Habían pasado meses y desde ese cambio que había hecho Ofelia, uno que no dejaba de ser un tema de conversación entre otras vendedoras de aquella enorme tienda por departamentos, llegando a los oídos de las regordetas de Recursos Humanos. Y aquella tarde durante el almuerzo, la mesa donde Laura y sus compañeras tomaban el almuerzo no fue diferente.
—Hoy me tocó hacerle otro cheque a Ofelia, sus comisiones van en aumento. Sea lo que sea que hizo ese cambio, merece un altar.— comentó Aurora, una del departamento de Recursos Humanos, para luego dar un pesado soplo.
—Hiciste mal el comentario. No es que, sino quién— matizó Celeste, una supervisora del departamento de ventas—; creo que es oportuno decir que ella no para de hablar del culpable de su cambio.
El resto de las mujeres que estaban en aquella mesa abrieron los ojos de par en par y segundos después, salieron los comentarios y risitas; Aurora puso orden en la mesa con un pequeño golpe en la mesa, ya que Celeste estaba a punto de soltar una parte jugosa del chisme.
—La información que tengo, viene directamente de la fuente, señoras— indicó la supervisora de ventas—, pues resulta que Ofelia y el responsable de su cambio se conocieron recientemente. Mientras ella estaba cumpliendo horas extras; pero según ella fue increíble los muchos puntos en común que tenían.
Aquella vendedora comenzó siendo una persona con un evidente desánimo y después de aquel encuentro, cambió completamente. Se le notaba en la ropa que usaba, en las comisiones que estaba ganando y hasta en su trato con los clientes y compañeros de labores. Celeste decidió que antes de la levantarse de la mesa y hacer la caminata, comentó.— Pero eso sí, muy guardado tiene el nombre de ese responsable. Aunque, si me permiten decirlo, debe tener debe tener algo a medio camino de desesperación y mal gusto.
Al otro lado del comedor, el humilde vigilante llamado Hudson se tragaba su comida y el mal de amor por haber puesto sus ojos en Ofelia. Alguien se le había adelantado ya que no era ajeno a aquellos cuentos, los cuales que lejos de crearle más interés, le causaba pesar. «Quizás las horas nocturnas me harán bien; siempre y cuando no la vea o en el peor de los casos, no los ves juntos». Estaba tan sumido en sus pensamientos que no le había prestado atención a aquella voz que le estaba haciendo una pregunta, aquella persona se encontraba buscando un lugar en donde sentarse.
El vigilante salió de su trance y le ofreció un puesto y una disculpa a Ofelia, quien nuevamente se encontraba compartiendo mesa con él. Luego de eso comenzaron a intercambiar palabras, como solían hacerlo anteriormente.
2
Hudson hacia lo posible para ocultar que no estaba con el ánimo que lo caracterizaba. Y «¿Qué le puedo decir?» Pensó rápidamente, pero sin mucho éxito, posteriormente el reloj le indicó que debía regresar a su oficio; si había algo en todos los cuentos de pasillo que había escuchado Hudson sobre la relación de Ofelia y su Galán era la frase “No es como el resto”, conjuntamente con sus sinónimos.
“Si quiero cerrar el episodio, lo mejor será conocerlo y dejar pasar el tema” pensó el vigilante.
—¡Lo lamento! No estaba mirando—exclamó apenado a la persona con quien se tropezó—; estoy…pasando por un…
—¿Mal momento?— respondió Aurora, con una risa en el rostro—, si me permites decirlo ¡Se nota bastante! Dime una cosa ¿Quieres hablar sobre el tema? Creo que te caería bien hacerlo, así te sacas un peso de encima ¿No lo crees?
Al escuchar esas palabras, Hudson se extrañó un poco, la jefa de recursos humanos no era tan severa como como la pintaban los cuentos de pasillo. Por unos segundos pensó que podría ser alguna clase de trampa, aunque ya era tarde ya que había caído redondo en ella y había bajado la guardia.
—Pues verá, me agrada mucho Ofelia…una compañera de labores, creo que con eso, estoy rompiendo algún punto del reglamento interno.
—Si supieras que fue aquí donde conocí a mi difunto marido. Y déjame adivinar una cosa, esos cuentos sobre su nuevo querer te tienen mal; se nota bastante en tu cara.
El vigilante solo tuvo que afirmar con la cabeza, pero simplemente se había quedado sin muchas palabras que decir con respecto al asunto. Pero había aparecido algo positivo en el horizonte, ya no sentía una pesada carga.
—Quizás lo mejor que puedas hacer es hablar con ella ¿Quién sabe si eres el afortunado en conocer al responsable de ese cambio que ella dio? Pero antes de eso, dime una cosa ¿Te sorprendió esa noticia?
—Como no tiene idea. De hecho, al punto que la nueva Ofelia me parece tan diferente a la que conocí cuando me asignaron a estas instalaciones. Pero estuve pensando eso de hablar con esa persona, sería como terminar de quitarme ese peso que cargo.
—Haces bien, pero esto no lo escuchaste de mi ¿Queda claro? Ofelia confirmó que estaría cumpliendo horas extras hoy, al parecer tiene algo en mente más allá de ayudar a su madre con sus medicinas. Quizás en el segundo descanso podrán hablar todos de forma tranquila.
3
En una de sus rondas habituales, ya cerca de las cuatro de la tarde, Hudson se enteró que Ofelia tendría unos minutos libres y que se vería con aquel hombre que la había cambiado. Pero había algo que no se esperó durante aquella charla corta que estaban teniendo en un pasillo de la tienda.
—Creo que sería bueno que conocieras a Manny, mi ángel de amor. Ahora que lo pienso, los dos tienen mucho en común.
—¿En serio?—fue lo mejor que se le pudo ocurrir como respuesta al vigilante—, tampoco creo que sea para tanto. Y ¿Me puedes decir sitio y hora para ese asunto?
—No seas tan serio, es simplemente una pequeña reunión. Nos veremos a eso de las ocho, en el pasillo catorce de la segunda planta.
Pasillo catorce, había pasado el tiempo desde que había escuchado esas señales; el pasillo catorce de la segunda planta de la tienda donde estaba era donde estaba la ropa de caballeros, exactamente esa que no importase cuantas veces le hagan rebajas en los precios, simplemente no sale del inventario. “Había algo más sobre ese sitio” se dijo para sí mismo, pero no recordaba que era; pero recordó que se lo había dicho el vigilante anterior, quien le había recomendado no rondar mucho por esa parte.
Pero no tenía mente para esas cosas, debía pensar en que decirle a ese que le había ganado en el juego del amor. Entre ronda y ronda, no dejaba de mirar su reloj e incluso repasar sus argumentos en su humilde mente. Aunque el tema del punto de reunión le seguía dando vueltas, pero habían sido tantas cosas que le comentó su compañero que no encontraba lo que estaba buscando. A la hora pautada, Hudson subió a la segunda planta, había algo raro en el pasillo donde iban a encontrar, las luces estaban más tenues de lo acostumbrado.
—¡Llegas en buen momento! Justamente hoy, mi querido Manny está por proponerme matrimonio; a pesar que aún no conoce a mi madre, pero son cosas que se pueden resolver.
Después de escuchar esas palabras, se percató de algo inusual en todo lo que estaba viendo. Aquella persona que estaba al lado de Ofelia, no era otra cosa que un maniquí. Confirmando los cuentos que aquella empleada de la tienda por departamentos no estaba plenamente en sus cabales.