Su extraño Valentín, muñeca pelirroja episodio 2


Parte 1

Los hábitos no los había perdido, seguían allí, así que lentamente estuve tratando de armar el perfil de Alfonso. No debía fiarme de lo que me dieron los uniformados, así como que, en más de una ocasión, la información de Dany que guardaba con celo estaba llena de elementos propios de él; a pesar de todo, no dejaba de ser uno de los muchos ciudadanos decepcionados del gobierno y que la vida del crimen le parecía mejor y más si alguien podía llenarle la cabeza de pájaros, mucho mejor.

Me aterró la idea de pensar que, en una situación similar, yo sería el que tuviera esos pájaros. Debía confirmar con mis propios ojos si el nuevo querer de Roxana no era otro que la dejaría encerrada en su cuarto, escuchando baladas del siglo veintiuno sobre los corazones rotos y escribiendo en su blog textos sobre la lluvia.

—¿Qué tal el primer día de trabajo, campeón? —me preguntó mi abuela al verme llegar.

—Nada mal, a pesar de que me dio un golpe en las finanzas. —fue mi respuesta.

—Yo temía que este día iba a llegar, Nick. Solo Dios sabe cuántas veces lo hablamos tu abuelo y yo; más ahora que las cosas están tan revueltas y no sabemos si a tu hermano menor lo puedan mandar de un momento a otra al frente.

Yo me salvé de la recluta, gracias a mi línea de trabajo, mi hermano menor no mucho hizo en ese tema. Desde que el almirante Kimura se le ocurrió la idea de probar sus fuegos artificiales en una de nuestras bases ubicadas en un atolón tropicalmente acondicionado para el cultivo de caña y la reparación de las naves militares, aquello fue tomado como un duro despertar; sumado al hecho que las cuentas de las reparaciones debían tener muchos ceros y no precisamente a la izquierda.

—¿Qué hay para la cena?

—No sabía que ibas a llegar tan temprano, así que corres con suerte. Tu abuelo hará la cena, pero no ha soltado prenda sobre lo que cocinará; en otros asuntos, la gata, esa que estas cuidando está embarazada ¡de nuevo! Deberías averiguar cuál de los gatos callejeros le hizo la gracia.

—Pensé que la vecina del piso treinta la mandó a esterilizar, al menos eso había creído.

—Si de mi dependiera, ya tuviera un hogar. Este lado de Brooklyn no es seguro para una madre soltera como ella. Quizás Roxana puede solucionar ese asunto.

—Tampoco es para tanto, abuela. Es una gata.

Parte 2

Finalizada la cena, me quedé hablando con mi abuelo. Mientras que mi abuela iba a alimentar a los gatos.

—¿No saldrás a hacer trabajo de campo? —me preguntó mi abuelo.

—No, debo ir lentamente con esto de retomar mi viejo empleo. Además, tengo que lo más decente posible a la cena en casa del señor Joaquín.

—Tu hermano me confirmó una noticia. Al tal José Frontera le cayó la recluta. Me huele a que es un asunto publicitario, con razón no habían escrito más de él; esto debo decirlo, tenías que regresar a tu negocio, naciste con ese don.

—¿Tú crees eso? Me refiero a lo de Frontera, no sé si sea material para ese mundo. Lo del regreso, pues me sale reunir dinero para una bicicleta; si es que quiero ahorrar en esto de movilizarme de un lado a otro.

—Vamos a ver si hay algo de Benny Goodman en algún rincón de la señal satelital. En otros asuntos ¿te conté aquella vez que le hice sangrar la nariz al famoso Rey de la fumigación? —negué con la cabeza. —, eso fue en el dieciocho, el palurdo me había contratado para un asunto con su departamento de ventas.

La lista de anécdotas de mi abuelo parecía no tener fin y aquella era una que contaba con un cierto deje de amargura y al mismo tiempo de heroísmo; ya que, para ese entonces Efraín ya tenía tiempo con un cinturón marrón en karate do, así como un temperamento fuerte. Una de esas mezclas que tiene su equivalente a tener un fósforo encendido cerca de un contenedor de gasolina. Todo eso, debajo de su tranquila sonrisa.

—El tipo ese me dijo una serie de incoherencias relacionadas con mi desempeño y le pedí que me viera en la calle. A los segundos, yo ya estaba con la postura llamada “la postura de la espada y escudo”; el bobo me lanzó un intento de golpe y mi respuesta llegó con dos. El segundo fue un zuki de derecha que aterrizó en su cara.

—Y ¿no tuviste problemas con ese asunto? Digo, ya que creo que, en ese entonces, las leyes laborales eran diferentes a las que tenemos ahora; además hay algo de fondo en todo aquello.

—Pues, yo estaba rodeado de mujeres y sabes bien que no soy del tipo que se propasa, pero allí conocí a alguien que me puso en contacto con tu abuela. Además, sabes bien que no soporto que estén diciendo cosas que no son y mucho menos sobre mí. Se salvó de un tercer y un cuarto ataque, gracias a eso pude montar la ferretería.

