para el traslado, jefe. Fue buena idea que te hayan sacado del temprano retiro, Nick. —me indicó Junior—, quizás el apodo te queda como un guante, el hurón. Supiste como sacar de su madriguera a estos esperpentos. Jefe, le recuerdo que mi informe se va a demorar; la orquesta de jazz con la que toco hace su debut mañana.

—¿La Orquesta Paraíso va a seguir? De tal padre, tal hijo. No te preocupes, ya habrá cosas más serias y más aquí en la gran manzana. Me imagino que eres el responsable del clarinete.

—Y mi primo Abraham toca la batería. Ya sabe, el agente que no ha perdido su acento de Neo Europa Oriental y habla en Yiddish cuando se queda sin palabras.

Nick Foster, el hurón, había regresado aquella noche; pero al costo de dispararle a quien consideré un amigo a pesar del poco tiempo que lo llevaba conociendo ¿Se lo merecía? Era una pregunta que me estuvo carcomiendo la cabeza incluso mucho tiempo después de aquellos hechos; pero tratando de hacer algo de paz conmigo mismo digo que sí.

Pero no por razones vinculadas al patriotismo o mi deber moral, se lo merecía por ser un completo cobarde, por haber maltratado a Roxana. Era ese extraño tipo de traidores a la nación cuya defunción apenas si fuese mencionada por los medios de comunicación.

Parte 2

Y ¿cómo me vi involucrado en todo aquello? Muchos meses atrás, exactamente en marzo, trabajaba en la ferretería de mi abuelo Efraín y parecía que iba a ser un sábado como cualquier otro; es decir, con bajas ventas y mucho aburrimiento. —Buenas tardes…oh, es usted señor Joaquín. —escuché a mi abuelo decir, cuando el cascabel de la puerta sonó. —¿Qué lo trae por aquí?

—Buenas tardes, señor Efraín. He venido a hablar con su nieto.

—¿Cómo está señor Joaquín? ¿Problemas para entender a los cripto activos?

—No, muchacho. Vengo por un asunto un poco más serio, uno que sería mejor hablarlo en privado. —“así será de grave el asunto” pensé y no era el único, ya que mi abuelo comprendió todo y en pocas palabras. Minutos después, subimos a la oficina del contador la cual era el lugar donde se podía hablar de asuntos importantes.

—No hay café, señor Joaquín; así que iré al grano ¿Qué clase de tema quiere hablar conmigo? Le puedo ofrecer agua.

—Yo también me dejaré de rodeos, muchacho. Hay un imbécil que corteja a mi hijastra y quiero que lo investigues; habrá algo más que una buena paga en medio de todos los problemas. Adicional a eso, te vas a encargar de confirmar mis temores. Y con agua será más que suficiente.

—Sabe muy bien que me retiré como detective privado, señor Joaquín. Además, estoy seguro de que cualquiera de sus muchachos uniformados podrá encargarse de eso y mucho mejor que yo ¿no lo cree? Voy a servirle un poco de agua, entonces.

—Lamento diferir en eso, muchacho. Esto no se trata de un mujeriego cualquiera, ni de un contrabandista, ya que es un tema bastante más serio; ve estas fotos para que te des una idea. —Y le di la razón, allí estaba él, compartiendo con personas no muy agradables. Simpatizantes de los pardos que (hasta no hacía mucho) se les había visto haciendo de las suyas en Times Square.

Durante unos cuantos segundos reinó un silencio, pero fue un asunto breve ya que fue roto con una intervención del viejo amigo de mi abuelo y uno de nuestros particulares vecinos. —Entonces ¿es suficiente eso para sacarte de ese retiro, muchacho? O ¿quizás te está matando la curiosidad conocer la cifra de tus honorarios?

—Deme un acercamiento a la cifra, debo comentarle que todo esto ha despertado mi curiosidad. Voy a necesitar un poco más de información, en concreto sobre el don Juan Tenorio, señor Joaquín.

—Le diré a Jacob que se ponga con ese tema.

Parte 3

A los pocos minutos, me hicieron llegar el archivo en cuestión, no podía esperar mucho del galán, pero ¿Quién podía darme un poco más de información que necesitaba? Por mi cabeza pasó el nombre del gordo Dany; un cronista de blog que anhelaba codearse con sus colegas en Columbus Circo, pero debía conformarse con deambular por el barrio de Brooklyn y sus bares.

—¿Así que saliste del retiro, Nick? Debe ser por algo serio y más para que vengas a pedirme un poco de orientación ¿beberás algo?

—Tampoco es para tanto, Dany. Si invitas, no me quedará de otra que aceptar y veo que no te ha afectado la economía por lo que noto y me toca ir al grano ¿Qué sabes de Alfonso Hart?

Dany tragó fuerte y el único ojo que le funcionaba delató algo, lo confirmé con la respuesta que me dio.

—Un guitarrista de una prometedora banda de jazz, un tipo al que le he ocultado unos cuantos asuntos. Me parece que está un poco descarriado estos días ¿sabes? Con tal que no esté metido en problemas, lo agradeceré.

—Lamento decirte que puede estar cerca de unos cuantos y del tipo serio, gracias por la bebida, Dany. Considerando su perfil, pues parece que es lo único que sabe hacer; tenía tiempo sin beber brandy y ¿se puede saber que le escondiste?

Dany metió su mano en el tazón repleto de maní y los devoró con locura, un espectáculo grotesco de ver ya que aquello pertenecía más ser parte de una escena de una película de terror que un acto del autonombrado “crítico de cine y jazz callejero”.  Hasta los animales del zoológico tenían mejor etiqueta que él.

—¿Cuánto hay para eso, Nick? Te haré una rebaja por esta esta ocasión, ya que debes estar corto de dinero. Necesito una nueva cámara fotográfica y vi una a buen precio; esta es la cifra, viejo amigo.

Era una cifra de un dígito, considerable para ser honesto. Pero nada que con algo de esfuerzo se fuese a recuperar.

—Un matrimonio tormentoso que terminó con una orden de alejamiento. Al parecer se quiere vender como un don Juan, parece que su ex no es la única que lo quiere recibir con un objeto contundente en las manos. Esas amistades tuyas te van a pasar factura, Dany; y como conexión contigo, un trago amargo con Estudio Capital.

—Lo dice el detective privado que se ganó el desprecio de algunos taxistas, obreros de construcción y hasta mesoneros. Pero dime una cosa ¿puedes nombrar a alguien que no haya tenido un problema con esos engreídos?

Parte 4

Terminada la reunión, hice un viaje en metro con rumbo a mi hogar. Mi pistola “Teresa” viajaba conmigo, pero seguramente no era la única arma que viajaba en ese vagón; Roxana se encontraba entre los pasajeros y se acercó a mí.

—Hola Nick ¿estabas haciendo una entrega? Es admirable que el negocio de tu familia siga estable. Al menos, eso creo y más en estos días.

