Su extraño valentín, muñeca pelirroja episodio 4

—Jacob, tienes que regresar al precinto. Si Nick anda contigo que venga también. Tuve una entrevista con el actual jefe del sospechoso y lo mejor será que hablemos de eso en persona. —la voz del jefe era estridente, sonaba todo aquello que dijo más a una orden.

Una verdadera lástima, ya que aquel par siempre tenían algo interesante entre manos. Pero considerando que en cualquier momento el sospechoso o alguno de los que salían con él en la foto estaban por hacer de las suyas, era comprensible la premura.

—Como les dije anteriormente, pude sacarle una que otra cosa al jefe de Al ¡es un bastardo con suerte! A pesar del hecho que siempre empuja el asunto de montar un sindicato en esa empresa, el dueño lo reconoce como un buen empleado; le han insistido en que corte la relación laboral, pero el señor en cuestión le da miedo hacerlo. Y ¿Qué me dicen ustedes?

—Yo entrevisté a la exesposa—respondí, para luego tomar uno de esos vasos plásticos pequeñitos que estaban llenos de café—, no lo quiere ver ni en pintura. Al, es el propio caballo desbocado.

—Sousa no cree que vaya a hacer algo contra Estudio Capital. Dudo mucho que el gordo Dany tenga algo que valga la pena, recuerde el historial que se gasta el mal llamado crítico de cine. —agregó Jacob.

—Eso nos reduce el listado. Al hermano que aún lo soporta y quien sabe si algún compañero de su banda. —indicó el jefe. Sabía lo que estaba haciendo, no quería meter a Roxana en ese asunto, aunque yo pensaba diferente.

Me ofrecí a hablar con el mencionado hermano y quizás darle otra visita a Dany si es que había tiempo para tal asunto, por su parte Jacob haría lo propio con algún compañero de banda del sospechoso.

El hermano de Al vivía en el barrio de Harlem, un lugar no muy agradable para alguien que debía lidiar con él y con quien sabe que otra penuria. El invierno se sentía más crudo en esa parte de New York, incluso en el metro.

El señor en cuestión vivía en uno de los muchos edificios cuya construcción podía remontarse al siglo pasado, me sorprendió algo más. El hecho que no viviese en una planta muy alta. Me recordó los mentados “super bloques” de los que me habló una vecina que tiene un familiar en Caracas; un tipo de edificación que parecía ser nativa de aquella parte del mundo y que, en palabras de la vecina en cuestión, eran de lo más modernas y no tenían nada que ver con lo que se veía en la Gran Manzana.

—¡Momento! ¡Ya voy! Buenos días, señor ¿en qué puedo ayudarle? —ante mi apareció un señor con un bastón y la relación con Al se me hizo bastante evidente.

Parte 2

—Bienvenido señor Foster ¿en qué puedo ayudarle? —me preguntó con tono calmado. —, creo que está de sobra que le diga que pueda pasar. Me disculpa el desorden.

—Necesito de su ayuda y lamento meterme en un tema delicado.

—Ha venido a hablar sobre Al ¿cierto? Seguramente usted trabaja para la Ley ¡Yo sabía que este día iba a llegar de un momento a otro! ¿sabe? Y pensar que llegué a la conclusión que todo ese asunto de la música le ayudaría a enmendarse.

Aquella persona llevaba por nombre Alberto, era un veterano de la segunda guerra civil española y parecía ser una persona coherente y como que era quien se había tragado con todos los desmadres en los que se había metido su hermano menor.

—Mire, no es la primera vez que se mete en problemas serios. Pero quiero saber algo y por favor no se corte con los detalles ¿Qué tan grave es?

Mientras le contaba los episodios a los que tenía permiso en contar una duda me asaltó ¿habrá sido buena idea contarle todo aquello y haberle mostrado aquella foto? Su lenguaje corporal lo decía todo, a cada segundo las preocupaciones se le estaban aglomerando y todo eso me estaba golpeando en los riñones.

—Es bastante grave todo el problema en que su hermano se metió. Considerando las juntas que tiene actualmente y que se puede apreciar en la foto, es mi deber comentarle que un juez podría considerar eso como traición a la patria y ya saben cómo terminan los que le atribuyen ese crimen.

—¡Yo le insistí en que esos asuntos del orgullo obrero y la guerra justificada era un sin sentido! Aunque aquella era como hablar con un muro. Una coa fue todo eso que hizo durante su primer matrimonio, tan turbulento con esas ganas de estar en el ojo público, anhelando la fama…pero esto no tiene nombre.

—¿Siempre viene por aquí? —le pregunté. La empatía estaba de sobra, pero era necesaria y más con aquel hombre. Un tullido por algo más que un mal que afecta a los soldados.

—Solo cuando el dinero se le acaba o cuando le descubren alguna foto y le compromete todo el idilio en se metió para ese momento. Si, ese asunto de tener una opinión política parece que es lo nuevo en su arsenal; ojalá en algún momento pueda ver la luz y pensar en algo más que en las tonterías que tiene entre las orejas.

Una entrevista que salió corta y con pocos frutos, no había mucho más que preguntarle a aquel veterano.

Episodio 3

Al resultó ser otro artista seducido por la política, quizás el asunto podía derivar del hecho de algunos no compraron su arte y es que el gusto musical es uno de esos temas muy ligados a lo subjetivo; no importa si es jazz o el rock pesado, si a la lista de negativos agregas vinculación a los saboteadores ¿Qué puedo decir? Personalmente, se me hace difícil separar el artista de su arte.

En muchas ocasiones, esos activistas que se postraban ante unos tiranos eventualmente terminaban negando esos vínculos. Hasta la eventual llegada de otro tirano o un vendedor de humo al cual afiliares, es que no todo el mundo estaba dispuesto a soportar a alguien hablando sobre sus dotes artísticas sin dar una buena muestra del mismos, como un disco de oro o similar.

Dejé el hermano de Alfonso, aunque yo llevaba otra carga conmigo. Metí mi mano en mi abrigo y mi fiel pistola “Teresa” seguía cerca de mí; Harlem tenía un efecto muy particular en mí y era que las ganas que tenia de salir de aquel barrio se multiplicaban a cada segundo. Me subí el cierre de mi abrigo y me ajusté mi fiel sombrero, aunque lamentaba el hecho que ese Fedora no tuviera algo con lo que aferrarlo a mi cabeza.

Aquella particular sensación estaba conmigo desde mi llegada, para mi desgracia mutó en algo peor al momento en que dejé el edificio.

—Tienes agallas en pasar por aquí, Nick. —y mis temores fueron confirmados y esas palabras emitidas por un rostro al que conocía bastante bien.

—El asunto en donde estoy metido no te involucra, Harold ¿Se te hace complicado entender eso o la larga lista de apodos que tú mismo te colocaste no te lo permite ver claramente? —fue mi respuesta. Si, Harold Marconi fue uno de los tantos que arresté durante esos años previos a mi retiro.

Como era de esperar, tenía un pequeño séquito para cerrar el asunto de intimidar. El bobo principal se atrevió en atacar con un jab de izquierda, fácilmente esquivado y comió un cruzado de derecha que cayó cual bomba en sus costillas.

Le había agregado algo más a aquel contrataque, se había hecho evidente cuando Harold cayó al suelo con los ojos abiertos de par en par y con las piernas convertidas en gelatina.

El séquito, conformado por dos matones, estaban confundidos y no era para menos. No sabían si atacarme o ayudar a su jefe. Su duda les duró poco con el gruñido. —¡Ataquen, bobos! —comenzaron a rodearme, se les notaba el miedo.

Parte 4

La pelea fue detenida en seco. Parecía que otra figura se había subido al conflicto, al menos eso creí y más considerando el hecho que era ni más ni menos que Bartolomeo “Barry” Salvatore, otro de los tantos que no estaban muy contentos al verme y cuyo historial en el mundo del sindicalismo y contrabando le había llevado a chocar conmigo.

—¡Ya basta! —gritó Barry—; señor Foster no estoy contento en verle, pero seguimos en un país libre y lo mejor es que me aclare qué demonios es lo que sucede aquí.

—Su protegido fue quien comenzó esta pelea. Para mi desgracia, el caso en el que estoy trabajando me arrastró hasta acá. No vine aquí a remover el pasado y si me permite el comentario, corrió con suerte ya que solo usé mis puños.

Barry analizó cada palabra que había dicho, quizás con la intención de darle tiempo a aquel trio para un nuevo ataque.

—Comprendo, usted puede dudar de mi palabra. Pero lo invito a que venga conmigo a mi local; vamos a hablar y solucionar este problema ¿le parece? Comprendo plenamente que tenga sus reservas ¿al menos puede considerar la invitación que le estoy haciendo?

Acepté de mala gana y eso me llevó a un local pequeño, donde la comida italiana fluía de una mesa a otra.

—Lamento el comportamiento de Harold, es un dolor de muelas y no se tome en serio lo que dije en relación en verlo nuevamente; usted me hizo considerar un cambio a mejor en mi vida y creo que un humilde plato de espagueti en salsa boloñesa no es lo suficiente para compensar todos los malos ratos que le hice pasar.

—Entonces ¿dejó de lado el crimen? Si la pasta me convence, le tomaré la palabra. Tiene suerte, me convenció y con solo un primer bocado.

—Si, señor Foster. El crimen da frutos amargos y me costó aprender esa lección.