—Así como probar tu particular estilo de karate ¿no?

—También.  

Parte 3.

El día había llegado, era un primer acercamiento al sospechoso, se hacía en un terreno en donde no parecía ser muy querido; noté la tensión desde el momento en que Roxana entró con él a la sala. —Al, te presento a Nick. Creo que hay mucho que celebrar hoy.

—Y ¿puedo saber cuáles son los motivos para la celebración? — pregunté, aquello fue convertido en una disputa entre dos leones para saber de los dos rugía más duro.

—Pues, para dentro de quince días mi banda de jazz estará más cerca de codearse con las mejores. —respondió Al, en tono desafiante y buscando la aprobación de Roxana.

Desde su esquina, el señor Joaquín ni corto ni perezoso respondió. —Yo pensé que íbamos a celebrar la victoria de la corona inglesa en el Mar de la Tranquilidad.

—Lo mejor será que no metamos el acontecer actual; además ¿acaso se necesita un motivo para hacer una cena con las personas importantes que tenemos? — con ese comentario Roxana trató de cortar en seco la confrontación, yo me encontraba en el medio y me debía comportar como un gato de larga cola en un cuarto lleno de mecedoras.

—Dime Nick ¿a qué te dedicas? —me preguntó Al, tratando de ignorar lo que había hecho.

—Soy vendedor en un pequeño local familiar, una ferretería. Y ¿te gusta el jazz?

—Al punto que me considero el que será su próximo monarca. Antes estaba muy metido en el rock pesado y me di cuenta de que era un caballo de carreras muerto, había dejado de ser autentico desde hacía tiempo. Y ¿Cómo te va con eso?

—¿Las ventas? Hasta hoy, pues regulares. Trae comida a la mesa y es lo importante y aparte del mundo musical ¿a qué te dedicas estos días?

—Soy profesor de música, aunque tengo otras fuentes de ingresos; deberías venir un día al bar donde mi banda y yo acostumbramos a tocar, el local se llama Hipocampo.

—Pensé que había cerrado durante los días de la prohibición. —respondí, esperaba pacientemente cual iba a ser su reacción.

—No, quizás no plenamente; te voy a dar una tarjeta para que no se pongan payasos los de seguridad si decides pasar antes. Es bueno saber que aún hay gente trabajadora en este país y que el orgullo obrero y del pequeño comerciante no se han marchado, lástima que nadie comprende esos conceptos. —terminada la cena, Al me invitó a un local a jugar billar.

Parte 4

—En esa casa no se puede hablar de temas serios ¿no lo crees, Nick? Lamento decir que volviste a perder. No pasa nada, yo creo que no todos deben ser buenos en algo y yo ya encontré tu punto flaco; al menos no apostamos nada de valor.

—Pues sí, pero te aseguro que, si nos medimos en un honorable juego damas chinas, el resultado será otro. Y con temas serios ¿a qué te refieres?

—Los sucesos actuales. Tengo la opinión que cuando un líder le devuelve algo a la sociedad, hay un sector de esta que lo tildará de miles de cosas; incluso, va a escalar la disputa a niveles descontrolados. —sonaba convencido de sus propias palabras. Yo me mantuve callado, trataba de sacarle unas cuantas palabras más.

“¿Tendré las agallas para hacer la pregunta?” Esa duda creció cada minuto y me repetía el mantra que lo estaba conociendo y todo el asunto de soltar las bombas me iba a poner al descubierto. Pero considerando la velocidad con la que hablaba, solo era cuestión de tiempo para que él mismo sacase el tema a flote.

—No es la primera cena tensa que me ha tocado sobrevivir. Claro, no te voy a negar el hecho que me encanta esas breves peleas con el padre de Roxana, aunque tengo la doctrina personal de no rebajarme al nivel de esas personas que no pueden ocultar su falta de cultura ¿sabes?

—¿Te ha funcionado? —no le iba a soltar que su nivel intelectual era el que estaba en tela de juicio y más cuando se le buscaba pelea a un policía y no a uno cualquiera que estaba en el extremo opuesto de los comentarios venenosos; había sido muy afortunado de no haber terminado como colador.

—Voy a fumar, Nick ¿Qué te puedo decir? No por nada estoy por hacer historia y ¿Qué le quedará a él? Una pensión de retiro con pocos ceros a su favor y creo que estoy siendo demasiado amable con lo que le pasará.

—¿Qué hay de Roxana?

—Veo que te gustan las preguntas con trampa, pillo ¡eso me agrada! Pues, se habrá sacado algo parecido a un premio mayor en la lotería. Siempre y cuando comprenda una que otra cosa sobre mí; aunque eso es tema para otro momento y lugar.

Y siguió hablando, con alguna que otra interrupción de mi parte. Solo me faltaba por saber si era capaz de cumplir con todo aquello que estaba saliendo de su boca. Eso sí, se había aprendido muy bien el discurso que sus amigos pardos le enseñaron; le salía natural y mezclado con alguna cosa de su propia cosecha.  

Pero ¿en qué momento se había mezclado con esa gente?

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