—Estaba trabajando, para ser honesto, en algo no relacionado con mi familia. Pero ¿Qué me cuentas tú? Un poco de trabajo de campo era lo que necesitaba.

—Ya veo, pues tuve que cerrar mi consultorio de psicología y doy clases de eso; como adicional, pues tengo un ingreso extra como peluquera. Lo malo es que los clientes que quieren ese servicio lo quieren en la privacidad de su hogar.

Roxana hacía mejor que yo esto de esconder ese sentimiento de estar incomoda y la comprendía plenamente, a pesar del hecho que le gustaba esto de hablar con la gente que conocía, al menos eso me había dicho hacía algún tiempo. Había pasado unos años desde que lo nuestro pasó a mejor vida con la consecuencia, poner en jaque ciertas cosas entre nosotros.

—¿Estas saliendo con alguien, Nick?

—No, considerando cierta situación personal, pues ese tema está cerrado. Y ¿Qué hay de ti? En unas paradas más y nos bajamos.

—Pues, sí. Aunque, esto es difícil para mí…de seguro Joaquín quiere que lo investigues ¿me vas a creer si te digo que es una buena persona? Esos dos tienen muchas diferencias, aunque tampoco es para que estén peleando todo el tiempo. Cuando hables con él, te vas a dar cuenta.

A la madre de Roxana se le ocurrió contraer segundas nupcias con el señor Joaquín y creo que todo el asunto de no estar de acuerdo con esa unión estaba llegando con demora. Más sabiendo que el policía apodado como “el león negro” se llevaba bien con su hijastra, así como el hecho que no era algo que pudiera hacer Roxana; pero los anhelos del corazón son extraños y te llevan a pensar que puedes enmendar a alguien que no quiere ser reparado.

Pero su petición me estuvo taladrando los oídos lo que quedaba de trayecto. A pesar del hecho que habíamos cambiado de tema muchas estaciones atrás y si había algo en lo que se destacaba mi vecina era meterle ideas en la cabeza a la gente; puedo decirlo con propiedad, ya que siempre fui su conejillo de Indias y algo me estaba gritando que toda esa situación iba a torcerse de un momento a otro, en especial entre ella y yo.

Los aquí reunidos

Ahora es mi turno de comentar una que otra cosa al respecto. Así que les pido que me escuchen atentamente y dejaré en claro que mis palabras van para rato, las preguntas me las pueden hacer para cuando termine mi intervención y vamos a darle un espacio para ustedes.

Entonces ¿Ya confirmaron el asunto que invitaron a Wendy? Y menciono esa que están pensando, esa invitada recurrente que a cada rato decía que era la prima de la notable anfitriona.

Queda en evidencia una cosa, que todo huele a una trampa y nos quieren dentro de la misma; o por lo menos, es un regalo envenenado. Momento ¿Es una fiesta de disfraces ahora? Creo que si digo ¡Caramba! Me quedo corto, además creo que lo mejor será mantener las formas y más considerando lo que nos estaremos jugando esta noche.

La anfitriona ya hizo una anteriormente, en una casa con piscina y creo que puedo decir que no hay que decir mucho más, ya que es evidente como terminó todo aquello. Puedo reconocer a unos cuantos que estuvieron allí y que no nos fue muy bien que se diga.

Y ¿Quién me dio autoridad para quejarme? Pues, soy amigo de la anfitriona y al punto que casi que formo parte de su familia; quiero creer que todos los aquí reunidos no están dispuestos a escuchar la terrible frase y ya conocida que reza así “Anda a sacar a bailar a mi prima.” Hasta repetirla me puso la piel de gallina.

Su silencio me lo dice todo señores y para tal mal rato debo decirles algo. He traído un plan que nos va a asegurar algo ¡Que esta noche ninguno de nosotros va a bailar con la prima de la anfitriona! Es un plan que es a prueba de balas, así como de tontos, aunque es mi deber moral decirles que no es para cobardes y que los que quieran marcharse pues están a tiempo para hacerlo y al menos por mi parte, no habrá rencores ni resentimientos.

Gracias por su voto de confianza y no importa el tiempo de fiesta que sea, ya que tengo información de dos variables importantes. Las cuales son la lista de invitados y el lugar. Como pueden observar en la diapositiva, esa será la distribución de la música, bebida y comida. Quiero que usen cualquier medio a su disposición para aprenderse este diagrama, ya que es parte importante de nuestro plan ¿Queda claro? Les aseguro que nada va a salir mal.

La zona designada como la pista de baile por primera vez se encontrará en el patio, lo que implica que las amigas de la anfitriona van a tener una ruta diferente. En cosa de minutos me van a confirmar que la ruta que van a tomar es la siguiente, van a tomar una que comienza por la sala que lleva al patio, dejando a la prima en el flanco izquierdo de la pista de baile improvisada.

*

A la hora indicada la fiesta comenzó, la alegría flotaba en el aire, pero no estaba sola. Durante la primera pausa se llevó a cabo la siguiente conversación y la cual puso de manifiesto la sensación que se estaba escoltando a la alegría, así como daba la impresión, que, de un momento a otro, iba a caer de sorpresa.

—Señor, la prima de la anfitriona no está donde usted dijo.

—Soldado, con eso no se juega. Conozco bien el terreno y… ¡Demonios!

Confirmó con sus ojos que la mencionada no estaba en el lugar designado ¿Dónde podría estar? El miedo le recorrió desde la cabeza hasta los pies, pero no se dejó gobernar por aquel y sacó su teléfono para revisar la lista de los invitados.

—Soldado, aquí hay gato encerrado ¡Ve a la pista de baile y revisa con quienes están bailando nuestros hermanos! Y ¡hazlo rápido! Tenemos mucho en lo que hay que trabajar, soldado.

—¡Señor, si señor! Y mientras tanto ¿Qué va a hacer usted? Mire que estamos en desventaja. Voy al baño y me pongo con ese tema, señor.

Bebió lo que le quedaba de cerveza de un único trago, trató de ocultar las consecuencias de aquella acción, le generó unos temblores, pero con el efecto esperado. Estaba lleno de bríos, así como ya tenía las palabras que estaba buscando en su lengua, pero debía darle una respuesta corta.

—Voy a hablar con quien dio la información, soldado.

La situación estaba tensa, apenas horas atrás se mostró seguro y hasta estoico; pero recordaba que era humano como cualquier otro de aquellos invitados y así como el hecho que debía confirmar todo lo que le dijeron, así como su peor temor. Así como el hecho que toda su motivación estaba dedicada a que nadie más padeciera lo que le tocó con la prima de la anfitriona.