—Una verdadera lástima, hay unos saboteadores afiliados a cierto enemigo y me pidieron ponerle el guante a uno en concreto. Pensé que en el mundo de los muelles sabían una que otra cosa.

—Soy un hombre redimido, señor Foster. Creo que es evidente que corté todo vínculo con ese mundo, aunque si hablamos de ciertos personajes del acontecer actual, sé alguna que otra cosa que podría interesarle. Pero voy a necesitar un favor suyo a cambio.

—Habrá que negociar el orden de los factores. Al menos eso creo.

Su extraño valentín, muñeca pelirroja episodio 3

Ese domingo me dirigí a la comisaria, estaban de guardia Jacob y el jefe. Volver a caminar por aquel recinto me tenía tenso; se me notaba lo oxidado, para mi desgracia no los encontré en la oficina del forense, aunque solo me bastó con seguir el olor a cigarrillo que había captado. Yo tenía entendido que el jefe estaba haciendo lo que podía para dejar aquel vicio, aunque hay ciertas cosas que simplemente les cuesta morir.

—¡Que alegría verte muchacho! Y ¿Qué te trae por estos rumbos? —me preguntó el jefe.

—Necesito hablar con la que era la esposa del sospechoso. —respondí.

—Me debe el desayuno de mañana, jefe. Le dije que esa persona realmente iba a ser la primera en la lista. —replicó Jacob. —, dame un momento Nick. Ya te voy a dar esa información.

—A pesar del hecho de que perdí esa apuesta, debo reconocer el hecho que tienes el estómago de hierro. Soportar a ese ser tantas horas no debió ser fácil, voy a decirle a algún patrullero que te lleve hasta la casa de esa desdichada.

—Lo mejor será que vaya al pequeño local que lleva, jefe. Dudo mucho que la vaya a encontrar en su hogar, aquí tienes la información, Nick; si quieres tener una buena racha, lo mejor será que me esperes, voy a darle una vuelta a Parque Central y sus alrededores.

Jacob y yo dejamos el pequeño jardín, yo le escuché gritar algo en Yiddish y al cabo de unos minutos ya estaba lista una patrulla para partir.

—Nick, te presento a mi primo Abraham, va a estar de apoyo. Es un hombre de pocas palabras. —me indicó Jacob, me había tocado el puesto trasero para mi desdicha. No era precisamente un sitio cómodo para un viaje, por muy corto que fuese.

—¡Menos mal! De lo contrario, diría que, si no le gusta la Ley, debería meterse al mundo de la lucha libre.

—Campeón nacional por dos años seguidos en lucha grecorromana en Varsovia. —fue la respuesta que obtuve, casi a modo de telegrama.

—¡El mismo comentario hizo el jefe el día que lo conoció! Pues, te adelanto una idea que manejamos. De un momento a otro, estos saboteadores van a tener que manifestarse; le hemos soltado prenda a los sospechosos habituales que recorren los muelles y no quieren soltar mucho al respecto.

—¿Han dicho algo así sea de manera sutil?

—Personalmente, tiene que ver con el esfuerzo bélico, aunque parecen que están buscando un blanco.

Parte 2

—¿Qué le vio Roxana a ese ser? —me preguntó Jacob. No sé si fue a propósito o coincidencia, pero la trompeta de Miles Davis y su versión de “mi gracioso Valentín” estaba sonando.

—No tengo idea, Junior. Hay que agradecer que no ha dejado descendencia, pobres de las criaturas con semejante progenitor; este barrio solía ser tan activo, ahora es una sombra de lo que una vez fue. —comenté nostálgico por alguna razón.

Les pedí que me dejasen a pocas cuadras del local, se me había metido en la cabeza que aquella visita se debía sentir lo más natural posible. Al abrir la puerta del local me llevé una sorpresa, aun había gente muy interesada en pelucas y artículos para las fiestas. De repente, escuché las siguientes palabras y con un acento que la delataba como nativa de algún rincón del caribe. —¡No pienso pagar al seguro esa cuota! Lo dejé muy claro ese día cuando me reuní con su gerente.

—No trabajo para una empresa de seguros, mi visita tampoco está relacionada con ese tema y ni mucho menos con los artículos tan particulares que tiene para vender. —le respondí y pareció que mis palabras no causaron en ella el efecto que quería. Así que difícilmente podía asociar calma con esa persona.

—Déjeme decirle que ese sombrero tipo Fedora es muy usado por cobradores de seguro, pero ¿Qué lo trae por aquí?

—Soy Nick Foster, detective privado. Supongo que usted es Viviana Lanz ¿me equivoco?

—Si, mucho gusto. Y ¿en qué puedo ayudarle? Piense sobre lo que le dije del sombrero.

—He venido a hablar sobre su exmarido; hay mucho que decir sobre él y creo que se va a meter en un problema muy serio. —“parece que no es la primera vez que esta mujer escucha esa frase” pensé y la cara arrugada de Viviana era evidente.

—Como puede ver, estoy en un momento no muy oportuno para hablar de ese tema. Tengo un pedido que cumplir, lo cierto es que no voy a hacer muy amable ¿queda claro?

En ciertos círculos, Viviana era vista como una especie de ladrón de guante blanco y muy metida en el asunto de vender baratijas exóticas. Otra de las tantas personas que fueron muy vocales con una licitación que hizo Estudio Capital y que derivó en una larga serie de polémicas. —Llegó un momento en que simplemente no lo soportaba. A pesar del hecho de que él era el músculo de la relación.

Parte 3

—Y ¿en algún momento mostró algún interés por la política?

—Durante el tiempo que estuvimos juntos, no. Era el típico bohemio que ese tema le pudo parecer un asunto pueril; la música era lo suyo, luego estaba el tema de querer parecer superior intelectualmente ante la gente.

—¡Caramba! Me da a entender que usted era algo más que el cerebro de la relación ¿Cuándo fue la última vez que lo vio?

—Hace unos tres años, fue en la corte; aproveché en cerrar ese tema. Aunque la orden de alejamiento me pareció mejor, era eso o verlo cada cierto tiempo. Fue una de las mejores cosas que he hecho; claro, todo el tema de limpiar mi nombre se me hizo muy cuesta arriba desde aquel día.

—Entonces, esto es más por curiosidad personal ¿eso que me relató tiene que ver con Estudio Capital? Más de uno parece que no tiene una opinión muy favorable de esa gente.

—¡Efectivamente! Mire detective, por aquí no ha pasado. Sabe muy bien que no será recibido con los brazos abiertos. Quiero creer que desde el momento en que le coloqué esa orden, pues debió aprender a manejar el dinero ya que, desde su querida guitarra, pasando por los zapatos y su único traje, se los compré yo. —La entrevista no valía la pena darle largas, si eso era lo que opinaba la mujer que una vez lo amó. Seguramente, algo se había quebrado o liberado cuando esa relación llegó a su tan particular final y pudo darle riendas sueltas a ese comportamiento suyo. O quizás estuvo buscando algo con lo cual llenar ese vacío interno.

Dejé la tienda, pero me acompañaba la pregunta ¿Quién podía darme más detalles? Pasó por mi cabeza la idea de preguntarle a alguien mucho más cercano a Al, pero ¿quién? ¿Roxana? El asunto de limpiar la honra personal ya estaba un tanto usado para aquel entonces, para justificar alguna que otra ruptura de la ley, sabía bastante sobre el tema.

Estuve muy metido en aquella meditación, cuando Jacob se acercó a mí y me regresó a la realidad con las siguientes palabras. —¿Qué tal te fue Nick? Lamento asustarte.

—Pues, tengo una idea sobre lo que le pudo pasar por la cabeza al sospechoso, pero me gustaría hablar con otra persona.

—¿Algún nombre en particular? Seguramente la lista es mucho más larga, más si metemos el tema con Estudio Capital.

—Ya hablé con el gordo de Dany al respecto.

—Entonces, este es nuestro día de suerte ¿sabes? Conozco a alguien que nos puede ayudar.

Parte 4

Jacob le dijo algo a su primo en Yiddish, luego hizo una llamada y con eso la patrulla se puso en marcha. Yo tenía la costumbre de no hacer muchas preguntas cuando me tocaba viajar con los uniformados de azul; mucho menos me agrada indicarles que bajasen el volumen a la radio y que no hicieran tantas paradas para comer. Al menos Jacob, tenía un buen gusto musical y siempre me invitaba a lo que le hincaban el diente.

Llegamos a Queens, concretamente a un pequeño local y allí fuimos se encontraba ni más ni menos que Thomas Sousa, uno de los muchos guionistas del famoso estudio de filmación y cuya voz chillona era la otra razón de su fama.

—¿Alfonso Hart? Si lo recuerdo, había sido contratado para hacerle la banda sonora de una película; una que le costó a la cábala unos integrantes, patrocinadores e incluso unos cuantos espectadores.

—Pero ¿cree que eso lo haya empujado a comulgar con cierto tipo de personas? Me parece que eso es un salto de tiburón. —le comenté—, además, tengo entendido que usted tampoco se encuentra en buenos términos con la cábala. Tenemos un potencial criminal suelto, Sousa, considere eso por un momento.

—No lo veo atentando directamente contra la cábala. De eso, ya hay encargados a nivel interno del estudio; pero con respecto a esa gente que se la tiene jurada a mis empleadores, no son precisamente del tipo que hagan un sabotaje. Con que le vaya mal a una película es suficiente.

—Lamento diferir, Sousa. —intervino Jacob. —, ve estas fotos y seguro vas a considerar.

