—Entonces, para recapitular. Joana quien es una recién llegada está ahora metida en el negocio de las niñeras y está esperando a su cliente. Para colmo, ese cliente no es otro que Marcus—remató mi hermana, mientras sacaba su bicicleta y Alex no ocultaba el hecho que estaba ansioso.
—Si no quieres que ella tenga que pasar por lo mismo que Cindy, lo mejor es que ¡Nos apresuremos! —exclamó su novio—. No, tu te quedas Frankie. Tu hermana y yo tenemos esto resulto.
—Esta vez, no te creo Alex—repliqué seriamente—; debo ir para saber si Amanda se encuentra bien.
Mis palabras cayeron en oídos sordos, me dejaron en los confines de mi hogar y ellos salieron a la casa de Amanda. Aunque, ciertamente ¿Qué podía aportar en esa situación?
No era un luchador como el novio de mi hermana o cualquiera de sus amigos, pero si ese salvaje pudo con uno de ellos ¿Qué oportunidad tenía yo, Alex o alguno de ellos? Así como no creía que se aprovechase de la ventaja numérica, no veía capaz de hacerlo.
—¿Dónde está tu hermana? —me preguntó mi padre cuando llegó del trabajo y pocos segundos, mi madre se unió a las miradas inquisidoras.
—Salió…con Alex—respondí nerviosamente y para desgracia, notaron que estaba perdiendo ante los temblores.
—¿Puedes decirnos para donde, Frankie? —me preguntó mi madre, su tono de voz era muy diferente al usual. Mis oídos lo notaron y lo mismo hicieron mis poros que lentamente se abrían y el sudor se hacia notorio.
—Pues…fue a la casa de Amanda. Según parece que su hermana se metió en el negocio de las niñeras, pero el cliente que la contactó no es otro que el hijo de los vecinos nuevos.
Al escuchar mi respuesta, mi padre se enfureció al punto que estuvo emitiendo gruñidos y monosílabos mientras por su parte, mi madre se fue corriendo a la mesa donde estaba el teléfono.
Yo subí a mi habitación antes de que me lo pidieran, más que todo por mi seguridad. Minutos después saqué mis binoculares para ver desde aquel sitio lo que podía suceder.
Para mi sorpresa, lo primero que vi fue el auto familiar saliendo del garaje, me dio la impresión que quién conducía era mi madre, ya que no iba de forma pausada y tranquila.
Me aterró que no escuché algo relacionado con lo que pudiera estar sucediendo. Aquel silencio me estaba generando sospechas, de que algo muy malo estaba por suceder.
Para mi desconsuelo, no vi nada en los primeros minutos. “Capaz pensaron que estaban haciendo mucho ruido por algo tan mundano” pensé y traté de engañarme con esas palabras; pero ¿con que podía ocupar mi mente para alejarla de aquel hecho? Ya había hecho mis asignaciones escolares y no estaba de ganas para hacer un rompecabezas, a pesar del hecho que debajo de mi cama había uno que le dejé de prestar atención desde hacía mucho tiempo y no era lo mismo hacerlo solo.
—No sabes cuanto envidio tu calma, Pelusa. Siempre durmiendo, comiendo y buscando los mejores cuidados; aunque todo el asunto ya pasó ¿no lo crees? Honestamente yo tampoco me lo creo, pero ¿Qué puedo hacer?
Tomé mis binoculares y para mi sorpresa, el auto de mis padres estaba de regreso y junto a él, mi hermana con su bicicleta. Sus rostros mostraban convencimiento por lo que le dijo alguna persona en aquella casa o quizás por lo que vieron. Claro, no soy el tipo de persona que los iba a atormentar con preguntas, aunque ¿Qué había sucedido?
Al día siguiente me tocó llevar a Pelusa a casa de Amanda, había algo diferente ese sábado en ese lugar. Se me hizo difícil comprender que era así como la raíz de todo aquel malestar que me estaba causando, no tenia que ver con la edificación en cuestión, sino con lo que pudo suceder la noche anterior; pero no era lo único que lo notaba ya que mi compañera de viaje no dejaba de emitir gruñidos como los que hacía cuando estaba molesta.