¿Quién podía ser aquel desdichado? Se preguntaba, mientras evitaba a los adornos, las bandejas llenas de comida y cualquier otra distracción; no era del tipo que le gustaba tener detalles sueltos y la situación aquella tenía todas las señas de ser una de esas. Por esa razón, no le gustaba mucho todo aquello, le hacía recordar que en todos esos malos ratos que pasó sacando su carrera en la universidad.

Pero no era el único angustiado, ya que su informante se encontraba en la misma agitación y una mirada superficial todo aquello parecía un encuentro sacado de una película romántica; aunque para ellos no lo era tanto. Siempre se decía que aquellos dos tenían algo, pero nada que lo confirmaban o no tenían ganas de concretarlo.

—Revisé dos veces la lista de invitados, Rogelio. Wendy está invitada, yo misma la vi. Tengo que hacerte una pregunta ¿No crees que estas exagerando? Yo sé que ella tiene algo de mala fama y que les ha causado molestias a unos cuantos, a la hora de bailar, pero tampoco para tantos.

—Y unos cuantos desembolsos que tuve que hacer. Para ver si me había fracturado el pie, Melisa. No es cualquier cosa, al menos así lo veo.

Melisa recordó algo, al principio le pareció poca cosa. Recordó primero lo que le contó su hermano mayor, que una vez bailó con Wendy y todo el mal rato que todo aquello le había causado y aquel sabía bastante bien que era un mal rato.

—Lo que te voy a decir no es cualquier cosa y estoy segura de que no me vas a creer de buenas a primera. Así que lo mejor que puedes hacer es acompañarme a la pista de baile para que lo confirmes todo con tus propios ojos.

Ambos fueron con paso apresurado, Rogelio observó en una primera instancia que todos los muchachos que se plegaron a sus planes estaban bailando con Wendy, pero se sorprendió al ver que la prima de la anfitriona estaba bailando y con alguien cuya cara no la reconocía.

—Y ¿Quién es ese que está bailando con Wendy? Y ¿Qué le hicieron a ella?

—La anfitriona le hizo un cambio de apariencias, Rogelio ¿Impresionado? Ya no es la poco habladora “gótica” y hasta la metieron en lecciones de baile, para que esos cuentos solo fuesen eso; aunque no ubico a la persona que está bailando con ella…Me va a tocar revisar otra vez la lista de invitados.

—No va a hacer falta, la verdad. Más bien, no me sorprende que la anfitriona haya tomado tanto vuelo y es que si te fijas es ni más ni menos que el famoso Capitán Relámpago, uno de los integrantes más famosos del gremio de los aventureros espaciales. Aunque, aquí entre nos, no voy a negar que Wendy se ve bien, pero eso dice una que otra cosa de nuestro singular invitado.

Rogelio confirmó lo que estaba viendo, bebió un poco quizás buscando algo que no fuese tan contundente como respuesta y le dio una mirada a Melisa quien estaba ya ansiosa por la espera de comentario alguno.

—Y ¿Qué tienes que decir sobre ese invitado?

—Que los aquí reunidos están confirmando un asunto. Es que el gusto en compañeras de baile de tan notorio integrante de ese gremio dice mucho de él como persona. Ni hablar del metabolismo de Wendy, que supo estar a la altura de todos eso cambios que debió padecer en ¿Cuánto tiempo?

—Esta fiesta la estuvieron organizando por dos meses, Rogelio y ¿Qué vamos a hacer sobre los otros cuentos?

Relatos y otros temas.

No sé para cuando vayan a salir publicadas las presentes líneas, pero lo cierto es que entre las cosas que tengo en mente para el año 2024 se encuentra un asunto. Me voy a proponer a escribir en el formato del cuento, es decir que hasta las siete mil palabras; más que todo por el hecho que me parece que todavía no me siento preparado para lanzarme para un maratón que implica escribir una narración de más de cuarenta mil palabras. Quizás sea regresar a un formato que, si bien no es ajeno para mí, creo que lo hago también para tener mucho material para compartir por aquí.

Y me voy a extender con el asunto, se me ha hecho complicado esto de retomar los escritos que tenía en mente que tuviera una extensión bastante prolongada y más sumando el hecho que sigo trabajando con el asunto de trabajar doble, es decir, que primero escribo a mano y luego a transcribir en la computadora.  Por esa razón, siempre tuve muchos detalles que van desde los errores de redacción hasta el abuso de ciertos signos de puntuación.

Ciertamente, escribir directamente en el computador tiene que ser una modalidad en la que debería estar trabajando, pero como con la misma, trabajo de lunes a viernes, no me agrada mucho el asunto de usarla los fines de semana para algo que es más un pasatiempo para mí; creo que me sale mejorar mi redacción, unido también el asunto de tener contenido en mi blog, ya que pareciera que me toca nuevamente levantarlo solo. En muchas ocasiones, ni estoy de ganas para darle al curso de inglés y de alemán que sigo haciendo.

Lo bueno del formato breve es que me permite tomar una idea y no extenderme mucho con la misma, ya que creo que hay de esas que simplemente no pueden extenderse demasiado, ya que se pierde lo que se quería contar con la misma desde el momento en que uno elige usarla.  Me ha pasado y creo que es algo que le pasa a mucha gente que le ha tocado escribir y vivir de eso, no creo que pueda hacer una comparación, pero me atrevo a decir que hay libros cuya idea base no aguantan una extensión de más de cien mil palabras.

Sobre las ganas de escribir.

Las siguientes palabras las escribo tratando de ser lo más honesto conmigo mismo, ya que no sé si alguien pueda leerlas, así como considerarlas como algo valioso o al menos entretenido de leer. Desde hace un tiempo, nuevamente, me encuentro pasando por una especie de bloqueo de escritor; me di cuenta de que me había quedado corto con el asunto de las reseñas de libros, así como la redacción de más de mis intentos de artículos, haikus y hasta los relatos para esta cosa; de hecho, muchos de los colaboradores que había reclutado pues desde hace tiempo brillan por su ausencia; así que de alguna forma debo seguir adelante con todo esto.

Creo que desde el cambio de supervisor y todo lo referente a mi situación laboral parecen ser los responsables del bloqueo, quizás debo sacarle lo bueno a todo esto y es el hecho que me está obligando a pensar un poco en todo lo relacionado a los artículos; ya que pareciera que algunas ideas que se cruzan por la cabeza que podrían ser buenas aglomeraciones de palabras, pues se me olvidan con una velocidad pasmosa.  Así que alguna que otra idea que se salva en ese particular proceso, se termina plasmando por estos rumbos; no me parece un mal proceso, la verdad sea dicha.

Yo sigo escribiendo, con la esperanza que algo quede así como que en algún momento estos textos puedan ser encontrados por alguien; también he pensado en abordar otros géneros, pero en ocasiones eso implica leer tanto a los buenos como a los malos exponentes de esos géneros así como tener ciertas experiencias personales que podrían servir de una buena idea relacionados con esos géneros, pero lo cierto es que tengo una serie de preocupaciones un poco más importantes, como es el hecho que mi ciclo del sueño ya no es del todo regular en estos días. Quizás lo mejor sea mantenerme fiel al método de escribir a mano, para luego pasarlo a la computadora; tendrá sus deficiencias y más ahora que comienzo a agarrarle un poco de aversión al mencionado aparato.