Y las fotos causaron el efecto que mi singular compañero estaba buscando. Por otro lado, mis entrañas confirmaron mis temores, ya que esa entrevista iba a extenderse y después el entrevistado le hizo una seña al camarero y comentó lo siguiente.

—¿Van a querer algo más? Que pague el departamento de administrativo de Estudio Capital. Pues, tengo que comentarles que no le voy a quitar el talento a Alfonso, pero creo que es un tipo que debería reconsiderar muchas cosas sobre sí mismo.

—No vamos a tomar nada, pero gracias por la invitación. —respondió Jacob.

—Lo mismo digo yo, aunque me parece que me faltó comentar algo. Ha sido un gusto conocerle ¿puedo pedirle un autógrafo? —le pregunté.

—Me pareció que se había demorado, detective. Aquí tiene, aunque si puedo averiguar algo más no duden en que estaré en contacto.

Su extraño Valentín, muñeca pelirroja episodio 2

Parte 1

Los hábitos no los había perdido, seguían allí, así que lentamente estuve tratando de armar el perfil de Alfonso. No debía fiarme de lo que me dieron los uniformados, así como que, en más de una ocasión, la información de Dany que guardaba con celo estaba llena de elementos propios de él; a pesar de todo, no dejaba de ser uno de los muchos ciudadanos decepcionados del gobierno y que la vida del crimen le parecía mejor y más si alguien podía llenarle la cabeza de pájaros, mucho mejor.

Me aterró la idea de pensar que, en una situación similar, yo sería el que tuviera esos pájaros. Debía confirmar con mis propios ojos si el nuevo querer de Roxana no era otro que la dejaría encerrada en su cuarto, escuchando baladas del siglo veintiuno sobre los corazones rotos y escribiendo en su blog textos sobre la lluvia.

—¿Qué tal el primer día de trabajo, campeón? —me preguntó mi abuela al verme llegar.

—Nada mal, a pesar de que me dio un golpe en las finanzas. —fue mi respuesta.

—Yo temía que este día iba a llegar, Nick. Solo Dios sabe cuántas veces lo hablamos tu abuelo y yo; más ahora que las cosas están tan revueltas y no sabemos si a tu hermano menor lo puedan mandar de un momento a otra al frente.

Yo me salvé de la recluta, gracias a mi línea de trabajo, mi hermano menor no mucho hizo en ese tema. Desde que el almirante Kimura se le ocurrió la idea de probar sus fuegos artificiales en una de nuestras bases ubicadas en un atolón tropicalmente acondicionado para el cultivo de caña y la reparación de las naves militares, aquello fue tomado como un duro despertar; sumado al hecho que las cuentas de las reparaciones debían tener muchos ceros y no precisamente a la izquierda.

—¿Qué hay para la cena?

—No sabía que ibas a llegar tan temprano, así que corres con suerte. Tu abuelo hará la cena, pero no ha soltado prenda sobre lo que cocinará; en otros asuntos, la gata, esa que estas cuidando está embarazada ¡de nuevo! Deberías averiguar cuál de los gatos callejeros le hizo la gracia.

—Pensé que la vecina del piso treinta la mandó a esterilizar, al menos eso había creído.

—Si de mi dependiera, ya tuviera un hogar. Este lado de Brooklyn no es seguro para una madre soltera como ella. Quizás Roxana puede solucionar ese asunto.

—Tampoco es para tanto, abuela. Es una gata.

Parte 2

Finalizada la cena, me quedé hablando con mi abuelo. Mientras que mi abuela iba a alimentar a los gatos.

—¿No saldrás a hacer trabajo de campo? —me preguntó mi abuelo.

—No, debo ir lentamente con esto de retomar mi viejo empleo. Además, tengo que lo más decente posible a la cena en casa del señor Joaquín.

—Tu hermano me confirmó una noticia. Al tal José Frontera le cayó la recluta. Me huele a que es un asunto publicitario, con razón no habían escrito más de él; esto debo decirlo, tenías que regresar a tu negocio, naciste con ese don.

—¿Tú crees eso? Me refiero a lo de Frontera, no sé si sea material para ese mundo. Lo del regreso, pues me sale reunir dinero para una bicicleta; si es que quiero ahorrar en esto de movilizarme de un lado a otro.

—Vamos a ver si hay algo de Benny Goodman en algún rincón de la señal satelital. En otros asuntos ¿te conté aquella vez que le hice sangrar la nariz al famoso Rey de la fumigación? —negué con la cabeza. —, eso fue en el dieciocho, el palurdo me había contratado para un asunto con su departamento de ventas.

La lista de anécdotas de mi abuelo parecía no tener fin y aquella era una que contaba con un cierto deje de amargura y al mismo tiempo de heroísmo; ya que, para ese entonces Efraín ya tenía tiempo con un cinturón marrón en karate do, así como un temperamento fuerte. Una de esas mezclas que tiene su equivalente a tener un fósforo encendido cerca de un contenedor de gasolina. Todo eso, debajo de su tranquila sonrisa.

—El tipo ese me dijo una serie de incoherencias relacionadas con mi desempeño y le pedí que me viera en la calle. A los segundos, yo ya estaba con la postura llamada “la postura de la espada y escudo”; el bobo me lanzó un intento de golpe y mi respuesta llegó con dos. El segundo fue un zuki de derecha que aterrizó en su cara.

—Y ¿no tuviste problemas con ese asunto? Digo, ya que creo que, en ese entonces, las leyes laborales eran diferentes a las que tenemos ahora; además hay algo de fondo en todo aquello.

—Pues, yo estaba rodeado de mujeres y sabes bien que no soy del tipo que se propasa, pero allí conocí a alguien que me puso en contacto con tu abuela. Además, sabes bien que no soporto que estén diciendo cosas que no son y mucho menos sobre mí. Se salvó de un tercer y un cuarto ataque, gracias a eso pude montar la ferretería.

—Así como probar tu particular estilo de karate ¿no?

—También.  

Parte 3.

El día había llegado, era un primer acercamiento al sospechoso, se hacía en un terreno en donde no parecía ser muy querido; noté la tensión desde el momento en que Roxana entró con él a la sala. —Al, te presento a Nick. Creo que hay mucho que celebrar hoy.

—Y ¿puedo saber cuáles son los motivos para la celebración? — pregunté, aquello fue convertido en una disputa entre dos leones para saber de los dos rugía más duro.

—Pues, para dentro de quince días mi banda de jazz estará más cerca de codearse con las mejores. —respondió Al, en tono desafiante y buscando la aprobación de Roxana.

Desde su esquina, el señor Joaquín ni corto ni perezoso respondió. —Yo pensé que íbamos a celebrar la victoria de la corona inglesa en el Mar de la Tranquilidad.

—Lo mejor será que no metamos el acontecer actual; además ¿acaso se necesita un motivo para hacer una cena con las personas importantes que tenemos? — con ese comentario Roxana trató de cortar en seco la confrontación, yo me encontraba en el medio y me debía comportar como un gato de larga cola en un cuarto lleno de mecedoras.

—Dime Nick ¿a qué te dedicas? —me preguntó Al, tratando de ignorar lo que había hecho.

—Soy vendedor en un pequeño local familiar, una ferretería. Y ¿te gusta el jazz?

—Al punto que me considero el que será su próximo monarca. Antes estaba muy metido en el rock pesado y me di cuenta de que era un caballo de carreras muerto, había dejado de ser autentico desde hacía tiempo. Y ¿Cómo te va con eso?

—¿Las ventas? Hasta hoy, pues regulares. Trae comida a la mesa y es lo importante y aparte del mundo musical ¿a qué te dedicas estos días?

—Soy profesor de música, aunque tengo otras fuentes de ingresos; deberías venir un día al bar donde mi banda y yo acostumbramos a tocar, el local se llama Hipocampo.

—Pensé que había cerrado durante los días de la prohibición. —respondí, esperaba pacientemente cual iba a ser su reacción.

—No, quizás no plenamente; te voy a dar una tarjeta para que no se pongan payasos los de seguridad si decides pasar antes. Es bueno saber que aún hay gente trabajadora en este país y que el orgullo obrero y del pequeño comerciante no se han marchado, lástima que nadie comprende esos conceptos. —terminada la cena, Al me invitó a un local a jugar billar.

Parte 4

—En esa casa no se puede hablar de temas serios ¿no lo crees, Nick? Lamento decir que volviste a perder. No pasa nada, yo creo que no todos deben ser buenos en algo y yo ya encontré tu punto flaco; al menos no apostamos nada de valor.

—Pues sí, pero te aseguro que, si nos medimos en un honorable juego damas chinas, el resultado será otro. Y con temas serios ¿a qué te refieres?

—Los sucesos actuales. Tengo la opinión que cuando un líder le devuelve algo a la sociedad, hay un sector de esta que lo tildará de miles de cosas; incluso, va a escalar la disputa a niveles descontrolados. —sonaba convencido de sus propias palabras. Yo me mantuve callado, trataba de sacarle unas cuantas palabras más.

“¿Tendré las agallas para hacer la pregunta?” Esa duda creció cada minuto y me repetía el mantra que lo estaba conociendo y todo el asunto de soltar las bombas me iba a poner al descubierto. Pero considerando la velocidad con la que hablaba, solo era cuestión de tiempo para que él mismo sacase el tema a flote.

—No es la primera cena tensa que me ha tocado sobrevivir. Claro, no te voy a negar el hecho que me encanta esas breves peleas con el padre de Roxana, aunque tengo la doctrina personal de no rebajarme al nivel de esas personas que no pueden ocultar su falta de cultura ¿sabes?

