Arrastré mi fiel auto hasta la cafetería de la que todo el mundo hablaba en las redes sociales, aquel domingo lluvioso era un reflejo de mi mente —¿Cuánto tiempo ha pasado Vanesa? —le pregunté a mi amiga, a quien le pareció buena idea volver a vernos y tomar ese lugar como punto de reunión.
—Bastante, ya ni me acuerdo. Y ¿Qué vas a pedir? Vamos, lánzame un buen relato.
—Tengo que ver la carta primero. Hay algo que contarte, un asunto un tanto amargo, pero si no lo saco, creo que me hará peor— pedimos y luego comencé a contar los hechos. —, la conocí en una fiesta de disfraces, cuyo anfitrión fue ni más ni menos que mi prima. El motivo era que finalmente había terminado su posgrado; ella iba disfrazada de sirena y yo no la ubicaba entre las amigas de mi prima. Se presentó como Lorena y alegó ser la hermana de uno de los asistentes.
Al mismo tiempo, creyó que era gracioso quitarme el sombrero de mi disfraz, un pistolero del oeste si uno, simplemente pierde la gracia. Mi prima había hecho de las suyas con lo que una vez había sido la casa de nuestra abuela, así como yo me sentía entre las nubes con solo tenerla a mi lado. —Las famosas fiestas de tu prima ¿ya sabes lo que vas a pedir? Todo tiene una excelente presentación.
—Si, aunque debo admitir algo más. Tienen un buen gusto musical, no pensé que iba a escuchar al gran Miles Davis en un sitio como este y ¿Quién llama al mesonero? Ya me está ganando el hambre.
—Lo voy a hacer yo, tu enfócate en ese relato que me estas contando.
—Había algo en ella diferente. Quizás era su voz, su cabello, su piel blanca o esa sonrisa suya; resaltaba del resto de las invitadas, dame un momento que se me secó la garganta. —Conectamos de inmediato, aunque algo me decía que no la volvería a ver y eso se confirmó cuando el número de invitados se fue reduciendo. Se fue y apenas nos pudimos despedir, así que su teléfono pasó a ser otro misterio ni hablemos de sus redes sociales.
Para ese entonces, trataba de hacer lo mejor que podía como analista de compras en una empresa familiar de un ramo que no conocía; en mis minutos de descanso no dejaba de pensar en aquella sirena, aunque esos minutos me duraban poco. —Y ¿Se puede saber las razones de ese punto de esa óptica? Física no era mi fuerte, Felipe, pero el tiempo es una constante física.
—Entre las disputas alrededor de la encargada de recursos humanos con la de cobranza, los delirios del gerente general y las locuras de ventas no había mucho que hacer.
—¿Qué tal tu té? Te voy a conceder esa, la verdad. Las empresas familiares tienden al desastre.
—Y ¿me lo dices o me lo confirmas? Detestaba ese cargo y aún lo hago. Si no era ventas pidiendo lápices, bolígrafos, anotando mal la información del cliente eran los técnicos llorando por material de protección, finalizaba con la redacción de una carta para explicarle al cliente las razones por las cuales debía adquirir el servicio de fumigación.
Un día al gerente se le ocurrió la “genial” idea de contratar a un supervisor para departamento de ventas. La sirena seguía allí, rondando mi cabeza y no importaba a que rincón de la ciudad llegase caminando, no estaba allí. —Incluso llegar a pensar que había sido producto de mi imaginación, de esa mala mezcla de cerveza y comer a deshoras en una fiesta.
—No es para menos ¿Pero el tema laboral tiene algo que ver en el asunto? Parece relleno y ese tipo de estrategias no es cosa tuya. Parece más un recurso de una serie que hay que cortar, pero los responsables se empeñan en alargar; aunque no te angusties, puedo con obras de ritmo lento.
—Te adelanto una cosa, sí. Pero los detalles son importantes aquí, ya lo verás.
Yo hice lo propio, es decir, le pregunté a mi prima sobre aquella invitada y ella tenia una vaga idea sobre quien la llevó; aunque no me aseguraba nada sobre aquel supuesto. Por su parte, Ambrosio (el supervisor) causaba muchos comentarios nada halagadores de parte de las venerables señoras de recursos humanos y cobranzas, unido al hecho que la chispa del departamento de ventas se apagaba; aunque debo indicar que yo me llevaba bien con él.
—Y ¿Qué pasó? Creo que es momento de ordenar algo y no precisamente las entradas, así se abultan las cuentas.
—Un día viernes la gerencia habló con él y el lunes brillaba por su ausencia. Ventas no estaba plenamente bien, de nuevo un cambio repentino entre el equipo les cayó como balde de agua fría y me lanzaron a aquel ruedo, siendo la primera vez que me tocaba liderar un grupo.