Llevaba escribiendo un texto, pero lo he dejado colgado; quizás lo mejor será escribir unas cuantas cosas cortas, para retomar el tema nuevamente, pero no dejo de preguntarme ¿sobre qué escribir? No voy a negar que hay temas a los que me gustaría dedicarles unas cuantas palabras o jugar con unas cuantas ideas; pero lo cierto es que tengo que ordenar un poco mi cabeza primero.

Yo soy Oliver. Episodio Piloto

Parte 1. Fama, la cruel amante

Recorría las calles de Los Ángeles, entre las casualidades estaba en el mismo vehículo UBER que había tomado hace tiempo y cuyo conductor era un texano, para aquel momento yo tenía muchas ganas de hablar. —Dime una cosa, muchacho ¿Qué te impide regresar a tu tierra natal? No estas precisamente camuflado entre tantos artistas, punks e hippies. Sin ofender.

—Estoy ayudando a mi abuela con una filtración en su casa, señor. Yo tengo ganas de irme; tantos impuestos y todo el asunto de lo políticamente correcto está matando todo, en especial el entretenimiento.

—¿Me lo dices o me lo preguntas? Soy mánager de actores y si no están metidos en algún problema legal, aprendiendo una nueva lista de pronombres y géneros simplemente se aburren y no quieren renovar sus contratos o en ir a una audición. Quieren un cheque con un número considerable de ceros que les permita abandonar esta cosa. Honestamente, yo estoy en las mismas, cumplo con lo que tengo en este maletín y me verán muy lejos.

Iba rumbo a la modesta mansión de mi jefe, aquella noche era una de las tantas reuniones informarles pautadas con una llamada y cuya finalidad era preparar el terreno para un asunto importante. Uno que podía (de nuevo) poner en jaque el futuro de la agencia. —Muchas gracias, texano. Sería bueno que estuvieras por los alrededores, por si me toca salir antes de la reunión y tener un rostro conocido me caería bastante bien.

Con esas palabras me despedí del conductor y entré a la casa de mi jefe, quien me estaba esperando con un tabaco entre los dientes y un arsenal de groserías. —Esto es peor que esos días de la caza de brujas, no es bueno para el negocio tantas regulaciones ¡ahora hasta el gluten ofende a alguien! ¡ni engordar se puede! Y nuestro cliente más estable se retiró de la actuación ¿Qué nos queda?

Yo abrí el maletín y respondí. —Si considera a Josh H como estable, creo que debe revisar el diccionario, jefe. De la cartera de clientes que nos queda, los más prometedores son dos estrellas juveniles en ascenso y el que hizo de Macbeth en un parque. Este último parece que tiene ganas de meterse en el elenco de Odisea Sideral; el resto de los papeles que cargo son citaciones, multas y cartas de renuncia.

—Pues ¡yo no pienso cambiar mis ideales! Si un cliente mío tiene que llevar puesto un disfraz de salmón, lagartija o de algún superhéroe para llevar pan a su casa ¡que lo haga! Y me sabe a rayos si es apropiación cultural.

—No aguantaremos otro juicio, jefe. Comprenda eso, si queda dinero para pagar tres multas por usar mal un pronombre u ofender a alguien por alguna carencia de perspectiva de género es como mucho; yo dudo mucho que nos caiga del cielo un milagro de repente.

—Te comprendo, muchacho. —me respondió mi jefe luego de un bufido. —, pero si te quieres ir, no lo hagas muy lejos. Quién sabe si esta pesadilla termine antes.

Parte 2.

La noche siguiente me reuní con mi amigo Russel, en el mismo lugar al que íbamos a comer y era necesario hablar de algún asunto importante. —Una verdadera lástima que Josh no está aquí con nosotros. Aunque, me sorprende que me hayas llamado. —dijo Russel, un tanto extrañado y comprendía muy bien sus motivos para estarlo. Ya que poco teníamos en común, posteriormente ordenamos la comida y me tocó sincerarme un poco.

—Voy a la boda de mi primo en Arkansas, seré el padrino del asunto y veré que me ofrece adicional a eso. —al escuchar aquello, el ex líder de la banda Karma se rompió a reír, al menos esa parte no la comprendí plenamente—¿Qué te da tanta risa?

—Tu, como padrino de una boda y de paso en Arkansas, aunque ¿tienes en mente irte? No es algo que me extrañaría que hicieras, pero me esperaba un sitio menos influenciado por el cristianismo. Aunque dime una cosa ¿Qué te motivó a dejar California? —aquella pregunta me la esperaba, mientras que de fondo comenzaba a sonar las notas de hojas de otoño del gran Miles Davis.

—La antesala fue cuando Josh decidió dejar la actuación. No lo culpo hice lo necesario para mantenernos a flote, una lástima que entre mis clientes ninguno pudo llegar a hacer algo decente. Yo que mandé a uno a la audición de la serie relacionada con karate kid, pero no era lo suficientemente latino, además que mi agencia no estaba en los mejores términos con la productora y con Netflix; posterior a eso, el desastre con la audición de otro para el replanteamiento de la serie salvado por la campana y después llegó el asunto de mi primo.

—Un rudo año, la verdad. Vamos, no es para tanto; ganó Biden, mal asunto. No me veas así, seré votante registrado por el partido demócrata, pero todo el tema de subir los impuestos, el plan de estímulo y todo el tema de las recientes protestas y vandalismo…sabes que, me retracto. Es sensato que pienses en que todo se acabó, aunque pensé que te ibas a Nueva York, pero es el mismo predicamento que aquí.

A pesar de que el bueno de Miles seguía tocando, no dejaba de pensar que Josh hubiera soltado un chascarrillo durante el silencio incómodo. —¿Sabes algo del ausente? Ya ni recuerdo la última vez que nos juntamos. En ocasiones, no sabes cuánto extraño los dolores de cabeza que me causaba el bastardo ese.

—La última vez que hablé con él estaba muy metido en dos proyectos. El primero era escribir sus memorias y el segundo tenía que ver con su nuevo empleo, ahora es locutor de radio y no sabes cuánto cambió con esto de la paternidad. Y no solo a él, Melisa ya no hace tantos chistes de doble sentido. —le hice una dura pregunta, si en algún momento, mi nombre había sido mencionado y la respuesta fue negativa. —Pero ¿piensas volver? Vamos, suelta prenda, nos conocemos de hace tiempo. De seguro tienes algo más.