—¿Te ha funcionado? —no le iba a soltar que su nivel intelectual era el que estaba en tela de juicio y más cuando se le buscaba pelea a un policía y no a uno cualquiera que estaba en el extremo opuesto de los comentarios venenosos; había sido muy afortunado de no haber terminado como colador.

—Voy a fumar, Nick ¿Qué te puedo decir? No por nada estoy por hacer historia y ¿Qué le quedará a él? Una pensión de retiro con pocos ceros a su favor y creo que estoy siendo demasiado amable con lo que le pasará.

—¿Qué hay de Roxana?

—Veo que te gustan las preguntas con trampa, pillo ¡eso me agrada! Pues, se habrá sacado algo parecido a un premio mayor en la lotería. Siempre y cuando comprenda una que otra cosa sobre mí; aunque eso es tema para otro momento y lugar.

Y siguió hablando, con alguna que otra interrupción de mi parte. Solo me faltaba por saber si era capaz de cumplir con todo aquello que estaba saliendo de su boca. Eso sí, se había aprendido muy bien el discurso que sus amigos pardos le enseñaron; le salía natural y mezclado con alguna cosa de su propia cosecha.  

Pero ¿en qué momento se había mezclado con esa gente?

Su extraño Valentín, muñeca pelirroja. Episodio 1

Cuando se acercó blandiendo su navaja como demente, supe que no tenía otra opción y lo vi caer al frío suelo, como un perro y segundos después de haber disparado. Pero no solo era eso, los temblores habían regresado y recordé que me faltaba la sangre fría, ese vital elemento tan necesario para poder mantenerse en el negocio del detective privado.

—No te angusties, muchacho. Muerto el perro se acaba la rabia. Y la verdad es que tampoco era material de presidio. —fueron las palabras del jefe del precinto, el señor Joaquín mientras las patrullas anunciaban su llegada.

Aquel frío veintitrés de noviembre de dos mil novecientos cuarenta se había limpiado un poco los muelles de la ciudad, cuando un grupo de saboteadores fue desarticulado y con una baja entre los arrestados. Así que, para mí, aquella noche ya la guerra ya era un asunto al cuál tomarlo de manera personal.

—Tenían que ser bastante molestos, para que los sospechosos habituales que corren por aquí hayan querido echarnos una mano. —indicó Jacob Cohen Jr., Junior para los amigos y el segundo al mando del señor Joaquín.

—¿Quién lo diría? Patriotismo en lo peor de nuestra sociedad. Junior ¿todos los integrantes del aquelarre están listos para la cárcel? — preguntó el jefe.

—Están listos para el traslado, jefe. Fue buena idea que te hayan sacado del temprano retiro, Nick. —me indicó Junior—, quizás el apodo te queda como un guante, el hurón. Supiste como sacar de su madriguera a estos esperpentos. Jefe, le recuerdo que mi informe se va a demorar; la orquesta de jazz con la que toco hace su debut mañana.

—¿La Orquesta Paraíso va a seguir? De tal padre, tal hijo. No te preocupes, ya habrá cosas más serias y más aquí en la gran manzana. Me imagino que eres el responsable del clarinete.

—Y mi primo Abraham toca la batería. Ya sabe, el agente que no ha perdido su acento de Neo Europa Oriental y habla en Yiddish cuando se queda sin palabras.

Nick Foster, el hurón, había regresado aquella noche; pero al costo de dispararle a quien consideré un amigo a pesar del poco tiempo que lo llevaba conociendo ¿Se lo merecía? Era una pregunta que me estuvo carcomiendo la cabeza incluso mucho tiempo después de aquellos hechos; pero tratando de hacer algo de paz conmigo mismo digo que sí.

Pero no por razones vinculadas al patriotismo o mi deber moral, se lo merecía por ser un completo cobarde, por haber maltratado a Roxana. Era ese extraño tipo de traidores a la nación cuya defunción apenas si fuese mencionada por los medios de comunicación.

Parte 2

Y ¿cómo me vi involucrado en todo aquello? Muchos meses atrás, exactamente en marzo, trabajaba en la ferretería de mi abuelo Efraín y parecía que iba a ser un sábado como cualquier otro; es decir, con bajas ventas y mucho aburrimiento. —Buenas tardes…oh, es usted señor Joaquín. —escuché a mi abuelo decir, cuando el cascabel de la puerta sonó. —¿Qué lo trae por aquí?

—Buenas tardes, señor Efraín. He venido a hablar con su nieto.

—¿Cómo está señor Joaquín? ¿Problemas para entender a los cripto activos?

—No, muchacho. Vengo por un asunto un poco más serio, uno que sería mejor hablarlo en privado. —“así será de grave el asunto” pensé y no era el único, ya que mi abuelo comprendió todo y en pocas palabras. Minutos después, subimos a la oficina del contador la cual era el lugar donde se podía hablar de asuntos importantes.

—No hay café, señor Joaquín; así que iré al grano ¿Qué clase de tema quiere hablar conmigo? Le puedo ofrecer agua.

—Yo también me dejaré de rodeos, muchacho. Hay un imbécil que corteja a mi hijastra y quiero que lo investigues; habrá algo más que una buena paga en medio de todos los problemas. Adicional a eso, te vas a encargar de confirmar mis temores. Y con agua será más que suficiente.

—Sabe muy bien que me retiré como detective privado, señor Joaquín. Además, estoy seguro de que cualquiera de sus muchachos uniformados podrá encargarse de eso y mucho mejor que yo ¿no lo cree? Voy a servirle un poco de agua, entonces.

—Lamento diferir en eso, muchacho. Esto no se trata de un mujeriego cualquiera, ni de un contrabandista, ya que es un tema bastante más serio; ve estas fotos para que te des una idea. —Y le di la razón, allí estaba él, compartiendo con personas no muy agradables. Simpatizantes de los pardos que (hasta no hacía mucho) se les había visto haciendo de las suyas en Times Square.

Durante unos cuantos segundos reinó un silencio, pero fue un asunto breve ya que fue roto con una intervención del viejo amigo de mi abuelo y uno de nuestros particulares vecinos. —Entonces ¿es suficiente eso para sacarte de ese retiro, muchacho? O ¿quizás te está matando la curiosidad conocer la cifra de tus honorarios?

—Deme un acercamiento a la cifra, debo comentarle que todo esto ha despertado mi curiosidad. Voy a necesitar un poco más de información, en concreto sobre el don Juan Tenorio, señor Joaquín.

—Le diré a Jacob que se ponga con ese tema.

Parte 3

A los pocos minutos, me hicieron llegar el archivo en cuestión, no podía esperar mucho del galán, pero ¿Quién podía darme un poco más de información que necesitaba? Por mi cabeza pasó el nombre del gordo Dany; un cronista de blog que anhelaba codearse con sus colegas en Columbus Circo, pero debía conformarse con deambular por el barrio de Brooklyn y sus bares.

—¿Así que saliste del retiro, Nick? Debe ser por algo serio y más para que vengas a pedirme un poco de orientación ¿beberás algo?

—Tampoco es para tanto, Dany. Si invitas, no me quedará de otra que aceptar y veo que no te ha afectado la economía por lo que noto y me toca ir al grano ¿Qué sabes de Alfonso Hart?

Dany tragó fuerte y el único ojo que le funcionaba delató algo, lo confirmé con la respuesta que me dio.

—Un guitarrista de una prometedora banda de jazz, un tipo al que le he ocultado unos cuantos asuntos. Me parece que está un poco descarriado estos días ¿sabes? Con tal que no esté metido en problemas, lo agradeceré.

—Lamento decirte que puede estar cerca de unos cuantos y del tipo serio, gracias por la bebida, Dany. Considerando su perfil, pues parece que es lo único que sabe hacer; tenía tiempo sin beber brandy y ¿se puede saber que le escondiste?

Dany metió su mano en el tazón repleto de maní y los devoró con locura, un espectáculo grotesco de ver ya que aquello pertenecía más ser parte de una escena de una película de terror que un acto del autonombrado “crítico de cine y jazz callejero”.  Hasta los animales del zoológico tenían mejor etiqueta que él.

—¿Cuánto hay para eso, Nick? Te haré una rebaja por esta esta ocasión, ya que debes estar corto de dinero. Necesito una nueva cámara fotográfica y vi una a buen precio; esta es la cifra, viejo amigo.

Era una cifra de un dígito, considerable para ser honesto. Pero nada que con algo de esfuerzo se fuese a recuperar.

—Un matrimonio tormentoso que terminó con una orden de alejamiento. Al parecer se quiere vender como un don Juan, parece que su ex no es la única que lo quiere recibir con un objeto contundente en las manos. Esas amistades tuyas te van a pasar factura, Dany; y como conexión contigo, un trago amargo con Estudio Capital.

—Lo dice el detective privado que se ganó el desprecio de algunos taxistas, obreros de construcción y hasta mesoneros. Pero dime una cosa ¿puedes nombrar a alguien que no haya tenido un problema con esos engreídos?

Parte 4

Terminada la reunión, hice un viaje en metro con rumbo a mi hogar. Mi pistola “Teresa” viajaba conmigo, pero seguramente no era la única arma que viajaba en ese vagón; Roxana se encontraba entre los pasajeros y se acercó a mí.