Pero aquel barco era un desorden, con cambios constantes que la gerencia daba, de personal y siempre el tema tan socorrido de las bajas ventas y un potencial que debía explotarse.
—Generalmente, cuando hablan así, no son precisamente lumbreras gerenciales. Pero apuesto a que hubo gente que abandonó la empresa, cuando hay cambios así en los eslabones bajos del organigrama, cierto tipo de empleado ve la oportunidad para irse.
—Y así fue. Durante, digamos los últimos días de la administración de Ambrosio, renunció Marta y a los pocos días de iniciada mi administración otro vendedor renunció; dos jóvenes que tenían mucho que ofrecer; se necesitaba personal y con cierta urgencia, a pesar del hecho que indirectamente ya hacía las de vendedor, mi anterior cargo y también el nuevo.
Y entre el personal nuevo estaba ella, todo el asunto de como nos conocimos lo llevábamos en secreto; aunque una cosa era ella sin aquel disfraz y otra ella en la oficina. —Un disfraz quita inhibiciones en algunas personas. Y ¿Qué pasaba entre ustedes dos?
—Chocábamos a ratos, pero debo admitir que se integró de maravillas al equipo. Extrañamente, entre los conflictos hubo momentos para conversaciones para conversaciones más serias durante la hora del almuerzo, los sábados y furtivamente por otros medios.
—Y ¿Qué pasó con ella? Algo me dice que hay mucho más.
Un día metió la renuncia y apena supe de ella después de aquello. Al poco tiempo, la empresa hizo una pequeña fiesta en una heladería y posteriormente se comenzaron a ver ciertas costuras en como era manejado el asunto. —Operaciones haciendo desastres con los químicos que sobraban ya que se rebuscan haciendo servicios por su cuenta, la lista de clientes captados subía y bajaba al igual que mis ánimos por quedarme allí.
—Empresa pequeña, infierno grande. Siempre habrá descarriados, amigo; aunque debo decir que el servicio por aquí es eficiente. Y ¿alguna idea con lo que pasó con Lorena durante esos días?
—Quizás fue un sueño o pasó de verdad. Lo cierto era que ese día no estaba en mis cabales, pero creo que me la encontré en un centro comercial; pero no estaba sola y no me acerqué. Quizás las personas que estaban con esa persona que se parecía poderosamente a ella pudieron ser su hermano y su sobrino, aunque mi estómago me recordaba aferrarme a la silla y a la mesa que me compartía con unos amigos.
Y luego, todo empeoró. Dos vendedoras renunciaron al mismo tiempo y el mismo día, un suceso que me tomé mal, en especial con una, ya que le había tomado mucho aprecio y me había tocado amonestar meses atrás. —No es para menos, amigo. Pero las que renunciaron ¿dieron a conocer las razones por las cuales firmaron sus renuncias? ¿Vas a pedir otra bebida? Vamos, no tengas pena.
—Una alegó dos cosas; su regreso a las aulas universitarias y que sacaba más dinero con el negocio familiar. La otra, cansancio y cuando le pagaron mal las comisiones ya no aguantó más; llevaba varias guardias sabatinas en su delgada espalda, así como insultos solapados que la gerencia le había lanzado. Y con respecto a la bebida, sí.
—Déjame adivinar, el gerente al día siguiente salió diciendo que no importaba aquella reducción del personal no afectaba a la empresa en lo mínimo. Cuando la realidad, resultó ser otra, por tu tono, me das a entender que si hubo consecuencias.
—Se notaba en las guardias sabatinas y durante las tardes de las jornadas normales; claro, rendía el café, así como las chucherías, así como el hecho que casi no se sentía los regaños de la encargada de cobranza en el departamento de ventas. Pero había más labores que atender, así que me tocaba hacer de supervisor y vendedor con dos computadoras a mi cargo, más dos vendedoras que vigilar. Rezaba al cielo para que no les ocurriese algo y estuvieran saludables.
Para mediados de noviembre, la relación con uno de los mejores clientes se agrió un poco, conjuntamente aparecieron alguna que otra mejora en las ventas y otras polémicas que parecían normales cuando el mes de diciembre se estaba acercando. Pero los discursos del jefe ya no se dejaban ver tan seguido, eso sí, el señor declaró que el próximo año era el de su empresa y que estaba haciendo lo necesario para ser tendencia en el mercado.
—Y finalizando noviembre, coincidiendo con las vacaciones de la encargada de cobranza, ella regresó. Yo por mi parte, tuve una pesadilla que no supe asimilar y que me pareció bastante abstracta en su momento. Aquello eso no lo esperábamos, estábamos cegados por las vacaciones de la señora de cobranza.