—Mi primo tiene un pequeño negocio, un concesionario bastante humilde, capaz quiera que le ayude un poco con la imagen, las relaciones públicas o quién sabe si ventas. Será una visita de acercamiento, un tanteo de cómo es todo.

Parte 3.  

Me había ahorrado unos centavos con el tema del pasaje, un boleto sencillo de ida era todo lo que necesitaba. Tenía el dinero suficiente para el boleto de retorno y un margen para darme un pequeño gusto, así que deambulé por las cercanías de la puerta en la que embarcaría hasta encontrar un lugar donde pudiera comerme algo decente y beber algo que no fuese alcohol, más que todo por el hecho que me traían malos recueros los aeropuertos y las cervezas.

—¿Podemos compartir la mesa? —me preguntó una chica, cliente del mismo local en el cual había pedido una lasaña.

—Por favor, nada me agradaría más—no agregué más, por su lado la chica parecía modelo o instructora de aeróbicos, quizás de alguna nueva rutina de ejercicios que estaba dando de qué hablar.

Yo regresé la mirada a mi tableta, me ponía al corriente con los pormenores familiares, hasta que la escuché nuevamente comentar algo. —Disculpe, no quiero parecer rara. Pero tengo una singular costumbre y es hablar con la gente con la que comparto mesa. Soy Abril Moore, encantada de conocerle.

—Oliver K, he escuchado cada cosa en mi trabajo recientemente, así que lo suyo es algo que me parece bastante agradable; siendo honesto, es un tema que se perdió con el paso del tiempo.

—¿Puedo saber a qué se dedica? Yo soy entrenadora de un equipo femenil de baloncesto, se pone complicado el relato, me transfirieron a Arkansas recientemente y me toca dejar California por quien sabe cuánto tiempo. Es un asunto que me tomó por sorpresa y lo sigo considerando increíble.

—Trabajaba en una agencia de actores, renuncié hace dos días. El negocio iba mal, lo más lejos que llegó uno de nuestros clientes fue a una polémica nominación al Oscar hace ya tanto tiempo que ni me acuerdo del año; y que casualidad, yo también voy para Arkansas, pero por un asunto familiar. —no dejaba de estar atenta a cada palabra que decía, como una reportera del mundo de la farándula, con la diferencia que no me molestaba hablar con ella.

—Me alegra saber una cosa ¿quiere saberla? —me preguntó, con una sonrisa en su rostro. Mi respuesta fue afirmativa, pero lo que soltó se me quedó grabado.

—Pues, que sé que al menos pude conocer y conversar con uno de los miles de pasajeros que van para Arkansas el día de hoy y que muy posiblemente, nos volveremos a ver.

Cuando la voz metálica y casi impersonal anunció que el avión a Arkansas era el siguiente, no supe más de ella a pesar del hecho que compartimos la fila; pero una vez adentro del aparato nos separamos. Cuando el avión despegó, mi mente se concentró en una sola tarea y era la de no vomitar en público, el viejo y confiable mecanismo de defensa; el mismo que usaba en la víspera de año nuevo, tratar de quedarme dormido lo más rápido posible y despertar solo en emergencias.

Parte 4.

Charly era mi primo, la diferencia de edad entre ambos no era tan marcada, así que entre nosotros había una clase de unión dentro de esa camada de primos que nos llevábamos poco tiempo de nacidos; compartimos mesa en las reuniones familiares y era siempre material de conversación. —Me alegra tenerte de visita, primo. Y ¿Qué tan cierto es lo que sucede allá en California? Solo la verdad.

—Tan cierto como el hecho que en Venezuela no hay gasolina, primo. Pero si quieres algo más, entre la agenda de la comunidad abecedario, los altos impuestos, el colapso de los servicios y entre muchas otras cosas más; pues han convertido el lugar en uno insoportable.

La capital de Arkansas no era como la pensaba, aunque seguía en el sur del país se notaba mucho las diferencias entre ambas regiones. —Aquí tienes en donde quedarte y vamos a trabajar juntos, así que no creo que tengas que regresar a ese lugar. El cual parece que es sensato votar por los demócratas y por el control de las armas.

—En realidad, si tengo algo que hacer allá. Aunque tenía en mente conocer un poco el lugar y tratar de cerrar un cabo suelto que dejé y ¡no me mires con esa cara que no es un asunto del corazón! Es laboral. Así que me toca ponerte al tanto con ese tema, primo ya que me tiene pensando desde hace tiempo.

Lo puse al corriente con respecto al asunto de aquella persona a la que no pude despedir. Su nombre (irónicamente) era Karen y se trataba de la secretaria de un cardiólogo que tenía su consultorio justo al frente de las oficinas de donde trabajaba. Por unos segundos llegué a pensar que no se había creído eso, aunque consideré que lo mejor era seguir contando. Pero recurrí al confiable cambio de tema para salvar mi pellejo.

—Y dime primo ¿Quién es la afortunada? Y yo que pensaba que esta región llamada el cinturón de la Biblia no era otra cosa que un refugio de cantantes de country y de votantes registrados por el partido republicano.

—Pues la afortunada es la hija de un ganadero, un buen cliente. Ya que sigue comprando los vehículos de doble tracción que hace la empresa Dodge y ¿me creerías si te contase que fue chica del clima en uno de los canales regionales? Creo que la hice en grande.

—De todo lo que me has contado, seguramente te reservaste lo mejor para una próxima oportunidad. Y ¿Cómo se tomaron por aquí todo el asunto de los motores eléctricos? Honestamente, me mata la curiosidad ya que en California las celebridades recibieron eso como una bendición. Ya sabes, otra razón para creerse que son superiores al resto, pero que son tan humanos como la gente que compra boletos para sus películas.

El vehículo de mi primo Charly se detuvo en un restaurante pequeño y rústico. Parecía el lugar al que iba regularmente, por la alegría en la que lo recibieron tanto el personal que atendía el lugar y los clientes.

Parte 5. La historia de Russel.

Russel tocó el timbre, aquellos segundos los sintió eternos y ayudando a construir el nudo en su garganta. —¡bienvenido, Russel! — lo saludó con cariño su viejo amigo Josh. —; pasa adelante y ¿Qué era lo que me tienes que contar? Mira que hay cada cuento ahora en las noticias. Por tu cara debe ser algo serio y grande.

Luego de saludar a Melisa, a la hija del matrimonio, el pastor cristiano pidió un vaso del refresco más potente que hubiera en la casa. Hacia lo que medianamente se esperaba de él para que las fuerzas no le flaqueasen.

—Lo mejor será que se los diga sin tanto rodeo. Tu viejo mánager se unirá al éxodo de los residentes de California; me reuní con él hace días, tres para ser exactos. No tuvo el valor para despedirse de ti, luego de tantos años juntos. —luego de eso, Russel se aventó un “fondo blanco” con el tarro repleto de Fanta sabor naranja; la respiración comenzó a agitarse y Melisa fue llamada a intervenir. Siendo, en ocasiones, la voz de la razón en aquel matrimonio.