—Hola Nick ¿estabas haciendo una entrega? Es admirable que el negocio de tu familia siga estable. Al menos, eso creo y más en estos días.

—Estaba trabajando, para ser honesto, en algo no relacionado con mi familia. Pero ¿Qué me cuentas tú? Un poco de trabajo de campo era lo que necesitaba.

—Ya veo, pues tuve que cerrar mi consultorio de psicología y doy clases de eso; como adicional, pues tengo un ingreso extra como peluquera. Lo malo es que los clientes que quieren ese servicio lo quieren en la privacidad de su hogar.

Roxana hacía mejor que yo esto de esconder ese sentimiento de estar incomoda y la comprendía plenamente, a pesar del hecho que le gustaba esto de hablar con la gente que conocía, al menos eso me había dicho hacía algún tiempo. Había pasado unos años desde que lo nuestro pasó a mejor vida con la consecuencia, poner en jaque ciertas cosas entre nosotros.

—¿Estas saliendo con alguien, Nick?

—No, considerando cierta situación personal, pues ese tema está cerrado. Y ¿Qué hay de ti? En unas paradas más y nos bajamos.

—Pues, sí. Aunque, esto es difícil para mí…de seguro Joaquín quiere que lo investigues ¿me vas a creer si te digo que es una buena persona? Esos dos tienen muchas diferencias, aunque tampoco es para que estén peleando todo el tiempo. Cuando hables con él, te vas a dar cuenta.

A la madre de Roxana se le ocurrió contraer segundas nupcias con el señor Joaquín y creo que todo el asunto de no estar de acuerdo con esa unión estaba llegando con demora. Más sabiendo que el policía apodado como “el león negro” se llevaba bien con su hijastra, así como el hecho que no era algo que pudiera hacer Roxana; pero los anhelos del corazón son extraños y te llevan a pensar que puedes enmendar a alguien que no quiere ser reparado.

Pero su petición me estuvo taladrando los oídos lo que quedaba de trayecto. A pesar del hecho que habíamos cambiado de tema muchas estaciones atrás y si había algo en lo que se destacaba mi vecina era meterle ideas en la cabeza a la gente; puedo decirlo con propiedad, ya que siempre fui su conejillo de Indias y algo me estaba gritando que toda esa situación iba a torcerse de un momento a otro, en especial entre ella y yo.

Sin Forma 1 de 3

Dudo mucho que todo lo aquí expuesto vaya a ser bien ponderado por quien encuentre este documento, ya que pone sobre la mesa lo que realmente sucedió en el pequeño poblado llamado San Javier; y ¿Qué me motiva a hacer esto? Quiero dejar en claro que todo lo que se dio a conocer en los medios de comunicación no es coherente y es una notoria ofensa a esas personas que perdieron algo más que sus posesiones durante aquellos horribles hechos.

Me atrevo a comentar que nuestras mentes no van a hacer las mismas; un evento así solo puede causar secuelas en todas esas personas que lo vivimos de cerca. Pero ¿por dónde comienzo con este relato?

Cuando ese lamento suceso tuvo lugar, yo era el nuevo y flamante del comisario del pueblo y en lo que parecía ser un poblado donde apenas pasaba algo digno de ser mencionado. Pero aquella noche, algo no estaba bien y más cuando el que solía ser mi jefe soltó las siguientes palabras.

—No dejes que esa aversión que le tienes a ese jovenzuelo llamado Albert Stark te nuble la mente, muchacho. Si vino por aquí, no es precisamente para pedir una mano en sus carreras clandestinas; en ese asunto no nos necesita.

—Jefe ¿quiere que no sospeche que algo le cayó al granjero Peterson desde el cielo? Lo siento, a mi me huele a gato encerrado, jefe y ¿va a querer un cigarro? Hay algo que no nos está contando ese descarriado.

—Gracias, me hace falta uno. Mira, yo sé que Margaret (la profesora del pueblo) y tu tuvieron algo. Es muy respetable que quieras cuidar de su reputación; pero aquí mucho más en el tablero que no estamos viendo y ya que estamos, últimamente he estado viendo muchas cosas raras en el cielo. Por ende, lo mejor será ir descartando unas cuantas ideas.

La patrulla se detuvo dentro de lo que una vez fue el consultorio del doctor y fue una desagradable sorpresa verlo demolido, reducido a escombros, así como me aterró ver lo poco que quedaba de pie envuelto en un extraño líquido. No había señales del dueño, el paciente ni mucho menos de Albert o de Margaret.

—¡Llegamos tarde muchacho! Sea lo que sea que hizo esto, no tiene respeto por la propiedad privada o por la vida.

—Me suena a cierto corredor callejero, jefe. Y concuerdo, lo que sea que haya hecho esto, parece ser que disfruta de lo que hace; nos toca seguir el evidente rastro de destrucción sin sentido que está dejando.

—Eso quiere decir que es tu turno de conducir, muchacho. Ya debes saber algo de cómo lidiar situaciones así de grandes, como la que tenemos entre manos.  

Pero el jefe y yo no fuimos los únicos en estar detrás de aquella cosa, el responsable del desastre. Amigos y rivales de Albert estaban haciendo lo propio, ya que el rastro era bastante sencillo de seguir, pero la pregunta que había en el aire era ¿Cuántas víctimas iban ya que tenía sobre aquel engendro?

El jefe rompió el silencio que se formó en la patrulla y lo hizo con las siguientes palabras, unas que trataban de traer algo de coherencia al hecho.

—Los descarriados ayudando a la ley, esto debe ser serio ¿no lo crees, muchacho? Si te soy honesto, parecen que quieren que tengamos una charla con Albert; si hay alguien que debería saber algo sobre a lo que nos enfrentamos, debería ser él. Así que quiero que te calmes, muchacho.

—Trataré de hacerlo, jefe. Más sabiendo que hay algo allá afuera que anda a sus anchas, pero si me lo permite decir. Mantener el procedimiento en esta situación no me parece buena idea; quizás me sentiría mejor si pudiéramos llamar a la caballería.

—Muchacho, hay que saber a lo que nos enfrentamos tu estuviste en el agitado Pacífico, así que debes de entender plenamente esa idea. Y cerramos el asunto aquí.

Nos llevaron al destartalo autocine, el cual funcionaba como guarida de aquel desarrapado, yo no comprendí plenamente las razones que tenía el jefe para salir de aquella rigidez tan suya, así como ese duro tono de voz con Albert; ya que hasta con el borracho del pueblo, le había soltado le había soltado unas cuantas palabras.

Yo no tenía problema con que Albert y sus amigos modificasen los viejos autos de sus abuelos, pero había algo más; Margaret estaba allí también, así que la situación no me estaba aliviando nada.

—Buenas noches, Albert. Vamos a dejar de lado la etiqueta ¿Qué demonios anda pasando? Y ¿Qué es esa cosa que anda suelta? —le preguntó el jefe.

—Yo no sé, lo que le puedo decir es lo siguiente. Esa cosa amorfa la vi caer, como bien sabe, desde el cielo y eso fue lo que nos dijo el viejo Calvin; por mucho que se sepa que su palabra no es precisamente confiable; luego lo llevamos al doctor ya que lo encontramos gritando. —fue la respuesta que nos dio, en ese tono soberbio tan característico suyo así que yo decidí que era mi turno de intervenir lo más rápido que pude.

—Y ¿cómo sabemos que no nos estas metiendo gato por liebre? Si fuese por mí, estarías ya mismo preso.

—Jefe ¿puede calmar a su asistente? Tenemos que hacer lo posible para salvar a la gente y sin llamar a los que visten de verde oliva. Al menos eso es lo que creo. Mientras más rápido se haga, mejor.

—¡Ya basta ustedes dos! A ver, Albert. No me estas contando todo y lo mejor será que sueltes la sopa lo más rápido posible. —apuntó el jefe. La siguiente intervención nos dejó perplejos a todos y no fue para menos; ya que Margaret decidió romper el silencio y sigo creyendo que dijo mucho más sin quererlo, eso lo que me sigue pareciendo.

—Lo que contó Albert es verdad, a pesar del hecho que no le dio muchos detalles. Es cierto lo que vimos, pero seguramente ya no hay a quien le puedan preguntar en el consultorio del doctor ¿cierto?

—Y ¿se puede saber que tienen en mente para ayudar a la gente? y me refiero a los mismos padres y niños a los que les das clase, Margaret. Pero también, esos que están aterrados por todos ustedes y sus carreras; quien deba revisar su vida en este momento, eres tu Margaret.

Una breve pausa, pero el jefe se quería ganar las últimas palabras con las que se iban a cerrar esa reunión. Se había extendido, quizás no fue necesario detenernos para hablar con ese rebelde.

—Sea lo que sea esa cosa, es evidente que tiene hambre y no anda de buen humor; es una especie de recién nacido, pero no de esta especie ni mucho menos de este planeta. Muchacho, vamos al pueblo de inmediato; algo tenemos que hacer.

Para mi sorpresa el rastro de destrucción iba en aumento. Extrañamente, dejaba vivo algunos, pero a juzgar por la expresión en sus rostros, hubieran preferido otro destino; lidiar con Albert era mucho menos que todo aquello e incluso en comparación con todo con lo que viví en el Pacífico, se le acercaba bastante.

Una vez en el pueblo, el jefe y yo vimos lo que estaba quedando de pueblo, aquel apacible lugar, ahora era un sitio en el que el caos estaba a sus anchas, un caos que no tenía forma.  