—Le diré a mi hija que pasaste a visitarla y a dejar a su querida gata. Una verdadera lástima que haya salido con su hermana, le hubiera gustado recibir en persona a su gata. —me dijo el doctor Hans con una extraña mueca en su cara que debió pensar que era su mejor sonrisa.
—Muchas gracias señor. — le respondí. Pero Pelusa no quería ir a los brazos del señor Hans—, no creo que te esté dejando en manos equivocadas ¡No te pongas así!
—No entiendo lo que le pasa hoy, si a Pelusa le encantaba jugar conmigo. Mira Frankie, no te preocupes si me hace un rasguño. Tengo como limpiar las heridas que me haga.
Con temor dejé a la gata, pero me pregunté ¿A dónde me iba a dirigir? Aunque esa situación que vive seguía dando vueltas en mi cabeza. Así que debía buscar algo que hacer, algo en lo que poner mis energías, antes que los hechos sucedidos minutos atrás comenzaran a darle vueltas en mi cabeza y no quería saber nada de eso.
Mis piernas llevaron a mi bicicleta a la cancha de beisbol, me sorprendió ver que Alex y su equipo no estaban allí. Pero el ruido que siempre estaba acompañando a esos jugadores estaba presente, aunque se escuchaba muy lejano y era extraño, los sábados era el día cuando hacían un entrenamiento previo a alguno de los partidos que tenían con algunos de los equipos de la urbanización.
Así que decidí ir a otro lado, para mi sorpresa me encontré con Melisa y cuando me acerqué para hablar con ella; me percaté que caminaba acompañada de su perro y otro que parecía callejero. Era normal con ella verlas con esas compañías caninas y en otras ocasiones, se sumaba uno que otro gato.
—¿te enteraste de lo que pasó anoche en la casa del vecino loco?
—Honestamente, tengo aún presente el acto de apertura de ese asunto, ya que pasó en mi casa.
—Entonces creo que me toca ponerte al corriente de lo sucedido. Como bien sabes, mi casa tiene una buena vista y lo que vi ayer era digno de ser preservado en video.
Resulta que después de todo lo que pasó en casa de Amanda, en el hogar de los Pérez tuvo lugar (digamos) una continuación de aquello, pero fue algo que dejó sin palabras a Melisa.
—Parecía el último jaleo que montó ese demente. De repente, el padre de tu vecina hizo aparición, ese señor me causaba ¿Cómo decirlo de forma educada y decente?
—¿Malas vibras? Eso siempre lo usa mi hermana para hacer referencia a esa gente que le cae de antemano.
—Vamos a dejarlo en eso, en las malas vibras; la cuestión es que el señor entró y parece que su mera visitaba estaba aterrando al demente. Honestamente, solo el salvaje sabe lo que vio en esa casa; aunque hay algo bueno en todo eso y es que ya no he visto animales torturados. No me veas con esa cara, pero los fines de semana los tenía por montón en el consultorio de mi familia.
Y esa fue la primera señal, los adultos comenzaron a soltar elogios relacionados con el salvaje Pérez y el cambio que había hecho se repetía, llegando a hablar de una persona totalmente diferente en comparación con la que llegó. Y todo indicaba que estaba comenzado ese tema, cual avalancha.
Alex por su parte, parecía que le había perdonado, pero no muy convencido del tema del cambio. Al menos eso fue lo que apenas pude escuchar durante la agitada noche, aunque ¿lo iba a confirmar en algún momento?
Otro nombre que comenzó a ser parte de las conversaciones tanto entre los adultos, como entre los adolescentes era el de Joana. Las amigas de mi hermana la llenaban de elogios, ya que gracias a ella el negocio volvía a florecer. Aunque a mi hermana tenía sus reservas al respecto y muy fundamentadas en lo que había visto.
Aunque había unos temas muy comunes en esas conversaciones eran el comportamiento casi infantil de Joana y su gusto por las camisas de mangas largas, al punto que estaban sacando conclusiones sobre sus gustos sobre la ropa; aunque algo me decía que era por otra cosa. Ya que recordaba lo que había pasado en mi casa, pero ¿podía contar todo aquello?