—Ese era un nombre que no escuchaba por aquí desde hacía mucho tiempo. Josh, recarga el trago y ya que andas en esas, prepara el baño. —indicó Melisa con determinación feroz e incuestionable.

—¡a la orden! Pero orden, recuerda que yo también quiero escuchar lo que te pasó en esa reunión. —el locutor abrió la puerta del baño para la visita, así escucharía lo que el invitado iba por contar y su opinión no iba a perderse entre los gritos y lo jabones.

—A los días de haberse marchado, se abre la lata de gusanos con su agencia. Ya que el dueño pidió una disculpa pública y anunció que cerraba operaciones, aunque hay dos cosas que no me cierran del todo. El asunto de un documento que parece estar extraviado y el hecho que nuestro viejo amigo se lamentó mucho por un asunto; el no haberse podido despedir de ti y de otra persona. —; luego de eso, Russel repitió otro trago de Fanta a pesar de que estaba pálido, aunque con un metabolismo estaba con muchas ganas de quemar aquella inyección de azúcar.

—Y así, se puede decir que comenzó ese tema. Oliver pudo llevarse un documento, uno sumamente importante que motivó a su viejo jefe a llegar a un acuerdo con mucha gente y lejos de los problemas. —se quedaron en silencio unos segundos, para luego romperlo con unas fuertes risas.

—¡Si había alguien igual o más patán que yo en esos días, ese era el viejo Oliver! —matizó Josh, para luego retomar su comentario—, seamos honestos, no era precisamente una persona muy metida en las tendencias. Digo, creo que las evitaba las redes sociales como las feministas una camisa en una protesta; lo sé, es un mal chiste, hubiera quedado mejor una mezquita.

—Querido, te hubiera quedado mejor hacer ese chiste con fanáticos del anime y la costumbre de tomar baño. —indicó Melisa, mientras se servía lo que quedaba de la botella del refresco. —, entonces Oliver se fue. Si había alguien que representaba a los ebrios que esperan algo de la nudista.

Parte 6.

Una vez que la niñera se marchó, el trío conformado por el matrimonio H y Russel se encontraban en el jardín posterior de la casa. —¿Qué está haciendo ahora Russel? —preguntó Melisa extrañada.

—Corriendo, en sus propias palabras, tiene demasiada azúcar en su organismo y quiere agotarla. Ya que eso le genera problemas en la masa muscular o algo así. —respondió Josh, bastante calmado.

—Algo me dice que no es la primera vez que ustedes dos hicieron algo como esto en un tiempo remoto, pero tú no recuerdas plena y seguramente el líder de la banda Karma prefiere mantener el silencio. —agregó la señora H, mientras veía como se formaba una enorme mancha de sudor en la camisa del invitado—; todo el tema de la agencia esa me ha puesto a pensar un poco, la verdad.

Russel llegó jadeando a la mesa plástica y blanca donde estaban sus amigos, el sudor ahora estaba expandido por toda la camisa.

—Creo que esto será suficiente, pero ¿es prudente hablar nuevamente del tema de nuestro viejo amigo? No sé si les comenté que esta semana hice unas reparaciones en el spa para rehabilitación llamado Valle Verde. La cuestión es que uno de los pacientes estuvo hablando conmigo sobre ese asunto.

Aquel paciente respondía por el nombre de Henry Gibson, uno de los tantos ex presentadores de MTV que prolongó su estadía bajo el reflector y las cámaras con un libro sobre sus memorias en aquel canal, una vez dedicado a los videos musicales.

—Gibson estaba seguro de una cosa, que aquella agencia estaba luchando contra la agenda de lo políticamente correcto y que tu antiguo manager podría tener un documento a primera vista, insignificante. Pero que indica un montón de cosas raras y sin sentido que no escuché plenamente.

—¿Estabas martillando cuando te tocó escuchar tantas paparruchas? —preguntó el dueño de la casa, con una sonrisa en la cara.

—¿Por error le subiste al volumen de las canciones del rock cristiano por error?

—¡No y no! Estaba allí, ya que me pidieron un presupuesto para limpiar la piscina, Gibson me comentaba cosas y yo estaba revisando el filtro y me enteré de que el señor en cuestión tomó muy mal cuando quebró su negocio, una página web dedicada a vender máscaras para el día de brujas y fiestas de universitarios. Lo sé, todo un emprendedor exitoso.

—Conociendo a Hollywood como lo conozco, esto puede empeorar y estará relacionado de alguna no solo con Oliver sino con alguien más. Aunque, lo he discutido por muchos días con mi querida esposa unirnos a esa gente que está dejando el estado de California; hasta mi hermano quiere dejar Nueva York, algo que pensé que no iba a pasar y él se ha caracterizado por ser el sensato de la familia.

Sin Forma 3 de 3

La explosión de lo que una vez fue mi hogar me hizo recordar al japones a quien se le olvidó el sentido común, cuando le pareció una buena idea hacer del suicidio algo escandaloso. Por alguna razón, todo ese recuerdo vino acompañado, había servido con el hermano mayor de Albert, quien regresó al país en una urna; nuevamente estaba viendo el ciclo de destrucción repetirse.

Margaret por su lado, se desplomó y rompió en llanto. Pero ¿A dónde podíamos ir? Todo lo que conocíamos estaba siendo devorado y pareciera que aquella tragedia era algo indiferente para algún poder superior.

—¡Neil, Margaret! ¡No saben lo que me alegra verlos vivos! —exclamó el doctor Thomas—, tenemos mucho de qué hablar.

Aquel particular científico nos lo encontramos recorriendo el pueblo, siendo acompañado por dos militares y en un todoterreno que hacía juego con los uniformados. En cosa de minutos, fui separado de Margaret y terminé en un improvisado hospital; allí me hicieron los exámenes de rigor, incluso me alimentaron e hidrataron.

Pero no podía hacerme el desentendido, ya que aún podía escuchar las detonaciones, los heridos que llegaban y los médicos que corrían de un lado a otro.

—¿Cómo te sientes, Neil? —me preguntó el doctor Thomas. —, el sacrificio de Albert no fue en vano. Creo que es una buena noticia, se aseguró que ese vástago no regrese; pero déjame decirte que no fue la dinamita lo que ajustó las cuentas o al menos, eso dice la primera impresión. Los extintores contra incendios ayudaron; aunque como fue una versión juvenil (por decirlo de alguna manera) la duda que yace es saber si va a funcionar con el adulto.

—Hacer una prueba de campo de esa teoría y en este momento no es muy inteligente, doctor. Aunque yo debo preguntar ¿queda otra opción? Una que no recuerde ciertas bombas, si me toca ponerme quisquilloso.