Se escuchaban los gritos de la gente y aquella cosa había crecido casi el triple y en pocos segundos yo me sentía abrumado y sin palabras para expresar todo lo que estaba pasando por mi cabeza. Y la pregunta que apareció en mi cabeza fue ¿Qué podíamos hacer?

—¡Menos mal que los encontré! —nos dijo el doctor Thomas Parker, lo más cercano a un científico que teníamos. —, el alcalde llamó a los militares y están haciendo lo que mejor saben hacer. Parece un concurso de ver quien destruye más.

—Mire doctor, vamos a dejar eso de lado. Suba y queremos saber todo lo referente a lo que ha pasado en estos momentos y si hay algo de tiempo, como podemos detener a esa cosa. —luego de esas palabras, me tocó darle velocidad a la patrulla y esquivaba los postes telefónicos caídos, mientras que el jefe trataba de comunicarse con alguien por la radio.

Los vecinos 3 de 6

Entramos al auto, aunque no vi llegar las palabras que soltó mi hermana.

—¡Tenías que acercarte a la casa del niño ese! —exclamó muy molesta mi hermana—. No golpeo el tablero del auto, porque está aquí Amanda y se merece también su cuota de regaño. Y ¿acaso tienen idea de lo que han hecho? Su silencio lo dice todo.

Luego, el auto se movió; aquel domingo mi hermana había pasado de las más grande las alegrías a una molestia más que evidente.

—Y ¿A dónde vamos? —le preguntó mi vecina—, ya hemos pasado a mi casa.

—Con todo lo que han hecho sin querer, Alex me comentó que quiere invitarlos algo. Así que me hacen un favor, se van a limitar con su participación con las conversaciones.

Dejamos a Pelusa en nuestro hogar, a pesar del hecho que mi hermana no estaba muy animada con eso, tuvimos un viaje sin conversación alguna, con lo único que rompía el silencio era la música que salía de la radio.

En pocos minutos llegamos a la cafetería y resultó ser un lugar que estaba siendo tomado como punto de reunión de la gente contemporánea con mi hermana; caminamos entre las mesas, hasta llegar a esa en donde estaba Alex.

—Pensé que las mesas no iban a llegar, pero debo decir algo ¡me alegra mucho verlos! —el novio de mi hermana nos recibió con esas palabras, para luego agregar—; vamos, tomen asiento.

—Gracias, Alex. —respondió mi hermana—, así que ¿Cuál es ese tema tan importante del que quieres hablar con mi hermana, mi vecina y conmigo?

—¿Qué van a ordenar? No se preocupen, yo pago. Siempre yendo al grano, Lourdes. Pues ya deben estar al tanto con todo lo referente con el nuevo vecino, pero ¿quieren saber las razones por las cuales el negocio de las niñeras bajó?

Hubo un silencio, que cayó de repente. La pregunta era válida, considerando el hecho que para aquellos meses mi hermana y sus amigas niñeras siempre competían para saber quién sacaba más dinero. Mi hermana se había quejado de los bajos ingresos en esos días; aunque lo que soltó Alex fue bastante fuerte.

—¿Quieren saber lo que le pasó a Cindy?

—Seguro no te aguantas las ganas de contarlo. —replicó mi hermana.

—De hecho, no. Cindy fue la primera víctima oficial (por decirlo de una manera) que tuvo aquí en la urbanización ese personaje. Ya que, una vez le tocó ser su niñera.

—¿Qué le pasó? —preguntó mi hermana.

—Se había dicho que se cayó y se rompió el fémur, pero realmente no fue así.

Alex comenzó a contar algo que terminó de sepultar la alegría que nos quedaba, Cindy fue la primera que vio a aquel extraño y malvado niño de frente, el novio de mi hermana conocía más detalles del asunto; ya que él y Cindy habían sido vecinos por mucho tiempo.

—Así que les puedo decir que, mientras más lejos estén de él, mejor. Claro, parece que el padre de ese engendro para evitar una merecida demanda, ya que pagó la cuenta médica de Cindy e incluyendo las medicinas.

Mi hermana, por alguna razón, se había peleado con aquella muchacha ya que por alguna razón se habían peleado y se habían dejado de pelear; aunque por la cara que tenía cuando escuchó todo aquello, me di cuenta algo se había roto en ella. De hecho, tenía una idea de los hechos, pero, en ese momento, no era buen momento para sacarla a la luz.

—Y ¿tienes alguna idea que nos puede pasar? Con semejante animal suelto, alejarse no es precisamente una opción.

Las últimas palabras que usó mi hermana causaron un efecto en Amanda, la pregunta era válida, aunque se necesitaba algo más que una respuesta. Había que tomar cartas en el asunto, ya que era cuestión de tiempo que otra niñera de la urbanización tuviera el mismo y triste destino.

—Vamos a dejar ese tema de lado, no me gustan ver esas caras largas y mucho menos la tuya, Amanda ¿Qué te pareció la merengada?

Con aquella pregunta, el novio de mi hermana consiguió desviar el tema, también colorear una breve sonrisa en la cara de mi hermana, así como en la de mi vecina. Honestamente, no recuerdo claramente lo que hablamos después de eso; aunque debió ser un tema relacionado con el periódico escolar que llevaba mi hermana y el esperado próximo gran juego del equipo que se encontraba en una racha ganadora.

—Debe ser bonito tener una hermana mayor. —me comentó mi vecina, con aquellas palabras iniciaba conversación, la cual no me esperaba y mucho menos relacionada con el tema filial.

—Depende de quién te toque como hermano, al menos eso creo. Mira que, en muchas ocasiones, no todo es una maravilla con mi hermana, como suele decir mi padre “uno no elige a la familia”

Alex hizo una pausa, en relación con la conversación que estaba llevando con mi hermana. Aunque no podía disimular las ganas que él tenía de hablar con mi vecina y conmigo.

—Y ¿Cómo está tu padre, Amanda?

—Muy bien, gracias. Por lo que vi durante el juego, la rutina de rehabilitación muscular que te recomendó mi padre te funcionó.

—Mi brazo derecho parece como nuevo. Eso sí, a la primera señal de cansancio y me detengo.

—Y Frankie ¿te han vuelto a molestar en el salón de clases? —me preguntó el novio de mi hermana.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —intervino mi hermana, sin ocultar que estaba molesta. Aquella pregunta no le había caído precisamente bien. Incluso Amanda se había sorprendido por tan repentino comentario, haciendo caer un tenso silencio que se estaba haciendo notorio por el resto de los clientes.

—Lourdes ¿Qué te sucede? Es una simple pregunta, además estamos aquí para celebrar. Dejé de reunirme con mi equipo para tener un rato con ustedes.

Mi hermana trató de calmarse, había razones de peso para que estuviera molesta conmigo, pero eso iba a ser un tema más personal, uno que seguramente me iba a tocar afrontar cuando llegase a casa.

—Lo siento, Alex. Es un asunto personal, tienes razón en esto de que no tengo razón para estar de mal humor. Y ¿seguro que puedes pagar todo? —preguntó mi hermana y luego de eso no hubo nada memorable en la conversación, mucho menos el temor que tenía sobre el rescate de Pelusa y el costo monetario parecían haber desaparecido. La reunión terminó temprano, al poco tiempo cada quien regresó a su respectivo hogar.

Aunque otro temor tomó el lugar de los anteriores. Llegó en forma de grito nocturno, uno tan desgarrador que sacó de sus camas a los adultos o al menos eso llegué a creer; nuestros padres se habían asomado en nuestras habitaciones casi de inmediato. Pero aparte de la pregunta de rigor sobre nuestro bienestar, no hicieron alguna más, pero ¿Quién o que había lanzado aquel grito?

Pero la agitación se mantuvo incluso con la llegada del sol. Lo noté durante una de las tantas peleas en el patio de recreo, uno de los amigos de Alex se estaba por medir a golpes con un alumno nuevo y quien resultó ser el hijo de los Pérez. Los profesores estaban tan pálidos como los testigos de aquella trifulca y no era para menos, aquel amigo de Alex no estaba peleando contra un alumno más pequeño que él; lo hacía contra un salvaje que estaba ansioso por sangre.

Mientras caía aquel muchacho, de un solo golpe que lanzó el salvaje, no solo se le podía ver la nariz rota, unos uniformes manchados y adicionalmente se podía notar como se rompían las ideas que se tenía de aquellas peleas. Era un asunto bastante raro, casi a modo de leyenda urbana, un alumno más joven ganando en un combate a otro de un grado superior, claro, había conjeturas y eso era lo peor del asunto.

Me atreví a apresurar una pregunta, una que seguramente pasó por la cabeza de todas aquellas personas que estuvieron viendo aquello ¿Quién iba a ser el próximo? Aquella trifulca había comenzado tan rápido como terminado, el muchacho había caído de largo a largo, la profesora de educación física había salido de su letargo y tomó al salvaje, tratando de retenerlo lo mejor que podía. Y nuevamente aquel vecino estaba dando a conocer su presencia, allí a donde fuese, así que la pregunta que todos se estuvieron haciendo tenía mucho sentido.

Largo camino a casa 3 de 4

Al entrar en la humilde casa, fui recibido por velas de muchos tamaños y colores extraños, extrañas tallas hechas en madera, el olor de café recalentado con fruta cercana a descomponerse y un perro que no dejaba de ladrar. Antes de sentarme en una mesa, nerviosamente busqué en mis bolsillos algo con que defenderme y mi confiable navaja suiza me trajo algo de calma. —Y ¿Qué tal fue Marlon como supervisor? —pregunté.

—Siempre estaba pendiente de su equipo, personalmente se esmeró en darme el mejor entrenamiento como vendedora y me atrevo a decir que hasta para ser una mejor persona ¿va a querer algo de café? —me preguntó y acepté con gusto aquella hospitalidad, a pesar de que trataba de mantenerme en una pieza y estable.

—Gracias por eso, me hacía falta. Pero el asunto que me hizo mención al comienzo me dejó pensando un poco; no me malinterprete, a mi me parece que fue algo que soñó. Dejando eso de lado, debo preguntar algo más ¿mantuvo el contacto con él? —luego de esas palabras, busqué algo entre aquella decoración que me fuese familiar o conocido a mis ojos. Pero no hubo suerte.

—Un poco, si soy honesta. Me comentó que tenía en mente volver a escalar al puesto de supervisor en su nuevo empleo y que quería contar conmigo, así como con el apoyo de otras vendedoras del viejo equipo; yo recuerdo que le comenté que aún mantenía la servilleta con la que secó las lágrimas el día cuando firmé mi renuncia. —esa parte de Marlon no la conocía, eso me dejaba con unas cuantas dudas más.

Mandy me sirvió un poco más de café. Aquella hospitalidad, si bien se sentía honesta, no dejaba de ponerme nervioso; pero aprovechó el momento para contarme con detalle algunas experiencias que le tocó padecer, en muchos casos de forma directa. Yendo desde los constantes cambios de órdenes pro parte del tal Ibarra, pasando por la estricta supervisión de Leo que no se escapaba de rumores hasta llegar a ese día cuando le pagaron mal las comisiones.

—Yo me enteré por redes sociales el tema de su salida y tiempo después me lo encontré en el mismo centro comercial donde estaba esa otra fumigadora en la que estuvo trabajando. No voy a negar que me alegré mucho en verlo.

—Supongo que cuando la noticia de su desaparición llegó a sus oídos sucedió todo lo que me comentó previamente. Aunque me intriga el hecho que otras integrantes de aquel equipo no hayan querido darme una entrevista, debo preguntar ¿quiere agregar algo más?

Mi pregunta se quedó respuesta alguna, así que aquel impulso de seguir con la investigación comenzaba a pasarme factura, ya que cuando dejé la casa de aquella joven vendedora me encontraba sudando, sediente y hasta mucho más nervioso que cuando llegué. Me detuve en una panadería cercana, con la esperanza de comprar algo que llenase mi estómago y así tener algo de calma.

Con la primera mordida de lo que ordené pisé tierra, ya no tenía tanta angustia; aunque la semilla de la duda ya había sido sembrada en mi cabeza. Revisé la lista de todas las personas que podrían agregar algo, para mi desgracia, ya todos los nombres habían sido tachados ¿a quién podía acudir?

El cuerpo de Marlon no había sido encontrado, algo me gritaba que podía seguir con vida; pero para mi desgracia no tenía conocido alguno en el mundo policial. Aquella idea también contemplaba a su familia, aunque ¿Qué podían decirme ellos al respecto? Unido al hecho que no era precisamente el momento para irles a tocar la puerta.

Desde ese día di por cerrada mi investigación, pero me apresuré en sacar una conclusión; el desaparecido se había aburrido de la vida como vendedor y del ritmo de vida en la gran ciudad, quien sabe si había algo de complicidad con los padres. Claro, todo el asunto del accidente era un tema que le correspondía más a un corredor de seguros que a mí, quizás un buen cheque pudo haber sacado uno por aquel vehículo y cuya cifra le pude haber servido de algo para comenzar su nueva vida, donde sea que deseó comenzarla.

Había muchos cabos sueltos en mi teoría y todo el asunto con Carter Brown, la casa aquella y apenas estaba mencionando una pequeña parte de esos temas que quedaban inconclusos, pero esa noche tuve una pesadilla. Una de esas que Stephen King al escucharla, le sacaría un libro de miles de páginas.

 Al menos quiero creer que fue una pesadilla y no otra cosa, un mal sueño influenciado por lo que vi en la casa de Mandy. Me encontraba en mi habitación y sentí que alguien tomaba asiento en mi confiable silla ejecutiva. Posteriormente aquella persona comenzaba a soltar risas, hasta que me despertó; y allí estaba Marlon, con un uniforme planchado y pude escuchar lo que me decía.

—Al sur del norte citadino. Allí vas a encontrar la respuesta que buscas. Aquí en la ciudad no lo harás.

Después de aquello, un calambre me hizo regresar al mundo real. Traté de gritar, pero mi seca garganta no me lo permitía. Así que, presa del miedo y del dolor traté de ponerme de pie y buscar al responsable de esas palabras, para no encontrar más que mi bolso y mi chaqueta.

Ese miércoles por la madrugada mi teléfono vibró “¿Quién podrá ser?” pensé, mientras mis ojos trataban de ubicarse en la oscuridad. Para mi sorpresa, era ni más ni menos que Carter Brown; la primera lectura de aquel mensaje no me dijo nada ya que era el típico mensaje que recibía confirmando una reunión. Quizás, por eso no me esperaba mucho de aquella comunicación, pero lo que vino después no fue precisamente agradable.

Pero segundos después, me llegó una nota de voz, con una duración de dos minutos y medio; al día de hoy esa nota de voz la tengo en mi teléfono, ya que hay muchas capas en esas palabras y creo que lo más sensato es hacerle una cita textual. Creo que esa forma, la persona que encuentre estas líneas se de una idea de lo que estaba sucediendo con ese tema. Considerando algo más, la relación laboral con el tal Garret no fue tan extensa o con tanto tema por debajo de la mesa.

“Tengo información con respecto al tema de Marlon, pero lo mejor es si nos reunimos, hacerlo en un sitio lo más discreto posible. Agrego algo más, hay muchas personas detrás de mí; proceda con sumo cuidado.”

Aquellas palabras desdibujaban mucho al Carter Brown que me habían descrito; aquel mensaje me parecía extraño, aunque ¿Quién había amenazado a aquel empleado del tal Ibarra para tenerlo en ese estado de agitación? Mis dudas se resolvieron, cuando el pasivo rebelde me hizo llegar una serie de otras notas de voz.

Esas notas de voz tenían varios temas mezclados, pero he intentado en hacer un resumen sobre eso. El tal Ibarra apenas si mencionaba a Marlon o a Leo, pero se le notaba intranquilo y hasta angustiado. Las razones de esa condición, me las explicó Carter con las siguientes palabras, las cuales nuevamente las citaré textualmente.

“De repente, la oficina administrativa se convirtió en algo diferente ¿me entiende? Han estado colocando velas de diferentes colores y hasta tamaños. No solo eso, extrañas tallas de madera con forma humanoide con altares ahora ocupan los espacios donde antes estaban las carpetas de asistencia o los documentos de recursos humanos; aquí hay algo raro.”

¿Había alguna relación entre esas tallas de madera con las que vi en la casa de Mandy? Y ¿Cuál era la finalidad de todo aquello? La tensión entre el personal había aumentado, según Carter, desde el mismo día en que esa “decoración” (tal como se referían a eso el tal Ibarra y su esposa) se hizo notoria, aunque considerando lo grotesco de la apariencia de las mismas, no era de esperar tal reacción, aunque todo el tema de la tensión entre los empleados era una señal de algo, aunque no tuviera relación con lo de Marlon.

Largo camino a casa 1 de 4

Lo que voy a contar es una mezcla que comentarios, rumores, referencias y entrevistas que me tocó recopilar y hacer, todo con un adicional de mis propios pensamientos sobre los implicados. En el gremio de los vendedores de servicios de fumigación nos conocemos, el nombre de Marlon Vera decía mucho; oficialmente era uno de los tantos egresados de la escuela de negocios que tocó puertas por empleo y se sentó en las sillas de muchos cargos menores.

Hasta aquel fatídico lunes, cuando trabajaba para la fumigadora del matrimonio Ibarra, que le tocó aprender las dotes de supervisor y vendedor al mismo tiempo y según me contó una de las ex vendedoras de esa empresa, el dueño de la misma se hizo de una fama por dos razones. Su pedantería y rodearse de personal femenino, aunque para ella no hubo un mejor supervisor para ella en aquellos días.

No me quedó muy claro todo el asunto de su salida de esa empresa, se decía que le propinó una paliza al dueño cuando le rebajó el sueldo y pretendió devolverle al cargo con el que entró allí. Honestamente, Ibarra también tiene mala fama (aún al sol de hoy) de ser mal empleador, así como el porcentaje de comisiones que le da a los vendedores es bastante bajo, incluso al momento en que escribo esto.

El muchacho era temperamental y considero que demasiado honesto para ser vendedor, quizás por eso su auto era un Toyota de color misterioso y le parecía mejor trabajar en las cuatro paredes de una oficina, que se le daba bien según me contó otro ex compañero suyo (otro empleado descontento en la nómina de Ibarra, una lista siempre creciente); no era el mejor vendedor, pero en dos ocasiones se acercaron a un buen número de ventas semanales.

Para terminar de hacer el perfil de Marlon, debo agregar lo que me contó una amiga que trató con él ya que era la corredora de seguros de los Ibarra y su empresa. Era el tipo de persona que le gustaba llegar temprano a las reuniones, lo mismo aplicaba al momento de hacer llamadas y quizás por eso termino (por unos días) en la recién formada fumigadora de un tal Garret Sinclair, una que le estaba comiendo el mercado regional a las establecidas, así como no le daba asco meterse con cierta clientela como panaderías, restaurantes y oficinas gubernamentales.