—Quizás por eso, aquel ser viaja por el vacío del espacio dentro de un meteoro. Te iba a preguntar si recuerdas algo de esa piedra espacial, pero creo que reformular la pregunta ¿notas algo raro?

—No soy geólogo, doctor. Pero me atrevo a comentar que esa roca tiene un extraño patrón y es uno que parece que estuviera exponiendo algo sobre lo que hay dentro.

El doctor afirmó con la cabeza, no era la primera vez nos tocaba pasar por una conversación en la cual ciertas palabras estaban de sobra. En muchas ocasiones, me sorprendía las cosas de las que el doctor tenía su autoría y esa era una de aquellas.

—Toma en cuenta lo que te voy a decir, Neil. Por decirlo de alguna manera, lo que sea que está allí escrito debe ser un asunto serio o quizás sea un mensaje parecido a esos discursos previos que dan los boxeadores antes de una pelea; o al menos esa es la impresión que me da todo, aunque eso dice mucho, de manera indirecta, de la civilización que haya inventado ese ser.

—No quiero llevarle la contraria, doctor ¿ha pensado en la posibilidad que esas escrituras sean una advertencia sobre lo que estaba allí adentro?

—Yo ya le propuse eso al doctor. —comentó Margaret, quien estuvo cerca todo aquel tiempo—, yo creo firmemente en esa posibilidad. Pero no importa el tono de lo que sea que estuviera allí escrito, creo que se puede concluir que tanto la civilización que es la responsable de ese ser, como la de que lo encerró…pues nos superan ampliamente.

Evacuar al pueblo no iba a ser una tarea sencilla ni tampoco una medida suficiente, detener al vástago de la criatura había costado algo más que la casa de mis viejos, así que al progenitor se iba tomar como un tema que iba a dar muchas vueltas.

Ni Albert merecía aquel final, mucho menos, el resto de los habitantes de San Javier. Pero ¿Qué podíamos hacer? Defendernos de la agresión estaba conduciendo a algo peor que unos edificios dañados; claro que era la respuesta natural e incluso hasta la lógica que nuestra especie iba a da. Incluso asumiendo las peores consecuencias de aquella acción.

¿Teníamos más opciones? Ya no era un asunto relacionado con la propiedad, era algo más básico y se llamaba sobrevivencia, uno de los juegos más practicados por nuestra especie desde aquel día cuando llegamos al planeta y desde aquel día comprendí que había algo que nos podía sacar de aquel juego con suma facilidad.

Nos evacuaron finalmente, en un helicóptero, pero tuve la particular desgracia en ver como los uniformados de verde oliva les dio por usar la creatividad. Un avión bombardero soltó lo que parecía litros y litros de la espuma que estaba contenida en los mencionados extintores contra incendios.

Cuando aquello sucedió, se hizo notorio un grito de dolor emitido por la criatura; pero la misma pareció ya no querer seguir haciendo de las suyas, después de aquel particular ataque. Ya no estaba vivo, al menos eso parecía, y noté (al menos eso parecía) que el engendro se estaba desinflando con la misma velocidad con la que había crecido.

Una pregunta se formó mientras estaba viendo aquello ¿Por cuánto tiempo estaría así? Algo me decía que el terror que había causado ese ser solo podía ser condensado y que aquello solo había servido como un mero acto de apertura.

*

Después de aquellos hechos, la distancia entre Margaret y yo se tomó un segundo matiz. Se sumaron kilómetros a aquella dañada relación, al punto en que llegué a pensar que se había olvidado de todo; a mi me asignaron a otro pequeño pueblo. Tan idílico y calmado como una vez fue San Javier, pasaron los días hasta el punto de que la gente me nombró el jefe de la policía local.

Pero, por momentos, a mi mente le daba por recordar aquellos hechos y mi ciclo de sueño se rompió, al punto que había comprometido mi desempeño laboral.

Al alcalde de la localidad en donde trabajaba le pareció buena idea que fuese a la gran ciudad que estaba más cerca, el burócrata conocía a un psicólogo que podía ayudarme con ese y yo pensé que me estaba mandando para ese consultorio para darme un día libre.

—Creí que no te volvería a ver, Neil. Mira que ha pasado rato.

—¡Margaret! Yo sabía que esa cara se me hacía familiar ¿cómo has estado en estos días?

—No me quejo, la verdad.  Y ¿puedo saber que te trae por aquí?

—Una visita a un psicólogo, cosa de rutina. Yo debo hacerte la misma pregunta, Margaret.

La otra sobreviviente de aquel hecho me puso al corriente, se había convertido en la ayudante del doctor Thomas hasta que pudo ponerse a la par; la investigación científica se convirtió en su tema predilecto; pero lo que me contó posteriormente me sorprendió y no precisamente para bien.

—Hace tres años yo tuve un problema similar al tuyo. No me pongas esa cara, aunque quito razón en ponerla, ya que fue algo que estuvo muy relacionado con esos hechos que vivimos.

Margaret comenzó a contarme esos hechos, tres años atrás una de las tantas agencias gubernamentales recuperó una muestra de aquel engendro; algo que no se le hizo muy complicado, ya que había muchos rincones de donde elegir con pedazos de aquel azote.

—Antes de morir, el doctor Thomas me heredó una investigación que hizo, fue una que me tocó concluir. A pesar de todos los pesares e incluso temores. Yo no sé qué estuvo pasando por la cabeza de mi mentor cuando comenzó con esa investigación, más cuando parece que había mucho más en ese patrón de lo que parecía a simple vista.

Hizo una pausa, tragó amargo y era notorio que estaba sacando un tema tanto turbio y que no tenía una respuesta clara.

Sin forma 2 de 3

—Me atrevo a afirmar que esa criatura tiene una temperatura interna bastante alta, como se hace evidente en muchas de las desdichadas víctimas. —informó el doctor. —; así como debe tener propiedades ácidas. En resumen, es una pésima mezcla que aprendió a gatear.

—Todo eso es muy interesante, doctor. —respondí secamente. —; pero yo voy a asegurarme que esa cosa no vaya a comerse a mis viejos; yo aquí me bajo, jefe. Si en el camino veo a Albert y a Margaret me voy a asegurar que estén cumpliendo con lo que lo dijeron que iban a hacer.

—Yo, por mi parte, voy a llevar al doctor con el jefazo militar de seguro le será de utilidad. Por tu parte, más te vale llevarte el radio, muchacho. —agregó el jefe. —, estoy que habrá un punto para llevar a los civiles en alguna parte. Allí nos vamos a encontrar.

Las detonaciones seguían, esos ruidos se mezclaban con el de los gritos. Aunque escuché uno, que se hizo muy notorio que no era humano el emisor de este ¿aquella pregunta fue quien lo emitió aquel desgarrador grito? Por alguna razón, aquello me motivó a correr lo más rápido que podía en lo que una vez fue una tranquila calle en donde mis padres vivían.