En lo personal, creo que es en este punto donde todo comenzó, el tal Garret estando confiado en lo que estaba haciendo, a pesar del hecho que carecía de buenas cifras en las redes sociales y con un fichaje particular en su naciente departamento de ventas, ni más ni menos que Marlon. La misión parecía sencilla en un comienzo, visitar un prometedor cliente, parecía que todo iba a ser algo rutinario y sencillo; es decir, una rutinaria inspección en un edificio y dejar la propuesta comercial ¿Qué podía salir mal?

Y prefiero salir de esta parte ahora, ya verán como las cosas se relacionan, al sur del estado y en esa parte donde la mencionada se mezcla con el norte del vecino estado, dedicado plenamente al mundo agroindustrial, las diferencias no son tan marcadas; no se sabe a ciencia cierta donde comienza uno y termina el otro. Todo eso es un marco referencial e histórico de una buena cantidad de relatos.

No es precisamente una zona densamente habitada, es más fácil toparse con las camadas de ratas (estas siendo muy diferentes a sus primas citadinas) que encontrar un granjero interesado en el manejo integrado de plagas. Era un punto geográfico de transito obligatorio si el vendedor quería llegar al enclave más cercano, ni más ni menos que la capital del vecino estado; ni los vendedores de tractores se detienen por ahí, prefieren pasar de largo.

De todos los relatos relacionados con esa zona, hay uno que con el mero hecho de recordarlo me pone nervioso y no es para menos. A quien le preguntes, te dará una locación geográfica con ligeros cambios, pero mis colegas vendedores e incluso otros amigos concluyen contundentemente con un relato; en una parcela se levantaba una casa cuyos habitantes trataron de mantener ese estatus de ser, ni más ni menos, descendientes de uno de los tantos alzados durante la guerra civil.

Pero a los vecinos nunca les gustó mucho el asunto, se hablaba de un comportamiento alejado no solo de los valores cristianos, hasta de la noción de ser civilizados; cualquier desgraciado que tuviera la mala suerte de caer en sus manos lo mejor que podía hacer era correr y olvidarse de todo. Incluyendo el auto.

Aquella parcela se hizo famosa por tener una especie de colección de autos y no precisamente comprados la mayoría, así como el hecho que la familia no querían cambiar mucho el asunto de su reputación. Si querías un lugar donde detenerte y beber algo, tristemente te tocaba recorrer unos kilómetros muy cerca de esa gente, así como de asegurarte que tu auto no presente ningún infortunado desperfecto y el mejor de todos los consejos, no ir por esos rumbos; incluso cuando el sol estaba por todo lo alto, daba bastante grima pasar por esos lares.

Lo cierto del asunto fue que tuve una entrevista con unas de las últimas personas que habló con Marlon, el ex supervisor del departamento de ventas de la empresa de Ibarra y retomaba esas funciones en otro lado, quien estaba devastado y bastante mal. Creo que al mismo nivel de los padres del muchacho o de muchos de sus amigos cercanos que tuvieron que escuchar la terrible noticia, una que sacudió al gremio (aunque no existiese la verdad sea dicha), la verdad sea dicha.

Me pareció prudente entrevistarme con Leo, otro ex empleado de Ibarra, la última persona que vio vivo a Marlon. El antiguo supervisor de ventas de Ibarra estaba tan agitado por la noticia como los propios familiares del vendedor desaparecido; yo tenía cierta confianza con él y eso me sirvió de ayuda para mi investigación.

—Más o menos alrededor de abril me reuní con Marlon, después de todo el asunto con el que era nuestro jefe. Yo retomé mis funciones como supervisor de un departamento de ventas, pero en una empresa del ramo automotriz; yo sabía que él podía ayudarme con un problema que estaba teniendo con el programa Excel. —así, con esas palabras comenzó nuestra entrevista. Trataba de mantenerse orgulloso, pero su lenguaje corporal decía otra cosa.

—¿Notaste algún cambio en esa oportunidad y de que hablaron en ese momento?

—Lo noté más delgado, pero seguía siendo el mismo. Hablamos un rato de aquella mal llamada empresa y todo el asunto que lo llevó a estar desempleado; le hice saber que todo pasa por una razón, se notaba que se tomó el asunto un tanto… ¿Como decirlo de forma elegante? Bastante mal, según sus propias palabras.

Leo hizo una pausa para beber un poco de cerveza, su novia me comentó que estaba bebiendo un poco más seguido en comparación a días previos, luego de eso retomamos la conversación.

—Y luego de esa conversación o clase ¿Mantuvieron el contacto? —mi interlocutor se quedó callado unos segundos, bajó la mirada para luego buscar los ojos de su novia. Le había tocado una tecla y comprendí que había llegado a una parte del tema delicada, segundos después la respuesta llegó.

—Por mucho tiempo. Las clases de Excel me ayudaron bastante con el problema que estaba afrontando, ya que las ventas estaban subiendo gracias a todo el asunto de la recuperación económica nacional. Y siempre me escribía para saber cómo estaba yendo con ese tema, cuando me contó que había conseguido empleo, me alegré por él y bastante. Me sorprendió el hecho que estaba en la fumigadora de un tal Garret y más como vendedor; me había comentado algo al respecto, pero no le presté mucha atención.

La novia de Leo me miró y me pidió una intervención en el asunto, mientras que su pareja iba a pedir algo para comer; pero la realidad era otra, estaba buscando una excusa para ir al baño y calmarse. Lo delató el pañuelo que trató de guardar en el bolsillo de su camisa, generalmente no era así de torpe Leo, mucho menos cuando estaba en público y con su novia. Era en exceso rígido con el tema de la indumentaria, a pesar de maldecir como un marinero, haciendo un contraste con otros aspectos de su personalidad, algo que nunca entendí plenamente.

Blade Runner

Durante la cuarentena, pero la versión venezolana, me vi esta película en el canal TCM, así creo que lo mejor será ponerle un ojo al canal ya que anda soltando muchas joyitas y la presente es una. Así como el hecho que si bien debí poner la presente reseña para la sección de finalizando con, pero como ya tengo una reseña de cine allí y que esta sección quiero que se active un poco, aquí la dejo.  Aunque quizás, lo mejor era hacer un cruce y todo el asunto se resuelve bastante bien.

Basada en el libro “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”, una novela muy importante dentro del género del CyberPunk y esta película se convirtió en otra obra bastante influyentes dentro del mencionado género, en lo personal, considero muy importante el hecho de ver la película como lo que es, una obra independiente y que sirve para complementarse entre sí, además que la banda sonora de la película es sumamente genial, así como la estética de la misma, ya que es una mezcla de ciencia ficción, cine negro y una exploración de los personajes en un entorno no muy distante.

Al igual que la obra literaria, la cual recomiendo que lean, un antiguo policía con un cierto grado de importancia se le obliga a regresar al servicio, ya que unas réplicas (unos humanos creados por ingeniería genética y que son usados como esclavos) han escapado y han llegado a la ciudad. No hay mejor agente que Deckard para el trabajo, aunque si bien parece que no está plenamente solo en la misión, es quien es el narrador en primera persona del asunto, ya que las réplicas tienen algo más que una vida más corta que los humanos.

Pero ¿Cuál es la diferencia de fondo entre un humano y una réplica? Ya que parece que las réplicas rebeldes tienen muchos aspectos que los humanos, tanto dentro de la película como en el mundo real, parecen que han perdido, entre ellos el tema de la empatía. Hay mucho que decir sobre la película, así que voy cerrando mi reseña.

Finalizando con: El espía de la champagne

Más reseñas de libros, de hecho si bien hay muchas más que debo poner por aquí y siempre regreso a las confiables pésimas introducciones que tengo que usar para tratar de llegar a las trescientas palabras para estas cosas. El presente libro es uno que me leí por recomendación de mi padre, de hecho es uno que parece  una autobiografía o memoria, ya que es el mismo espía llamado Wolfang Lotz es un judío de origen alemán que estuvo metido en unos asuntos bastante turbios en Egipto.

Por mucho que el libro trató de hacer una diferencia entre el mítico espía británico y el autor del libro, lo cierto es que hay muchos puntos en común con ambos. Pero quizás la diferencia entre ambos es el hecho que Lotz no le tuvo miedo a meterse en los asuntos entre árabes e israelitas, esos problemas que a mi parecer son bastante complicados para comprender; aprovechando su pasado y sus raíces alemanas, Lotz nos contará su estadía en Egipto y sus particulares métodos para obtener información. En lo personal, me hubiera gustado que todo el asunto del entrenamiento que tuvo lo hubiera extendido un poco más, pero eso le quitaba espacio al verdadero meollo del asunto.

El método usado por Lotz difiere mucho, aunque creo que es el más utilizado por los espías reales, mezclarse e ir ganando la confianza de las personas lentamente y eso fue lo que hizo. Hasta su eventual captura y larga estadía en la cárcel. De hecho, aquí se presenta otra marcada diferencia con el espía británico, no hay explosiones, ni mucho menos grandes combates. El espía se limita a recopilar información valiosa para su bando y luego entregarla. Si bien puede parecer aburrido, aquí Lotz se muestra como una persona bastante hábil en el tema de acercarse a ciertas personas clave en sus operaciones y siendo uno de esos puntos altos de la obra.