Yo tuve un pequeño departamento bastante humilde en lo que una vez fue el vibrante centro del pueblo, estaba aún nuevo y no ha desempacado todo y seguramente, apenas podía decir que apenas quedaba algo de aquella propiedad.

¿Qué era esa cosa? Me pregunté, pero esa duda pronto pasó a segundo plano cuando vi la casa de mis padres con un enorme agujero en la pared frontal. Y entré, solo para encontrarme el interior devorado por el caos. Grité, clamando por mis padres; escuché otra detonación, luego una segunda y recordé que mi viejo había hecho unos arreglos en el sótano de la casa y ¿cómo me iba a acercar a esa puerta?

Me acerqué, recordando esos días en una de las islas del Pacífico evitando balas y llegué al jardín trasero solo para luego una tercera detonación más potente apareció. Nerviosamente traté de abrir la puerta que daba al sótano y pocos segundos después sentí que había dos personas que me estaban ayudando y para mi sorpresa, eran Albert y Margaret; pocos segundos después la puerta cedió y entramos lo más rápido que nos permitieron nuestras piernas o al menos, las mías.

Otra detonación se escuchó y en esa oportunidad, se sintió mucho más cerca en comparación con las anteriores.

—Vamos a necesitar una linterna, oficial. — escuché decir a Albert.

—No es momento para ese tono, Albert. —respondió Margaret.

—Y ¿Qué los trae por estos rumbos? —les pregunté—, esto es raro. Parece que aun funcionan los postes de luz y yo recuerdo que mi viejo hizo lo necesario para que una situación como esta, no fuese una sorpresa.

—Creo que tu señor padre, así como muchos otros, no consideró una situación como la que estamos. —comentó Margaret. —; y es momento de decir que esto de evacuar a la gente no ha sido sencillo. Le tocaba a esta casa, la verdad sea dicha.

Por alguna razón, sentí que en aquella noche aquel sótano era más grande como lo recordaba y mi confiable linterna apenas sacudía la oscuridad reinante. Quería creer que de un momento a otro mis padres iban a salir de cualquier sótano y me iban a quitar un peso de encima, pero había algo más que estaba pasando mucho más cerca de lo que creía.

—¿No se han dado cuenta que el suelo está resbaloso? —preguntó Albert.

—Yo no quería mencionar algo al respecto. Pero se me adelantaron. —comentó la que era profesora de la escuela del pueblo. —, aunque creo que este líquido no sea agua con jabón.

En pocos segundos, nuestras dudas fueron macabramente respondidas ya que ante nosotros apareció una especie de vástago del mismo engendro que estaba causando tantos estragos; siendo la más notoria y grotesca diferencia era que ese que teníamos en frente, era una especie de gelatina transparente. Con horror pude ver el destino que tuvieron mis padres, algunos de los vecinos y el final que cualquiera de los tres podríamos tener en solo con el pasar de unos segundos.

Pero ¿A dónde podíamos correr? Era evidente que aquel ser nos tenía arrinconados y que a pesar de que carecía del sentido del oído y del olfato, se moría por darnos un buen bocado. Hicimos lo que cualquier presa acorralada haría, esconderse.

Yo tenía cierta ventaja, ya que conocía el terreno, pero no oculté le hecho que estaba preocupado por los otros dos; yo recordé que mi padre había ocultado su rifle de cacería en el sótano ¿pero en dónde? Un grito rompió el frágil silencio, Albert fue descubierto y estaba haciendo lo que mejor sabia hacer, gritar con frenesí.

—¡Suéltame la pierna, basura! —luego de eso, se escuchó un golpe seco, parecido al que haría una pala en situaciones como esa. —¡Toma eso! ¡No me vas a comer!

Luchaba desesperado, presa del miedo al igual que yo. Por alguna razón, el terror de ver aquella escena me había congelado ¿Por cuánto tiempo? traté de sacudirme ese letargo, tenía que encontrar algo ya que ¿Quién podría ser el siguiente? ¿Podía ser yo o podía ser Margaret? Pero el corredor seguía luchando, dando golpes y gritando de dolor.

Un disparo extrañamente trajo algo de calma, el confiable rifle de cacería de mi padre yacía en mis manos y todo indicaba que el vástago ya no iba a causar más problemas. Margaret se acercó a su novio para levantarlo, se notaba que su relación iba en serio. Pero debo reconocer que el rebelde se ganó mi respeto, luego de aquel suceso.

—Ese bastardo me quemó la pierna izquierda. —indicó Albert casi con un timbre de voz. —, yo sé que se ve bastante mal.

—Yo conseguí un botiquín de primeros auxilios. Aunque voy a necesitar un poco de ayuda por aquí. —ordenó la que fuese la profesora y me tocó seguir aquella orden, como lo hacía cuando estábamos juntos.

—Puedes romper en llanto, Albert. No hay problema alguno, vamos que no eres tan pesado como creí que eras; en algún lado debe haber un hospital en donde podemos arrojarte para que te compongas, si eso es posible.

Margaret no dijo nada, pero esa mirada suya era mortal; así que no le costó mucho en romper el pantalón de Albert, pero su pierna izquierda estaba repleta de quemaduras, así como de costras. Honestamente, llegué a pensar que lo mejor que le podían hacer era amputarle el miembro, ya que parecía que no tenía remedio, con una prótesis quizás podía dejar sus tonterías.

—Hice lo que pude; lo que hay que buscar es un doctor. Ya que mi curso en primeros auxilios me ayudó nuevamente, en esta oportunidad. —comentó Margaret. —; te va a tocar llevarlo, Neil. Con esa pierna a duras penas podrá mantenerlo de pie y no quiero una de sus niñerías ya que es evidente que no estamos para eso. Quiero creer que está más que claro.

—Mira que ponerme a elegir entre llevarme el rifle y ayudar al desarrapado este, bien…al mal rato, darle prisa. —comenté. Por la cara que puso el rebelde se evidenciaba que tampoco estaba muy animado; pero como bien había indicado Margaret, no había otra alternativa.

A mitad de camino, el miedo de volvió a apoderar de nosotros. Ya que nuevamente la criatura se sacudió el letargo que le causé. Así que las ganas de comer seguían presentes y de nuevo emitió el ruido con el cual se iniciaba un grotesco segundo acto; pero ¿Qué podíamos hacer? Simplemente no teníamos las energías para volver a pasar por una persecución como la que nos había metido.

No importaba que tan duro se le disparase, parecía que las balas le hacían cosquillas.

—¡De esto me encargo yo! —exclamó Albert, para luego tomar el último cartucho de dinamita que le quedaba a mi padre. — ¡ustedes dos, salgan de aquí! Mira Neil, tu no esperabas esta jugada ¿verdad? Y tú, moco con mal de rabia ¡Aquí tengo algo que te va a causar una diarrea de la cual no te vas a recuperar!